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domingo, 20 de febrero de 2022

EL SUR. BENE. Adelaida García Morales

 “Mañana, en cuanto amanezca, iré a visitar tu tumba, papá. Me han dicho que la hierba crece salvaje entre sus grietas y que jamás lucen flores frescas sobre ella. Nadie te visita. Mamá se marchó a su tierra y tú no tenías amigos. Decían que eras tan raro… Pero a mí nunca me extrañó. Pensaba entonces que tú eras un mago y que los magos eran siempre grandes solitarios. Quizás por eso elegiste aquella casa, a dos kilómetros de la ciudad, perdida en el campo, sin vecino alguno” 


Así de doloroso da comienzo este relato que dio lugar a una de las películas más bonitas del cine español, El Sur, de Víctor Erice. 


Una, por mucho que se alimente de libros y películas, siempre será una bárbara ignorante. Desconocía esta deuda literaria y cuando a la vejez viruelas viene a mí, la busco para apagar mi ardiente sed dudas y poesía. La biblioteca acude en  mi ayuda. Abro el libro entre la reverencia y la agitación, recorro ávida las líneas y me emborracho con la prosa de García Morales. Sin embargo, poco a poco el cuento va aflojando su abrazo, el interés languidece y termina por dejarme hambrienta de unas emociones que sí proporcionó la cámara. ¡Qué frustración!


No es que G. Morales escriba mal; no es que la historia, aunque conocida, no sea sugestiva; no sé qué ha sido, pero no me ha conmovido lo que yo esperaba. Quizá mis expectativas eran demasiado altas y las ha desinflado una serie de lugares comunes que puede que para un lector no andaluz no existan, pero para una sevillana son demasiado familiares.


Reconozco el don de la autora para escribir los silencios, para darle voz a la ausencia, para inyectar de soledad el sol ardiente de Sevilla, para desgarrar el corazón inocente de una niña, para jugar al escondite con el misterio, en fin, para retratar una presencia tan ominosa como esquiva en ese padre en fuga como el agua que busca con la vara de zahorí. Y aún así, me quedé en un erial de sentimientos.


Recuerdo el argumento para las nuevas generaciones o los poco aficionados al cine patrio: ante el suicidio de su padre, Adriana nos abre su diario de infancia y juventud para intentar encontrar una respuesta que la alivie del dolor y la perplejidad en los que se haya sumida. Sale entonces a la luz una familia lisiada que vive autoexiliada en la campiña sevillana por capricho de un progenitor alérgico al contacto humano. A pesar de su introspección constante, Adriana es la única de los habitantes de la gran casa vacía que consigue acercarse a su distante corazón, construyendo una relación con su padre entre la fascinación y la obsesión que raya en lo malsano. Finalmente saldrá a la luz una vieja historia de amor truncada que trastocará el mundo de la protagonista.


“El Sur”, seguido de “Bene”, su continuación, es un relato intimista y autobiográfico, basado en la historia familiar de G.Morales que de este modo conjuraba una relación desafortunada con su propio padre. Su compañero de vida, Erice, decidió trasladarlo al cine dejándonos unas imágenes imborrables y una historia que cautivó al público español, a pesar de que los recortes de presupuesto dejaron la película sin rematar.


Aunque mis sentimientos hacia estos dos relatos no sean los más placenteros, recomiendo su lectura para acercarse a la obra de una autora tan especial como desconocida por el gran público. 


Sybilalibros


lunes, 24 de enero de 2022

CAMPO DE AMAPOLAS BLANCAS. Gonzalo Hidalgo Bayal

 Las edades del lector.

Cuando eres joven,  lees cosas que quieres vivir, sobre personajes que deseas ser, te las crees. De mayor comparas. Has vivido eso que lees, has sido como ese personaje. Juzgas, de paso que a ti mismo, el libro, por su verosimilitud.

 Campo de amapolas blancas pasa mi escrutinio, mi memoria dice sí, cabeceando. La memoria no puede ser exacta, como advierte Gonzalo Hidalgo Bayal, extremeño de 1950,  nada más empezar, pero debe ser verdad lo escrito.

Escribe Luis Landero en el epílogo admirativo que la novela trata de la amistad y la felicidad. Habla de cosas de veinticinco años atrás, lo que hace inevitable la melancolía, pero con ironía y cierto misterio que nos interesa, sin agobiarnos ni perdernos, no es un truco de novela moderna.

Es la historia de dos amigos, su conocimiento, encuentros y desencuentros. Los años sesenta y setenta, con aquella energía exploradora y rompedora, con y contra uno mismo y el mundo. 1968, ese año en el que no caben todos los que dicen haber estado.  

En estas menos de cien páginas muy bien escritas, encuentro ecos de Hermann Hesse, ecos como de cosa ya leída también, pero sucede que tengo sesenta años y fui joven alborotado, como los del libro. Lo recomiendo en cualquier caso, tenga usted la edad lectora que tenga.

Tusquets Editores, leo la cuarta edición de junio de 2016.

 Luis Miguel Sotillo Castro.

 

viernes, 10 de diciembre de 2021

EL DOCTOR CENTENO. Benito Pérez Galdós

Mucho ha corrido la novela en el siglo veinte, escapando de los antiguos; unas veces certera como flecha de Guillermo Tell, otras como pollo sin cabeza, con verdadero asco por los predecesores recientes. Galdós, garbancero; doña Emilia, naturalista ¡Se ha creído que es Zola!

El paso del tiempo compone y fija el paisaje libresco. Hace que, de las miríadas de letras que nos nievan constantemente, unas se deshagan como copos al sol y otras se consoliden en neveros. Hoy podemos decir que Valle Inclán es una maravilla, también Ramón,  Silverio Lanza… cualquier innovador  que quieran ustedes. Pero, como decía el teclista de Uriah Heep, contemporáneo de Deep Purple y Led Zeppelin, cuando le preguntaban por las bandas nuevas: Los grandes todavía estamos aquí.

 

Yo soy ecléctico y ordenaré mis libros cuando quepan en casa. No peleará Rimbaud contra Garcilaso, ni Lautremont  con Lope enamorado. Todos caben. Entre todos, don Benito  tiene un lugar especial. Sin duda, las mejores novelas históricas de siempre, son los Episodios nacionales, la primera serie especialmente. Tiene no menos de diez novelas más excelentes. Hemos olvidado la obra teatral de Galdós, pero en una ocasión, tras un estreno suyo, fue llevado a hombros hasta su casa; como les pasaba  a los grandes toreros, a los que despreciaba.

