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viernes, 27 de mayo de 2022

LAS BUENAS INTENCIONES. Amity Gaige

De esas veces que sacas un libro de la biblioteca sólo porque la temática te parece interesante y actual y luego resulta una pequeña obra maestra en la construcción de personajes y manejo de subtramas. Y por si fuera poco, incita de manera natural y espontánea a un debate ameno, porque a pesar de la gravedad de la situación que narra, lo hace con tal soltura que te ríes en la tragedia y caes rendida ante ese desastre humano que es Eric Kennedy.


“Las buenas intenciones” se presenta en forma de carta justificativa que el protagonista, Eric, escribe desde un centro de detenciones para su esposa Laura, con la que se encuentra en plena batalla por la custodia de su hija Meadow de 6 años. La causa, haberse llevado a la pequeña de viaje sin pedir permiso a la madre. ¿Un error? No desde el punto de vista de Eric, que con esa excursión pretende demostrar que es buen padre y que ama a su hija. Incongruente, sí, pero hay que escuchar a Eric.


En la carta-novela no sólo relata las etapas de su aventura, los momentos únicos y divertidos que comparten padre e hija, los tropiezos y las ocasiones de angustia que estrechan los vínculos entre ambos, como si de una “road movie” se tratara, sino que también sale a la luz la verdadera historia de Eric, alguien con un inquietante problema de identidad que justificaría su comportamiento errático. Al final, asistimos entre saltos de tiempo y capas de argumentos a un espectáculo brillantemente construido de mentiras dentro de mentiras que paradójicamente encierran una verdad: el miedo a perder lo que se ama.


A pesar de algunos hechos poco creíbles, la novela se lee con gusto y del tirón, gracias a la prosa sencilla y ágil de la autora y a la ternura que confiere a sus personajes de forma que desde el principio estás del lado del ingenuo, desventurado, estrafalario Eric a pesar del delito que comete.


La verdad es que lo he disfrutado tanto, me ha parecido tan original, divertido y trágico a la vez, y tan entrañable que recomiendo su lectura, ideal para el verano.

Añadir que la autora se inspiró en un suceso real para escribir el relato.


Sybilalibros




viernes, 13 de mayo de 2022

ALGÚN DÍA ESTE DOLOR TE SERÁ ÚTIL. Peter Cameron

Tremendamente decepcionada con esta novelita o relato dado de sí. 

Publicitada como sorpresa del año una de mis editoriales favoritas, he de decir tras su lectura que es humo, muy bien vendido, eso sí. 


"Algún día este dolor te será útil" se nos presenta como la novela de iniciación de un chaval inadaptado y antisocial que, ante el tradicional camino hacia la universidad tras el instituto, decide negarse a lo que sus padres y la sociedad esperan de él. El arma que utilizará para defender su postura será cuestionar todo lo establecido, a los que le rodean y, obsesivamente, cada palabra que dicen y muy poquito a sí mismo. No da razones, su razón es la pura dialéctica. 

A este supuesto bastión de inteligencia se opone una familia disfuncional neoyorquina tan tópica ya que no la reclutaría ni Woody Allen, psicoanalista incluida.


Una vez cerrado el libro, una tiene la sensación de que le han tomado el pelo: no hay iniciación porque no hay paso adelante del cargante mozo, no aparece por ningún lado ese brillante ingenio que alaba la crítica y en cuanto a que el libro es una metáfora sutil del 11-S, léanlo a ver si la encuentran.

Mi consejo es que no malgasten ni tiempo ni dinero en ella. 


Sybilalibros


jueves, 12 de mayo de 2022

EL TURISTA ACCIDENTAL. Anne Tyler

Nunca una novela triste dio lugar a tanta sonrisa.

Conmovedora, estimulante, divertida, emotiva y muy bien escrita, Anne Tyler da en la diana del lector con un argumento tan humano como los   inolvidables protagonistas que lo encarnan.


