Esta autora me vuelve del revés.
Daría lo que fuera por vivir sus experiencias al lado de los libros.
Mary Ann Clark no escribe novelas propiamente dichas, sino que cuenta su
vida en anotaciones (Notebooks se denominan en inglés los títulos publicados
por Periférica. Este es el volumen I) dotadas de tal elegancia, lirismo y
evocación que trasportan al lector sobre una alfombra mágica a su mundo,
dejándola aparcada como marcapáginas de sueños en cada uno de los libros que ha
leído/hemos leído. Porque los hitos de su azarosa y desgraciada vida los
cuentan sus lecturas.
En este están Stendhal, Proust, Verlaine, Defoe (qué significativo es
Robinson para el apátrida, el exiliado, el refugiado), Thomas Hardy, Flaubert,
Balzac y otros, mayoritariamente franceses ya que el relato se desarrolla en un
pequeño y encantador pueblo de Normandía donde la autora se encarga, tras una
estancia traumática en el hospital, de reorganizar la biblioteca del palacete
de su tío para ponerla al servicio del pueblo, puesto que los nazis destruyeron
la comunal tras su paso por la zona.
Esta tarea gratísima para todo amante de los libros sirve a la autora para
superar la muerte de sus padres, aliviar su soledad, conocer amigos y hallar un
amor tan romántico que ya quisieran los cuentos de hadas.
Las menciones y citas de autores denotan un gusto refinado. De hecho dan
ganas de transcribir el librito entero a modo de reseña-glosa, de sentirse un
poco como monje de scriptorium cuyo único trabajo fuera anotar glosas al margen
de los párrafos para animar a leer esta joya.
Nunca estaré lo bastante agradecida a Periférica por editar la obra de esta
autora porque los momentos de placer que me depara su lectura son únicos.
Lo recomiendo encarecidamente. No podéis dejar pasar algo tan exquisito en
tan sólo 86 páginas.
Ideal para una tarde de septiembre, con tormenta breve que aromatice el
café con notas de tierra mojada.
Sybilalibros