 

 Es un elogio recurrente en la crítica literaria alabar a quien convierte lo local en universal. Empiezas a leer  El doctor Centeno, ese muchacho tirado en un descampado madrileño de 1883, y sabes que el frío, el desmayo de las ilusiones, el hambre de todos los desprotegidos del mundo, están aquí. El garbancero ha vuelto a hacerlo. Con su penetración psicológica, su amor por los débiles, sus retratos inmisericordes de los fríos egoístas; su conocimiento de Madrid y de que los madrileños son seres humanos como los de Gary, Indiana y Madrás, India.

Los palos a la clerecía buscavidas, menos espiritual que una beata por el qué dirán, la crítica al “la letra con sangre entra”, al convencionalismo excluyente, son rotundos  y creíbles por no insultantes. Don Benito no necesita insultar, pues domina el idioma.

Tras esta novela conviene leer, en este orden, Tormento y La de Bringas.

 

Luis Miguel Sotillo Castro.

miércoles, 10 de noviembre de 2021

MORRIÑA. Emilia Pardo Bazán

A mediados de los setenta, en el colegio, de Emilia Pardo Bazán había que saber que era gallega, entre el XIX y el XX, pertenecía a la corriente literaria del Naturalismo y escribió Los Pazos de Ulloa. No es mucho, pero estaba ahí. Debo decir que sin prestigio, todos queríamos modernidades en los setenta, incluso los profesores,  también en los libros; lo del Naturalismo sonaba a aburrido y viejuno, al lado de la sempiterna modernidad de Valle Inclán, Lorca, etc.

Hoy se lee mucho a doña Emilia y es alabada. Se debe a dos motivos, uno práctico: al no cobrar nadie derechos de autor por su obra, se puede leer gratis en un Kindle. Por otra parte, se ha convertido en cartel feminista, ocultándose sus aspectos conservadores y el destino terrible de su hijo (Según la Wikipedia, fue fusilado durante la guerra civil, no se dice por quién. Supongan). Me alegro, en cualquier caso. Su talento para la novela y el relato es enorme, también su penetración para comprender la sociedad.

 Morriña es una novela madrileña de 1889, como Insolación, obra  más que moderna esta, fuera del tiempo, que es mi elogio preferido. De los vecinos de san Bernardo (Calle que atraviesa la Gran Vía hoy) habla Morriña. Los coches de caballos, el servicio, los visiteos formales y cotillas entre conocidos, jueces severos todos de la prosperidad ajena, ocultadores de las penurias propias.

Una dueña de su casa, su hijo estudiante, una criadita gallega, los tertulianos, entre talludos y ancianos, diletantes aburridos, que la doña recibe, son los personajes principales.

Doña Aurora, viuda gallega, es reina de su casa con aspiraciones a Emperatriz del barrio. Su hijo Rogelio, es estudiante en la universidad de San Bernardo, en el barrio; aprendiz de calavera, niño mimado, con tanta personalidad como un tipo de ojos vendados en el laberinto de la vida. Esclavitud es una moza gallega que viene a Madrid a servir; sus antecedentes familiares son vergonzantes, su capacidad de trabajo, admirable. Todos los personajes compartirán techo y vida, en ese Madrid de asturianos, gallegos, españoles de todas partes, incluso hijos capitalinos.

El título no deja de ser irónico, en cuanto que lo que hace desgraciada a la galleguita Esclavitud no es la tristeza por la lejanía de su tierra, si no la cerrazón de la gente, las habladurías, la importancia social de la impostura y la buena imagen.

Doña Emilia saja la sociedad con su bisturí pero, con la otra mano, tapa la hemorragia, a base de humor compasivo, galdosiano. Novela recomendable. Se lee rápido por el interés del cuento  y por el español claro, certero, de la autora, como siempre en ella.

 

Luis Miguel Sotillo Castro.

viernes, 15 de octubre de 2021

EL PERDÓN DE LOS PECADOS. Antonio Fontana

Sigo en mi agotadora búsqueda de autores españoles actuales que valgan la

pena y debo confesar otra decepción. Y eso que viene avalado por Acantilado y premio Café Gijón. 
De fondo (y que no falte) tragedia en la España profunda de posguerra, discapacidad familiar incluida.
Cansino, pesado, trasnochado, vulgar de puro visto y leído por más que el autor quiera darle tono cosmopolita copiando párrafos enteros de Rebeca de Du Maurier. Comparar Manderley con villorrio castellano de cerrado y sacristía es un sacrilegio. 
Vuelvo a preguntarme en qué piensan los miembros de jurados de premios literarios. Aunque sabiendo que la inefable R. Regás participaba en éste, debería haber hecho caso a mis justificados recelos.
No pierdan el tiempo.


Novelilla construida sobre un monólogo que entona un "mea culpa" tan repetitivo que un mantra tibetano tiene más letra. 



Sybilialibros


viernes, 30 de julio de 2021

EL MÉRITO DE SER DETECTIVE Y NO FUMAR. PACO SANTOS

Habría que cambiar la letra de las sevillanas de El Pali: “Ya no pasan cigarreras por la calle s. Fernando” porque durante la lectura de este libro no sólo han pasado, sino que se han vuelto a torcer cigarros sobre los donosos muslos trianeros. 

Y esta vuestra humilde reseñadora, ex-fumadora hace más de 20 años, no ha deseado más un pitillo desde que saliera de un examen en la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla, convertida en Universidad Hispalense para que bajo sus bóvedas se siguiera leyendo en voz alta y se fumara en los descansos laborales, eso sí, nada de orgullosos Partagás: Ducados o Fortunas patrios que era lo que gastábamos los estudiantes.