Macon es un aburrido escritor de guías de viaje para gente que se desplaza por trabajo que, paradójicamente, odia viajar y salir de su rutina exasperante. La pérdida brutal de su hijo de 12 años por disparo, la consiguiente depresión en la que se ahoga su esposa Sarah y la inexplicable actitud de Macon ante la muerte hacen que ella lo abandone. Incapaz de reaccionar ante el vuelco de los acontecimientos, se instala en una inercia sin preguntas hasta que su perro Edward decide tomar la iniciativa portándose mal, lo que le conduce a Muriel, una adiestradora de perros que es la personificación de la improvisación, el optimismo y el caos. El choque de trenes está servido, a cámara lenta, no sin resistencia, pero magnífico en su parsimonia. 


Agridulce,“El turista accidental” es, por encima de todo, una novela de personajes extraordinaria: incómodos, auténticos, con una actitud ante la vida frustrante pero real, cada personaje está perfilado al milímetro para que el drama funcione como una comedia. Sus diálogos, rápidos y desbordantes, muestran las emociones más complejas en un lenguaje tan sencillo y a la vez tan trabajado que penetra en el lector como un torrente que agita todos nuestros sentidos, dejando la ambientación en un segundo plano para no distraer la atención de lo que se representa en escena: cómo una resistencia obcecada a los cambios puede afectar a nuestra vida y la de los que nos rodean. 


Tyler dosifica los conflictos, juega con el contraste de caracteres sin abusar, aprovecha las diferencias sociales sin hacer juicios de valor y sobre todo, da tiempo al flemático, renuente, obsesivo Macon, un regalo de personaje para los anales de la literatura que la autora mima casi tanto como al perro Edward.


Para los que  tuvieron la suerte de ver la maravillosa adaptación al cine realizada por Lawrence Kasdan en los 80 con un reparto de campanillas (William Hurt, Geena Davis, Kathleen Turner) les recomiendo con pasión el libro, porque la diversión estará cargada de matices que no aparecían en la pantalla; y para las nuevas generaciones, ambos, porque van a encontrarse con una historia desgarradora y no podrán evitar la sonrisa mientras la leen.


Sybilalibros

 


 


jueves, 21 de abril de 2022

LOS PAPELES DE ASPERN. Henry James

Confieso que me gusta Henry James. Mucho.

Confieso que el formato literario que más me agrada es la nouvelle, ya que posee trayecto suficiente para desarrollar una historia atractiva y definir personajes en un paréntesis temporal incierto pero completo. 

Ergo, este libro tenía que gustarme y lo ha hecho por encima de mis expectativas, entre otras cosas porque H. James es un maestro a la hora de escribir nouvelles, creando caracteres tan potentes como frágiles en su humanidad, capaces de cargar sobre sus hombros el peso de una narración donde el argumento es un “mcguffin”.


Inspirada en una anécdota que vivió el propio James durante una visita a Florencia en la que una condesa aseguraba estar en posesión de unos documentos escandalosos sobre Byron (¿Qué hay sobre Byron que no sea escandaloso?) para fomentar su caché social, “Los papeles de Aspern” cuenta en primera persona la obsesión de un joven editor, sufridor de un esnobismo virulento, por los papeles póstumos del famoso poeta Jeffrey Aspern, guardados con celo por su antigua musa Juliana, hoy decrépita anciana habitante de un no menos decrépito y fantasmagórico “palazzo” veneciano. La desvergonzada invasión y la innoble manipulación que ejerce el editor sobre las habitantes del palacio, en particular sobre Tina, la apocada sobrina de la poseedora de las codiciadas cartas, no es más que una excusa del autor para hablarnos de las debilidades que acosan al ser humano: la avaricia, el poder corruptor del dinero, la soledad buscada por rencor, la idolatría de los poetas, en definitiva, pasiones que empujan a tejer telas de araña que al final atrapan al tejedor. Si a todo esto se le pone un marco tan evocador como Venecia, el disfrute está servido.


A estas alturas de siglo no hace falta señalar la calidad de la prosa de Henry James. La exquisita cultura de la que era poseedor confiere a su escritura una elegancia y distinción difíciles de igualar. Pero no está de más recordarlo para los que se inician en el apasionante mundo de la novela y la de principios de la centuria anterior les pueda parecer remota o apolillada. 