¡Qué gozada de lectura! Qué bien me lo he pasado con ese dúo de catástrofes andantes, el apocado León Hormiga (hay nombres y nombres) y el librero ácrata Narcís, jugando a detectives; me he mordido las uñas cuando salían los malos y cogían la delantera; he aprendido un montón de cosas interesantes y curiosas sobre la historia del tabaco; he saboreado y apuntado cada referencia literaria (y son muchas) sobre autores y humo que Paco nos descubre y al final, cuando he leído la última página/dado la última calada, he buscado con desesperación una continuación para empalmar un libro con otro, como Bogart en Casablanca, pero estaba el estanco cerrado y el bar de la esquina sólo vende Winston de matute de La Línea, más palos que tabaco/literatura.


¿De qué va esta locura?

 “Esta historia ha sido escrita en el humo; una larga bocanada que comienza con la primera fuma tabaquera de un europeo, Rodrigo de Jerez, allá por noviembre de 1492, y que envuelve en sus círculos concéntricos a Francisco de Goya y a la Duquesa de Alba, al empresario don Jaime Partagás y Ravell, misteriosamente asesinado una noche de julio de 1868 en sus plantaciones de Vuelta Abajo (Cuba), a un clan de mafiosos neoyorquinos, y a los amigos León Hormiga y Narcís, nacidos ambos para perder, y que se verán inmersos en el humo de los habanos y de la pólvora, decididos a vivir una aventura digna de las mejores novelas de detectives” Contraportada bene dixit.


Adentrarse en la indisoluble hermandad entre tabaco y literatura, en particular desde el género policíaco, no tiene dificultad, es fumarse un habano mientras se calienta un coñac en la mano; pero hacerlo a partir de un protagonista que no fuma por problemas cardíacos, un alfeñique sin agallas, humillado de contínuo por su hermano-matón cuyo mejor amigo es un librero loco que se pasea desnudo por su negocio es tan osado como un Goya (cigarro) con una Fanta de limón y sin hielo, no sea que se le coja a la garganta. Paco no sólo lo consigue sino que sale a hombros de este relato subversivo, paso a paso, templando el ritmo narrativo, introduciendo pruebas y personajes cuando son necesarios, sin engañar al lector, hasta llegar a un clímax que te deja con el corazón encogido.


Es una novela que va a más, cada inicio de capítulo te pide una calada honda, inhalar humo hasta el último bronquio y no soltar hasta el punto y aparte mientras te dejas robar el corazón por unos personajes entrañables. Incluso los malos tienen su encanto, como los Celtas sin boquilla.


Doy gracias por tener amigos que escriben tan bien y encima, historias interesantes. Y a Paco en particular por regalarme un nuevo ídolo detectivesco. ¡Adiós,Spade! ¡Adiós, Marlowe! Bienvenido León Hormiga


Sybilalibros


martes, 22 de junio de 2021

CRÍMENES EJEMPLARES. Max Aub

Hablan dos tipos paseando por Madrid. Pregunta uno: ¿Crees que tendremos una guerra? Responde el otro: No hombre, no; la cosa está mal, pero, ¿una guerra? ¡Estamos en pleno siglo XX!

 La acción transcurre en julio de 1936. La novela es Las buenas intenciones (1954), de Max Aub. También me gusta mucho su La calle de Valverde (1961). Sé que su obra más prestigiosa es la serie de seis novelas llamada El Laberinto Mágico; no la he leído, sí me interesa.

 Aunque Max Aub tiene nombre como de personaje de tebeo, es actor dramático en el desgraciado siglo XX. Actor, sí, obligado a representar un papel que escriben otros. Hombre zarandeado por guerras y emigraciones. El siglo XX fue una función dirigida por egoístas desmadrados, pastores que odiaron a los rebaños, propios y ajenos. Sobre las tablas Aub olió la sangre derramada por los hombres. Debió huir de Francia y de España. Como español hijo de alemán y francesa, no se libró de ninguna desgracia colectiva. Nacido en 1903, hubo de sufrir las dos guerras mundiales y la española. Encontró por fin la tranquilidad en el exilio mejicano. No necesito aclarar que tranquilidad y felicidad no son o mismo.

Para situarlo políticamente, porque la anécdota es importante además, diré que para la Exposición Internacional de 1937, como agregado cultural en la embajada española republicana en París, Aub encargó a Picasso una obra; sería el Guernica.

 Crímenes ejemplares es una colección de desahogos, creo yo, con un formato de greguería o aforismo que hoy triunfaría en Twitter. Piezas breves de humor negro. En pocas líneas, un asesino describe y justifica un asesinato, cargado y sobrado de razón, a su entender. Por ejemplo:

 -De mí no se ríe nadie. Por lo menos ese ya no.

 Uno piensa que estas ocurrencias mínimas y contundentes desnudan la maldad del siglo. Tanto discurso florido e ideológico que desemboca al fin en la destrucción del contrario. Aub nos dice que, ya que los dirigentes, apoyados en los malos instintos de las personas, terminan por matarnos o esclavizarnos, al menos podrían ahorrarnos la cháchara. No me aburras, ya que vas a acabar conmigo.

Leer de un tirón estos relatos mínimos no es aconsejable. Se cansa uno de la repetición. Debemos descansar de todo, también del ingenio.

Más que estas greguerías siniestras, me gusta el trabajo de Pedro Tejada Tello. No deja aspecto de la vida y obra de Aub sin tratar. De hecho, de las 453 páginas del libro, sólo 165 son los crímenes ejemplares, el resto es un estudio imprescindible para los seguidores de Max Aub.

El libro es precioso, por el tipo de letra, la numeración en rojo y las ilustraciones de Pedro Arjona. Edita Reino de Cordelia, en 2020.

Termino este comentario ya,  porque no hay que ser pesado:

“Lo maté porque me propuso un ciclo de conferencias en Madrid. Lo enterré en el jardín”.

 

Luis Miguel Sotillo Castro.

 

 

 

 

 

miércoles, 2 de junio de 2021

EL DESORDEN QUE DEJAS. Carlos Montero

Con un título atractivo, una sinopsis de contraportada sugestiva y el aval del premio Primavera de Espasa podría haber sido una gran novela si el autor no se hubiera dejado arrastrar por el consumo fácil y rápido, dirigiéndose a un público de masas fundamentalmente joven y tocando temas de tremenda actualidad pero de manera superficial: gran impacto pero poco fundamento.

La premisa del argumento es buena: una joven profesora de Literatura, atrapada en un matrimonio tan inestable como ella, tiene que cubrir una baja en un instituto de un puebluco de Orense. Cuando llega a su destino descubre que la profesora anterior, una superwoman física e intelectual, se ha suicidado y algunos apuntan a que varios de sus alumnos la incitaron a ello. Sin mediar motivo, empieza a ser acosada y amenazada por esos alumnos y su reacción será lanzarse de cabeza a investigar sola la muerte de su antecesora, con lo que se precipita el caos novelero, que no novelístico. Así, lo que apuntaba a un interesante thriller psicológico se queda en telefilme de sobremesa.

A montar este folletín contribuyen, y no poco, unos personajes tan arquetípicos que, a su lado, Bob Esponja es Kafka: Raquel, la protagonista, es una profe modelo de la nueva hornada del buen rollo escolar que arrastra todos los traumas típicos del susodicho telefilme; el “trío calavera” de acosadores: Iago, Roi y Nerea, prototipos de adolescentes de serie juvenil de TV; el señorito golfo del pueblo, empresario y explotador, culpable de la ruina económica del lugar, un Jesús Gil a la gallega pero sin “pimentón” de gracia; el marido mediocre de Raquel y su tradicional familia que no acepta a la chica…Un conjunto curradísimo, vamos.

Acorde con el  veloz impulso juvenil que alienta el libro, su lectura es rápida porque su escritura es como un torrente de diálogos desbordado, bastante planos, aunque perfectamente trabados, hay que reconocerlo. Pero anda escasa de las necesarias pausas narrativas de los párrafos (porque los desquiciados y largos monólogos interiores de la protagonista no se pueden calificar de tales) y abundante en un lenguaje “colega” que se extiende a todos los personajes sin importar estatus ni formación, factores que conducen a una absoluta falta de empaque literario. Yo definiría su  estructura como la de un guión fílmico en el que las acotaciones han sido sustituidas por breves apuntes narrativos. 

Y tiene un por qué. Aunque la editorial no lo mencione en la clásica solapa, Carlos Montero cuenta con una larga y fructífera carrera como guionista de TV y es una de las plumas artífices de esos fenómenos televisivos llamados “Compañeros” y “Física y Química”. Creo que esta información explica por sí sola todas las carencias del relato que nos ocupa.

Si sois asiduos de mis comentarios lectores os preguntaréis por qué no abandoné  a la primera tontuna. Lo hice, en un par de ocasiones. Pero confieso que mientras leía se iban formando nubes de tormenta en mi cabeza, cual Próspero convocando tempestades de crítica perversa. Y me produjeron tales cosquillas cerebrales que terminé la lectura sólo por darme el gustazo de hacer esta reseña. 

Sí, lo reconozco, he sucumbido a la mala baba, pero es que cada palabra que leía me afilaba aún más el colmillo (y no he comentado todo lo apuntado por no hacer la reseña larga).

Pero me redimo en un pispás: si algunos de los lectores tienen hijos que crecieron con las series de TV aludidas  que lo lean que lo van a disfrutar  porque se van a sentir muy identificados.

ADENDA: Aún me sigo preguntando qué pensaba el jurado del premio al otorgarlo a algo tan falto de esencia literaria. 

Sybilalibros


martes, 9 de febrero de 2021

LA LLUVIA AMARILLA. Julio Llamazares

 

Entre la metáfora dolorida y el homenaje pirenaico a “Mientras agonizo” de Faulkner, así transcurre este monólogo del último habitante del pueblo abandonado de Ainielle, en el Pirineo aragonés.

Mientras Andrés yace acosado por los fantasmas de las estaciones, únicas residentes en este esqueleto de poblado, su enfebrecida mente evoca, en un siniestro juego de la memoria, a todos los que se han ido: esposa, vecinos, el hijo exiliado con el que cortó lazos.

De una manera errática, confundiendo recuerdos con temporales de nieve, muertes con lluvias amarillas de octubre intenta encontrar las huellas que le conduzcan al momento único en el que era él, antes de que el deshielo de la muerte lo arrastre en una colada informe de barro.

Inspirado en los pueblos obligados a desaparecer en la España interior, la prosa poética de Llamazares conforma un relato estremecedor de soledad, crueldad, locura, naturaleza enérgica y primigenia, para hablarnos del paso del tiempo, el de pisadas mullidas, el de zancadas torrenciales. La lluvia amarilla sería una metáfora de todo ello:

aquella era la lluvia que oxidaba y destruía lentamente, otoño tras otoño y día a día, la cal de las paredes y los viejos calendarios, los bordes de las cartas y de las fotografías, la maquinaria abandonada del molino y de mi corazón”

Sin duda uno de los relatos que más me han impactado en los últimos años a pesar de las sensaciones contradictorias que provoca: la tremenda pena y desolación que encogen el corazón mientras lees, que te obligan a interrumpir la lectura porque ya no puedes más (al menos en mi caso), contrastan con la bella prosa de Llamazares que te empuja a continuar.

Absolutamente vigente a pesar de haber sido escrito en 1988, recomiendo su lectura para la que hay que armarse de una más que notable presencia de ánimo.

Sybilalibros

 

 

viernes, 11 de diciembre de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS. Juanjo Ávila García

 La abolición de las obligaciones. ¿Quién no ha soñado con ello? ¡Me gustaría ser monje en convento, fuera los problemas de la vida! Los solitarios se alegran de la pandemia en secreto, pues les permite vivir encerrados con un motivo noble, no matar contagiando. Pero si algo tiene la vida es humor negro. Resulta que los monjes sí tienen obligaciones y horarios estrictos, que los solitarios quieren dejar de serlo cuando menos pueden.

Un hombre es isla con un continente humano enfrente. Según la marea, los vientos, la Luna de fuerzas incomprensibles, puede comunicarse o no. El malvado Sartre, típico intelectual enemigo de la libertad en nombre de la libertad, tiene una frase apreciable: El infierno son los otros.

  Nuestro protagonista, Juanjo, que al leer ese “nuestro” daría un respingo, tiene aspiraciones de escritor y amante. La revelación de que conseguir ambas cosas depende de la pelea interior le desasosiega. ¿Cómo van a quererme si mi lucha interna no cesa? Arrojado, porque comunicarse es arrojarse con paracaídas sin seguro, se relaciona.