James es maestro y modelo de escritores por algo. Su frase limpia, sus párrafos equilibrados y sin embargo intensos, el saber la medida que debe tener una escena, la cantidad de sentimientos que deben aflorar en una conversación y los que se deben guardar para crear el suspense que prenda en el lector son algunas de sus habilidades. He aquí un bellísimo párrafo donde se puede apreciar lo que he comentado:


"Era como si en ese momento, en la quietud de la noche y tras la larga contradicción del día, los secretos de la señorita Bordereau se hallaran suspendidos en el aire, como si el milagro de su supervivencia fuese más vívido"


No se puede decir más ni con más elegancia.


Todo este oficio se pone al servicio del gran interés que domina la obra de James: el poder dentro de las relaciones humanas y su facultad para construir o destruir en su ejercicio arbitrario. Escribir desde el punto de vista del personaje narrador, que suele ser poco digno de confianza, es su técnica para sembrar la duda en torno a la cual gira el argumento, mientras el conflicto moral asoma en los monólogos interiores de sus protagonistas, precedentes de los que luego Joyce, Faulkner o Woolf llevarán a cotas insostenibles.


 En definitiva, 130 páginas de puro goce lector que he intentado alargar como si fueran 500 por no abandonar a un trío protagonista retorcido, interesado y sublime.

Huelga decir que la recomendación es absoluta y urgente.

He leído la edición de Alba editorial con una muy buena traducción. 

Sybilalibros


martes, 5 de abril de 2022

CIUDAD ABIERTA. Teju Cole

Hay momentos en la vida del lector en los que pica el sarampión de lo desconocido con rabia y una entra en la biblioteca pública como un berserker y arrambla con todo lo que le suena extraño, exótico y fuera de los límites del “sé que me va a gustar”. En uno de esos arrebatos entró este precioso libro y no puedo estar más contenta con el saqueo, pues me puso en contacto con una nueva literatura afroamericana que narra el hecho colonial desde otro punto de vista, el del desarraigo, sin drama pero con lucidez. 


Teju Cole es, antes que escritor, fotógrafo e historiador del arte nigeriano, país de donde procede, y eso configura su manera de escribir: cuenta desde detrás de la cámara, a través del filtro de una lente sensible al hecho diferencial y en una exposición continua:


“ Experimentamos la vida como una continuidad, y solo después de que desaparece, después de que se convierta en pasado, es cuando vemos sus discontinuidades. El pasado, si existe tal cosa, es mayormente un espacio vacío, grandes extensiones de nada, donde flotan personas y eventos significativos”



Julius, trasunto del autor, es un joven psiquiatra nigeriano-alemán haciendo la residencia en un hospital neoyorquino. Para escapar de la locura del trabajo, deambula por las calles de la Gran Manzana  en sus noches de sol artificial mientras su mente se pierde en una composición de jazz, en sus raíces nigerianas o por fracasos emocionales. Temas aparentemente inconexos pero que al hilo de la narración adquieren una coherencia interna, como si las calles pusieran orden en su vida a través de la identificación entre el paisaje urbano y el interior de Julius.


La soledad de Nueva York sólo habita en los anuncios de neón, así que los pensamientos de Julius tropiezan con habitantes de la noche, de todos los colores salvo el blanco, de todas las clases sociales salvo la acomodada, con los que conversa sobre el nuevo colonialismo encubierto, el 11-S, los genocidios olvidados en África, los descendientes de esclavos, la falacia de las libertades occidentales…Y cuando retoma su camino, su cabeza, excitada por sus hermanos en extranjería ciudadana, le transporta a la ruptura con su madre y su familia, ahora un ente lejano.

 

Así, la novela, si se le puede llamar de este modo, da la impresión de ser un cúmulo de desahogos  y evasiones sin propósito pero ciertamente sigue un plan establecido. Hay que dejarse llevar por el ojo entrenado de Cole y visitar esta exposición tan íntima como lejana, un tapiz de nudos nigerianos sobre un telar norteamericano, con el diafragma abierto a la luz multirracial de la urbe contemporánea.