Vive en una Granada clausurada por el virus
, como una alcoba pequeña con sábanas fantasmales tapando los muebles añejos y bellos. La madre, las mujeres (que para los varones nada tienen que ver), un amigo enloquecido, otro fiel, un psiquiatra obcecado, símbolo de la corrección mental, policías como meros instrumentos de los mandamases, un tipo angelical y otro luciferino, son los personajes temidos, amados, inexcusables de este relato de un hombre que escribe un diario.

  ¿Cómo está escrito? Muy bien. Salpicado de definiciones, metáforas, comparaciones de la Muerte. Una paloma lleva en el pico el séptimo sello. Ávila García siempre me ha parecido un Valdés Leal de la escritura, barroco y febril, pero sin más virus aparente que el amor por las palabras. Eso no es renunciar a la vida, al contrario, es valorarla por frágil. Transmite verosimilitud  y vitalidad. Con sus citas cinéfilas nos recuerda que ver cine es vivir, como leer, escuchar música, como todo lo que nos mantenga curiosos.

Lean este libro si creen que la bonhomía y la cultura son nuestra tabla de salvación, con pandemia y sin ella.

Edita Adarve, octubre de 2020, 307 páginas estupendas.

Comentario de Luis Miguel Sotillo Castro.

miércoles, 11 de noviembre de 2020

LA BUSCA. Pío Baroja

La Busca, primera parte de la excepcional trilogía “La lucha por la vida” (las siguientes: Mala hierba y Aurora Roja) narra la progresión descendente de Manuel Alcaraz, un chico de provincias que va a la capital a buscarse la vida, pero sólo le sale al encuentro la mala. Su apatía natural hace que se deje llevar por las circunstancias y  por gente de mal vivir aunque no tenga alma de maleante.

Así que toca arremangarse las enaguas, ajustarse el mantón y ceñirse el chalequillo.

Viviremos en pensiones tan estrechas y oscuras que sorberemos el cocido a tientas en el pasillo.

Dormiremos en suelos de corralas apretujados contra golfos y modistillas. No habrá qué comer, pero sí calentaremos nuestras tripas con aguardiente de navajas en tabernas del Manzanares.

Si habemos dos duros, tomaremos café en el Lisboa y luego iremos al baile de las Vistillas con la Rabanitos y la Fea. Si los bolsillos están carpantas, apandaremos unas tiras de encaje o un fardo de crespón con los randas Vidal y el Bizco, a ver si lo colamos al trapero del Rastro.

Si hay que najarse (¡moler!), a pasar la noche en las cuevas del Cerro de los Santos y ya mendigaremos a las “marquesas” de la Doctrina un mendrugo tan duro como su corazón.

Aprenderemos un oficio en el que se cobra en desprecio, sufriremos hambre, frío, traición y abandono, pero habremos conocido el verdadero Madrid de la Restauración.

Y mientras, reprimiremos las ganas de darle un zamarreón a Manuel y decirle que espabile, porque no son más que el reflejo de la maestría de Baroja a la hora de retratar a sus personajes y abocarlos a las más sórdidas de las situaciones para luego dejarles respirar unos minutos fuera del cieno.

Cualquier autorzuelo actual megaventas llenaría 500 folios regodeándose en palabras vacías para construir una novela así. Don Pío, con cuatro pinceladas vibrantes, un léxico riquísimo, un conocimiento verdadero de los suburbios de Madrid (pues los vivió de cerca) y de su habla, nos regala una obra maestra de 190 páginas en la que palpita ese impulso Regeneracionista tan característico del autor como de la Generación del 98.

ABSOLUTAMENTE IMPRESCINDIBLE para los madrileños que se sientan orgullosos de serlo, para los que amamos de lejos esa Villa y Corte de los Milagros; para los amantes de la literatura con mayúsculas, los curiosos del habla de los bajos fondos y de los cambios sociales de la España de finales del s. XIX. Toda una amena y fiel lección de historia. 

Y a los que se pirran con el jamón york de Dickens, les invito a que prueben el realismo social “pata negra” patrio. Ni punto de comparación.

¡No se pierdan las continuaciones!

 ADENDA: Yo he leído una edición infame de El Mundo que andaba por casa, con más fallos de tipografía que la carta de un loco. Si tienen oportunidad, háganse con una buena edición porque la obra lo merece.

Sybilalibros

 

 

 

lunes, 26 de octubre de 2020

LABERINTOS. Jesús Fernández Santos

 

Madrileño de 1926, Fernández Santos es autor de la célebre en su día, no sé hoy, “Extramuros”, de ambiente conventual femenino. Tiene versión cinematográfica. Con Garci en la producción, la dirigió Miguel Picazo; las actuaciones de Mercedes Sampietro y Carmen Maura fueron muy elogiadas. Me gusta más su novela  “El hombre de los santos”. Murió en 1988.

  En “Laberintos” un grupo de amigos se encuentra en Segovia para pasar la Semana Santa, 1960, más o menos. Son pintores y escritores, en distinto grado de “consagración”, desde los que ya han participado en exposiciones hasta los que tienen lo mayor de su obra en el pensamiento. El arte como mercado y modo de vida. La mirada sobre los personajes no es nada amable. Serían como barriobajeros barojianos en “La busca”, si no fuera porque no pasan necesidad, son clase media, hijos de los vencedores de la guerra. Hablan más de influencias y dinero que la esencia del arte. Son diletantes con tendencia al cotilleo, para más inri. El mejor personaje es una mujer entre varones, pintora desubicada, tan alejada de realizar sus sueños como de la felicidad conyugal con Pedro, su marido.

  Estamos en una España en la que uno quiere telefonear de Segovia a Madrid, poner una conferencia se decía, y le informan: “Tiene hora y media de demora”. Una Segovia, ciudad turística, visitada por extranjeros incluso, en la que cierto bar es “el de la televisión”, artefacto novedoso. Ya no es la España de la represión feroz de los cuarenta. El aburrimiento, la grisura ambiental,  duele más a nuestros personajes que la falta de libertad política.

  Quiero recordar, ya que no suele decirlo  el antifranquismo de hoy, básicamente lanzadas a moro muerto, que Franco murió en la cama sin tener más opositores fuertes que el PCE y la banda de asesinos ETA. Los protagonistas de esta novela son característicos de su tiempo. Gente que no se mete en líos, conformista;  buscadores de confort y alegría en una sociedad triste pero, para ellos, tranquila.

 Leo la edición de Argos Vergara de 1980, el copyright de Santos es de 1964 y 1980, por lo que revisó la novela en democracia. 180 páginas más tristes que amenas, bien escritas.

 Comentario de Luis Miguel Sotillo Castro.

 

jueves, 20 de agosto de 2020

CARRETERAS SECUNDARIAS. Ignacio Martínez de Pisón

Con todo el dolor de mi corazón he tenido que abandonar esta prometedora lectura por culpa de uno de sus protagonistas, el adolescente tocanarices. Me resultó tan incómodo, tan desagradable, tan falto de gracia que ni el entrañable desastre que es su padre, el otro protagonista en esta novela de carretera, ni el buen hacer narrativo de su autor consiguieron que aguantara más allá de la mitad.

Creo que también ha influido el buen recuerdo de la película de Martínez Lázaro protagonizada por Resines y F. Ramallo, que compone un Felipe más dulce que el del libro, siendo el guionista del film el propio Martínez de Pisón, curiosamente.

A pesar de mi tropiezo os dejo sinopsis de la novela porque creo que merece mucho la pena y puede interesar a alguno de nuestros lectores.

Felipe, un adolescente quinceañero, y su padre viajan por la España de 1974 en un Tiburón que es su única posesión. Su vida es una continua mudanza por cutres apartamentos de la costa española en temporada baja. En cada estadía, algún acontecimiento o inesperado encuentro va desentrañando aspectos de la vida del padre de Felipe que él no comprendía y de alguna manera, los involucran en nuevos problemas que les empujan a una  huida hacia delante en la que se suceden los tropiezos con otros perdedores, los negocios más o menos clandestinos, mientras Felipe va descubriendo el mundo y el amor.

Sybilalibros

martes, 2 de junio de 2020

SI TE DICEN QUE CAÍ. Juan Marsé


“Si te dicen que caí” es un verso del himno de la Falange, Cara al Sol. Muchas veces lo canté de niño, en el colegio, en los campamentos de verano. Falange, con sus leves cambios posteriores en el nombre, es una organización fascista fundada por José Antonio Primo de Rivera en 1933. Se hizo muy poderosa en la postguerra, bajo el mando de Franco.

 Esta es una novela dolorosa, se lee con desasosiego, sobre los años 40 en Barcelona. Marsé la publicó en Méjico en 1973, el año del asesinato de Carrero Blanco, Presidente del Gobierno, penúltima mano derecha de Franco. En España salió con gran éxito en 1976, año del referendo sobre la Ley para la Reforma Política, que daría paso a la democracia.

 Niños. La infancia de arrabal pobre siempre tiene algo terrible. Buscarse la vida, atracar o ser atracado, chapotear por los descampados; también  hallar magia en las ruinas, misterios en las oscuridades, miedos y tesoros en las trincheras abandonadas, niños al fin. Pero a esto hay que añadir en esta novela la miseria en la postguerra, la orfandad o los padres encarcelados, la represión, la tópica grisura de la época.

 Adultos. Las reacciones de la gente bajo el primer franquismo, en Barcelona en este caso, van desde la cabeza baja buscando los garbanzos para la familia hasta el intento de prolongar la guerra mediante el terrorismo, sin otro resultado que matar y morir en vano, dar excusa para el empeño gubernamental en no relajar la represión inmisericorde.
 Marsé elude la monotonía del realismo social literario con un lenguaje rico y creíble, con una estructura y un manejo del paso del  tiempo muy buenos, más una caracterización de los personajes cruda, detallada  y verosímil.

 Leo una edición de 2001 fácil de encontrar en las librerías de viejo, muy barata. Correcta, con prólogo reverente y breve de Alicia Giménez Bartlett. Editó BIBLIOTEX para el diario El Mundo.


Luis Miguel Sotillo Castro

miércoles, 13 de mayo de 2020

IRSE DE CASA. Carmen Martín Gaite


Mi abuela querida murió en 1995. Antes, digo antes por coherencia y otros motivos más o menos evidentes en los que no me entretengo ahora, paseaba con ella. Caminando por Madrid, Colón, donde el teatro de la Villa y la fuente sonora y refrescante, me cuenta que en la vida no ha hecho otra cosa que trabajar; me angustio un poco. Entonces nos miramos unos segundos una señora que pasa por allí y yo. Gorro, pelo canoso y mirada inteligente, buena. Pienso: algún día leeré algo suyo, mujer igual de respetable pero que ha vivido, a la vez que ella, en un mundo diferente al de mi abuela. Es Carmen Martín Gaite.
Como soy un tipo sin prisa, más de veinticinco años después leo “Irse de casa”.

Solos no somos nada. Verdad que emana de la dedicatoria y las dos citas, de Aldous Huxley y Clarice Lispector,  que abren la novela y que esta confirma. Consecuentemente, la protagonista está acompañada por muchos personajes que son personas. Gran logro.

 Amparo regresa a su ciudad natal tras cuarenta años. Partió joven del hogar provinciano a la desmesurada  Nueva York. Todos hemos creído estar en Nueva York, en las series de televisión, las películas y porque nos conforta el conocimiento superficial. Creemos comprender el lago viéndolo, sin sumergirnos en él. Conocemos las ciudades provincianas, sin enterarnos de gran cosa pues vivimos soñando con otras. Partimos y llegamos quién sabe a dónde; por el camino nos entretenemos, vivimos. En ocasiones, nos es dado volver al puerto de origen. Los riesgos del regreso son variados, temibles. ¿Te darás dos besos al encontrarte contigo mismo? ¿Te romperás la cara, nariz contra la misma nariz? Yo, de natural alegre, opto por la segunda opción. El regreso es desasosiego, en el mejor de los casos. La felicidad antigua es memorable pero no revivible, la desgracia se complace en repetirse. La memoria es un martillo inclemente.