Puede que a algunos lectores el tono uniforme y melancólico en el que escribe Cole les resulte monótono, pero tiene toda la intención, la de exponer temas incómodos sin involucrarse en ellos porque no es un libro de denuncia sino una reflexión erudita, salpicada de referencias cinematográficas, musicales o pictóricas de un gusto exquisito para cualquier conocedor (baste un ejemplo: la sorpresa mayúscula al ver citada El sur de Erice en uno de sus vagabundeos) sobre la deshumanización de la humanidad. 

No es bocado para todo el mundo. Y lo dice alguien que se impacienta enormemente con las lecturas divagadoras pero que ha disfrutado muchísimo de esta, se ha dejado envolver por su abrazo lírico y pausado y ha permitido que la curiosidad siga su ritmo. Si se le añade una buena traducción como la de Marcelo Cohen y una cuidada edición por parte de Acantilado, una joya escondida que os descubro aquí.


Por último, aviso a enemigos de los finales abiertos: este libro lo tiene. Pero ¿podría ser de otra forma en una “novela” que no contempla un argumento en puridad? Dejad a un lado suspicacias y disfrutadlo.


Sybilalibros 


sábado, 15 de enero de 2022

ALGUIEN. Alice McDermott

 

“Alguien” es Marie Commeford, vecina de Brooklyn, hija de emigrantes irlandeses de fuertes convicciones católicas, la niña de 7 años que espera en las escaleras de casa a su padre que vuelve del trabajo en los años de la Depresión, la anciana que vive en una residencia y nos cuenta su vida según le asaltan los recuerdos, la joven que se enamora  sin saber qué es el amor, la hermana confidente para el hermano que abandona la vocación religiosa, la madre por inercia, la amiga de la calle. Nada del otro mundo. Un personaje en apariencia pequeño e insignificante que en manos de McDermott adquiere la categoría de “alguien”. 


¿Por qué leer este libro entonces, si no ocurren grandes cosas? Porque a Marie le pasa la Vida, de puntillas a veces, en tromba otras, la misma que traspasa a cualquier lector, nacido en otra calle, familia, país o religión. Marie es cada uno de nosotros, elevado a “alguien” gracias a la segura y desenvuelta pluma de McDermott, a su prosa preñada de lirismo, de amor por sus personajes, morosa en los detalles que conforman un hogar, un carácter, una mirada o una luz de domingo. 


Instalada en la rutina de la inseguridad, de la escasez y las limitadas alegrías, Marie espera no acabar como sus amigas, casada con un chico del barrio, habitando la misma casa de sus padres y cargada con tropel de críos que la anulen detrás de sus necesidades. Espera. Y alcanza la edad adulta esperando que alguien la quiera por lo que es no porque es lo normal en el barrio, que la vea y oiga sus deseos. Esta esperanza que hace de Marie “alguien” es la que la empuja a sortear el sino de Brooklyn y al lector a continuar leyendo, como si al pasar las páginas levantáramos el viento que impulsara a la frágil protagonista.


Pero la vida no sigue un rumbo lineal aunque queramos. Por ello McDermott prefiere una narración a saltos, eludiendo la monótona cronología, dejando que sea la anciana Marie la que nos hable de sus errores, aciertos, amores y decepciones cuando brotan en su cansado cerebro. Tal es el respeto y la ternura que siente la autora por su protagonista, pues ella también es una chica de Brooklyn. 


El distrito neoyorkino y McDermott son uno en sus novelas: lo traslada al papel como un personaje más, como una madre absorbente a la que se quiere a pesar de todos sus defectos, como una escuela severa cuyas normas se respetan aunque ya carezcan de sentido, como un mal necesario para ser “alguien”.


Recomiendo con pasión esta novela sencilla pero sabia, corta pero entrañable, sobre la construcción de un personaje que sin duda atrapará al lector porque pocas autoras crean y miman una personalidad como ella. 


Sybilalibros


viernes, 17 de diciembre de 2021

LA SOLTERONA. Edith Wharton

Allá por los años 80, cuando una era joven y devoraba todo el cine que pasaban en la tele, tan hambrienta de celuloide como de libros, pillé una peli por sorpresa con la inmensa Bette Davies que me dejó marcada por la historia y por la amargura que destilaba. “La solterona” se llamaba. 