 Amparo tiene hijos, varón y mujer que, como cada actuante en la novela tienen sus problemas, alegrías, personalidades, avatares. Al hilo del hijo, guionista y director cinematográfico, recorre la novela una comparación atinada entre la vida y el cine. Todos intentamos escribir un guión, con aciertos, errores y dudas, para realizar la película que es nuestra vida. Mención aparte merecería el personaje de Olimpia, si esto fuese algo más que una incitación breve a la lectura.
 La sensación que nos queda tras la novela es alegre. La vida es complicada, pero eso mismo la hace atractiva. Amparo, esta mujer mayor, no anciana, acaba su andanza por el libro decidida y con proyectos.

No suelo hablar de las contraportadas. No las soporto en los libros de ficción. Me quieren convencer de lo que ya he decidido, leer el libro; a menudo, me lo destripan. Hace mucho que no pico, sólo las leo tras terminar la novela. Debo decir que esta es muy buena, debería venir firmada.
Novela escrita entre 1996 y 98. Leo la edición correcta de ANAGRAMA de 1998.  349 páginas muy bien escritas en las que nunca decae el interés.


Luis Miguel Sotillo Castro

lunes, 15 de julio de 2019

ULTIMAS TARDES CON TERESA. Juan Marsé


No puedo. Abandono. Me rindo. 224 páginas he aguantado, soltándolo, cogiéndolo. 
¡Ay señor Marsé! Es usted un orfebre de la palabra, pero esas eternas frases coordinadas, esa escasez de puntos y aparte, esos párrafos que constituyen por sí mismos un relato, acaban conmigo.Aunque lo que me ha tumbado de verdad son los protagonistas. 
No se trata ya de absoluta falta de conexión con ellos y su historia por mi parte. Es que ¡¡¡No los soporto!!! 
Si me revienta el afamado Pijoaparte, niñato charnego y arribista del lumpen del Carmelo barcelonés, Teresa, la pijaprogre pseudointelectual revolucionaria aburrida de su vida acomodada me supera. Y no entro en la imagen del emigrante andaluz que transmite porque arde Troya. 

Me dicen que la he leído ya vieja, que con 20 años hubiera caído rendida a esta historia de amor interclasista. Pero no lo creo, porque apenas me interesa la época de los 60 que narra y mucho menos la confrontación social en la Cataluña del momento. Es una cuestión personal. 
Al margen de esto, sí quiero destacar el valor histórico de la novela, casi diría que fundacional en la literatura de la Transición, todo un hito del que oía hablar de pequeña. 
Y la innegable calidad literaria. 
Aunque me exasperaban las frases sin fin, la adjetivación de Marsé es de cátedra ¡Y eso que era autodidacta!; las descripciones de Barcelona, casi me atrevería a decir que la verdadera protagonista de la novela, y de los personajes son tan ricas, complejas y tan poco convencionales que constituyen por sí solas un aliciente para su lectura. 

Prueben a leerlo y si tienen la suerte de que los personajes no les producen la urticaria que me han causado a mí, disfrútenlo que merece la pena.

Sybilalibros @YoLibro

viernes, 14 de junio de 2019

EL HOMBRE DE LOS SANTOS. Jesús Fernández Santos

Si tenemos un presente estable y próspero –en caso contrario, no estamos para ociosidades- , nos dedicamos a pensar en nuestra vida, además de vivirla. Somos nuestros recuerdos; estos son un fresco en una iglesia irrelevante, atacado por los hongos, la humedad, los cambios de temperatura, bajo un tejado endeble y agrietado. 
Fernández Santos, madrileño de raigambre leonesa, vive entre 1926 y 1988. Amigo de Ignacio y Josefina Aldecoa, Medardo Fraile, Rafael Sánchez  Ferlosio, Carmen Martín Gaite; gente de fama más merecida que estridente, grandes escritores todos. Autor de éxito, muy premiado, también es cineasta, relacionado con Mario Camus y Carlos Saura. 

“El hombre de los santos” obtiene el Premio de la Crítica en 1969. El protagonista, copista de joven en El Prado, restaurador,  se dedica a salvar pinturas en peligro, esas que sufren el abandono en las viejas ermitas e iglesias de nuestros pueblines. Trabajando en aldeas anónimas, termina por añorar Madrid; en la capital, acaba por desear huir a algún pueblo medio muerto. Reflexión e insatisfacción. Discreto culo inquieto. Hombre de familia sin vocación.

El curilla de aldea y el salvador de pinturas, ambos con oficios delicados; cuidar y guardar almas, colores, pigmentos, secretos, coinciden en lo dudoso de su vocación, entre campesinos y monjas. Esto impregna el libro de desasosiego y tristeza.
Una boda en las afueras.
El protagonista casa a su hija en el barrio, frontero a la tapia de la Casa de Campo. Padrino sin ilusión, toma copas en los quioscos del Manzanares para no estorbar en casa. Paga rondas y recuerda el viejo Madrid de los años 20. “Era Madrid pequeño y luminoso”; “Aunque había menos luces, sólo un par de cines...” Creo que lo verdaderamente luminoso era la infancia.

La novela está excelentemente escrita, no así editada. Advierto, con disgusto, en esta entrañable colección Libro amigo de Bruguera, algunas erratas y una falta de ortografía. Es edición de 1981, 318 páginas; 250 pesetas en su día, un euro hoy en mercadillo.

Luis Miguel Sotillo Castro


martes, 14 de mayo de 2019

LA SIRENA NEGRA. Emilia Pardo Bazán

La fama que doña Emilia, La Coruña, 1851-1921, ha tenido durante décadas ha sido pobre; fama de alas atadas, metida en un cajón con aire rancio, páginas inmóviles. Menos por mujer que por señora anticuada, conservadora y condesa -¡el colmo!- ha sido poco leída; atrapada por la etiqueta Naturalismo, esa cosa que suena a convencional y antigua, sólo perdonada a Zola, que como francés goza de buena propaganda. Por suerte, hoy se la lee más, reconocida como feminista, capaz de escribir correspondencia picarona. ¿Frivolidad? Evidentemente, la consideración de las figuras literarias es tan social y política como de buenas o malas letras.

Novela “La sirena negra” del Madrid de 1908, con excursión al mar gallego. Bien escrita, se lee con agilidad mientras se disfruta el vocabulario rico. Tiene un protagonista curioso, quizá psicótico; obsesionado y morboso, seguro. Mientras sus andanzas y la sociedad madrileña son tratadas con ironía, todo va bien. Se estropea al final, cuando doña Emilia se pone tremenda y didáctica. Lo que venía como sátira de usos y costumbres llega a lección moralista. Es como si la autora hubiese empezado la escritura como diversión y la acabase con la seriedad extrema del abatimiento, por algún motivo que desconocemos.