Muchos años después supe que se basaba en una novela de Edith Wharton. Ya había leído “La edad de la inocencia” y me había cautivado así que la  busqué desesperadamente sin resultados: descatalogada, hasta que hace unos años Impedimenta la reeditó. Ver el título en la biblioteca hizo que mi corazón bailara de alegría, leerlo fue un placer y reencontrarme con Wharton, retomar una vieja amistad para apreciarla aún más desde la altura de los años.


“La solterona” es una aguda crítica a la alta sociedad neoyorquina de finales del s.XIX, a sus obsoletos códigos morales, a sus mujeres asfixiadas en los corsets de los apellidos, a la privación de sus anhelos, a la educación en un deber maternal que sólo recompensa al linaje. Los personajes que se dejan la piel en esta disección son Delia Ralston y su prima soltera Charlotte Lovell, atrapadas por un secreto de juventud que aflorará durante los preparativos de boda de la hija de Delia, Tina. Punto. Me paro aquí en la sinopsis porque prefiero que descubráis los misterios de esta familia por vosotros mismos de manera que oigáis vuestros sentimientos al saberlos y no los que imponen la mayoría de reseñas (que aconsejo no leer) al desvelarlos impunemente: no porque no se vean venir, sino porque la sensación de dejarse llevar por la espléndida prosa de Wharton como si fuera la primera vez que se lee no tiene precio.


Cuando entréis en esta “nouvelle”, formato en el que la autora saca lo mejor de sí misma, no os dejéis engañar por el supuesto sentimentalismo de la trama. En Wharton todo es ironía, hasta la palabra más emotiva esconde un puñal afilado, aunque al final haga una concesión a los sentimientos de sus personajes, porque es difícil no caer rendidos ante Delia y Charlotte, estas dos mujeres goyescas que luchan a garrotazos por amor con las piernas enterradas en el rencor y el apellido. 


“La solterona” es un extraordinario estudio psicológico de caracteres heridos en discusiones terribles por su dureza, es la demolición hasta la ruina de un matrimonio carcomido que se mantiene en pie sólo por el orgullo, pero sobre todo, es una mirada infinitamente dolorosa a la maternidad, esposada al deber, a la renuncia:


“Y a continuación, los hijos; los hijos que se suponía que ‘lo compensaban todo’, pero que resultaba no ser así…por más que fueran criaturas entrañables. Una seguía sin saber exactamente qué se había perdido o qué era aquello que los hijos compensaban”


Esta amarga reflexión de Delia muestra como pocas veces el vacío de las mujeres de esta hipócrita sociedad que Wharton conocía tan bien, pues pertenecía a ella; sociedad a la que defraudó durante toda su vida.


No dejéis de leer a Wharton y de sucumbir a su prosa cortés en sus maneras pero afilada en su contenido, lúcida, instruida y rica en esa infinidad de detalles que construyen una historia con mayúsculas: la luz que ilumina el rostro joven y expectante de Tina, las cortinas opacas de la resignación de Charlotte, la madera ominosa de los muebles señoriales de Delia…Un verdadero placer.


Absolutamente recomendables, libro y película, para todos aquellos lectores que huyan de la vulgaridad y tengan ojos para mirar.


Sybilalibros

jueves, 11 de noviembre de 2021

REFLEJOS EN UN OJO DORADO. Carson McCullers

MCCULLERS. Así, en mayúsculas. De respeto, admiración, devoción, agradecimiento por cada página suya, y de amor sin fisuras. Pocos autores me mueven tanto como ella.

Tenía vagos recuerdos de una película extraña, vista a una edad en la que la historia y la manera de contarla eran difíciles de asimilar; por eso cuando el libro cayó en mis manos, el ansia de comprender y saber qué  pluma había pergeñado aquello hizo que lo devorara en una sola noche que adquirió tintes sádicos, entre la angustia por lo que leía y el inmenso placer que me proporcionaba.


Como una sibila antigua, Mccullers me iba envolviendo en la atmósfera asfixiante del cuartel sureño donde se iba a desarrollar un drama latente durante largos años, pausadamente, sin estridencias, con esa prosa suya tan serena que hace estragos, hasta hacerme cómplice de su “voyeurismo”, adentrándome en cada casa, persiguiendo a cada personaje, viéndolos sufrir desde la distancia que la autora siempre marca en sus obras, para terminar en una catarsis turbadora.