La recomiendo sólo después de “Los pazos de Ulloa”, “La madre naturaleza”, “Insolación”, “La tribuna”, “Un viaje de novios”; también sus cuentos, principalmente los de ambiente gallego.

Leo una edición electrónica. Los que gusten de este medio, pueden leer todo lo citado gratis en ebook, correctamente editado. 

Comentario de Luis Miguel Sotillo Castro.

miércoles, 8 de mayo de 2019

LIBRO DE BUEN AMOR. Juan Ruiz, Arcipreste de Hita.

Juan Ruiz, de Alcalá de Henares, vive entre 1283 y 1350. Un arcipreste es un sacerdote que tiene a su cargo varias parroquias por delegación del obispo. Nos lo imaginamos, en el siglo XIV, con un buen pasar, sin los apuros que sufría a menudo el clero bajo.
Hita es un municipio de La Alcarria, nunca muy poblado, pero de situación estratégica durante la Reconquista. Se apodera de él Alfonso VI en 1085, el año de la recuperación de Toledo. Para entender el entorno de Buen Amor y sus influencias, sabemos que en el siglo XIV Hita tenía barrios judíos y moros y que producía vino en abundancia.
Escrito en torno a 1340, reinando Alfonso XI, es un texto clave de nuestro idioma. Si en Mío Cid la lengua tiene la belleza espontánea de la niñez, en Buen amor tiene algo de adolescente desgarbado, mas entrañable y llena de promesas; caminando hacia la plenitud de Jorge Manrique.

Como gran clásico de la literatura que es, Libro de Buen Amor –nombre recomendado por Menéndez Pidal en 1898, pues los manuscritos conservados de la obra de Juan Ruiz carecen de título- nos da lecciones. Una, que en la Edad Media se escribía con humor, sátira, crítica, lo que contradice el tópico oscurantista. Otra, que la verdadera seguridad en uno mismo lleva a la modestia. El arcipreste cree poder, nada menos: “Dar leçión e muestra de metrificar e rrimar e de trobar”, mas al final del libro da permiso para que cualquiera amplíe o corrija su texto, con la sola condición de que lo haga bien. Eterna lección de humildad para los junta palabras.
La Celestina y don Quijote asoman en estos versos, como fantasmas que serán realidad gozosa en el futuro.
Compré barata esta edición de 1977. Tengo el número 720 de la tirada de 2000. Son tres volúmenes. El primero con un estudio sobre la época de Manuel Criado Val e ilustraciones de Eduardo Vicente, hombre este cuya biografía marcada por la guerra conviene leer. El segundo con el poema, ilustrado con iluminaciones hermosas del libro de la montería, del siglo XIV. El tercero un facsímil del códice de Toledo; una edición fotografiada, mejor dicho, del manuscrito de finales del XIV. 

Termino este comentario, porque, copiando a Juan Ruiz:
Quiero abreviar la predicación,
Que siempre me pagué de pequeño sermón.

Comentario de Luis Miguel Sotillo Castro.

martes, 23 de abril de 2019

CHISTERA DE DUENDE. Felipe Benítez Reyes


Hacía mucho tiempo que no me reía a carcajadas con un libro, y este lo ha conseguido: por el desfile de tipos sureños, tan cercanos a mí, por los retruécanos constantes, por la guasa, por lo disparatado de la trama y porque esta se desarrolla entre Sevilla, Jerez, Sanlúcar y Rota. En casa, vamos.

 “Chistera de duende” es la epopeya de un poetastro que vive del sablazo a su madrina en el hostal que esta regenta junto a su querendón (¡¡Cómo me gusta esa palabra!!). Gonzalo de Lerma, seudónimo con ínfulas de señorito, que aunque se critiquen, todo mindundi acerero aspira en secreto a ello, ansía una carrera literaria al modo de los parroquianos del famoso Café Gijón, pero en el cerrado pueblo sureño donde reside (Rota, aunque no se cita) únicamente puede leer su obra en un vetusto café donde las fuerzas vivas anatemizan sus versos surrealistas. Una noche de fuerte esgrima verbal por un quítame allá una sinécdoque empuja a Gonzalo y a su amigo autor teatral que anhela la revolución obrera a través de las bambalinas, a una persecución delirante para destapar una conjura palaciega que ya hubiera querido el contubernio judeo-masónico franquista, supuestamente tramada por los rancios recitadores del casino: un abogado respetable putero que escribe novelitas de ligueros sicalípticos, un cronista oficial que hace encajes de linajes por encargo y un avispado comerciante de maquinaria agrícola, comandados por un conde italiano que como todos los ídem, ni es conde ni es italiano, que a su vez se entiende con el arzobispo de Sevilla. Un despiporre en toda regla.

“Chistera de duende” es una fiesta de las palabras, una algarabía de metáforas, un tiovivo de personajes, un banquete de humor con platos finos, cínicos, guasones y a veces hasta astracanados; un paseo por Valle, Jardiel y Azcona. Y aunque su egregio autor haga acto de contrición en el epílogo de esta edición, excusando supuestos errores por ser novela primeriza, os aseguro que es una auténtica gozada leerla, hasta tal punto que estoy decidida a devorar la obra completa de este genio. ¡Qué satisfacción hallar por fin un autor español que me de tantas alegrías!

Recomendable es poco. Si no fuera porque estoy en contra de la lectura obligatoria, os la exigía. Aquí os dejo una muestra de lo que comento sobre los juegos de palabras:
"Lerma dio unos cuantos traspiés con las butacas de peluche, rojas y redondeadas como labios de diva del sexo, y alcanzó la calle bajo la sensación de haberse fugado de una pesadilla contradictoria y especialmente mal estructurada (...)
Se volvió y vio una silueta que bajaba por la calle con esa lentitud inquietante propia de los asesinos y de los enfermos del corazón. La brasa de un cigarrillo se encendía en el rostro de la silueta y las bocanadas llenaban el aire de un humo barroco y teatral, componiendo volutas de misterio" 

Sybila @YoLibro


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