Catarsis, porque “Reflejos en un ojo dorado” es una tragedia griega en prosa, rigurosamente clásica en su estructura de tres actos, cuyos personajes encarnan las pasiones humanas más antiguas: el comandante Penderton y el deseo homosexual reprimido, su esposa Leonora la insatisfacción, el coronel Langdon, la traición, su esposa Alison, la locura, y el cabo Williams, la fuerza indómita de la naturaleza desencadenante del drama.


 McCullers conoce la magia del teatro, su poder para hablar de lo que la realidad calla, pero no maneja sus recursos como su compatriota Tennessee Williams así que lo traslada al mundo del relato donde es maestra. Desde su prosa limpia de adjetivos onerosos consigue construir un escenario hermético y denso, donde los personajes apenas se mueven, lastrados por el peso de sus almas, reacios a salir de su prisión familiar sin sospechar que el peligro no viene del enemigo sino que acecha en su ventana. El aire se hace irrespirable, sólo el fino bisturí de la palabra de McCullers, delicada, casi amorosa, casi inocente, es capaz de cortar el sofocante vapor y desvelar las enfermedades que corroen la salud de Norteamérica.


Desde la página uno de este pequeño y extraño libro se cierne sobre el lector la sensación de una fatalidad inminente. Las obsesiones de los personajes cierran la puerta a toda esperanza y la soledad, esa vieja amiga que McCullers retrata como nadie, se erige en la nueva diosa griega que juega con los humanos.


La capacidad universal del drama fue tan contundente que la novela generó un escándalo desmesurado en la pacata sociedad norteamericana cuando se publicó en 1941 por atentar contra una institución sagrada para el país como es el ejército y más en esas fechas. No lo olviden, Estados Unidos acababa de entrar en la 2ª GM. 


Público y crítica no esperaban esta provocación de la autora tras el éxito de “El corazón es un cazador solitario” y machacaron a McCullers hasta el punto de no reeditarla, como cuenta Tennessee Williams en el epílogo a la edición de Seix Barral que he leído.


En 1967 John Huston lleva el relato al cine con nada menos que Marlon Brando y Liz Taylor como protagonistas. Sin embargo, alguna maldición cassandrina impide que sea el éxito que se espera de semejante conjunción. 


Yo lo he disfrutado muchísimo, a pesar de la terrible traducción de esta edición (y parece que no hay otra en español, por desgracia). Tiene poco que ver con el resto de la producción de McCullers y a la vez lo tiene todo; es un experimento devastador y brillante que recomiendo apasionadamente. Eso sí, vayan con la mente abierta y el corazón inocente.


Sybilalibros


viernes, 11 de junio de 2021

LA HOGUERA DE LAS VANIDADES. Tom Wolfe


He leído La Hoguera de las Vanidades de Tom Wolfe y lo primero que se me viene a la cabeza es parafrasear ese dicho taurino de “corrida de expectación, corrida de decepción”. 

Había oído maravillas de ella, de la brutal crítica hacia la sociedad neoyorquina de los 80, aquella de la era Reagan donde se veneraba el éxito social y el dinero por encima de todo; de su original formato, ya que está escrita como si se tratara de una crónica periodística (no en vano su autor es periodista de profesión); de su lenguaje dinámico y tan visual que se realizó un filme (que no he visto) con las megaestrellas del momento Tom Hanks y Bruce Willis, pero de factura irregular que no alcanzó el éxito esperado (¿Será porque lo dirigió el excesivo Brian De Palma?). En fin, el boom literario de la década.

Nada más comenzar a leer te atrapa la ácida verborrea incontenible de Wolfe y el rápido desfile de personajes emblemáticos de la Gran Manzana: políticos corruptos, fiscales de distritos obsesionados con elecciones absentistas de su oficio judicial, el mediocre y trepa abogado judío, los toscos pero leales policías irlandeses, el predicador negro experto manipulador de la peor demagogia del racismo, el tiburón wasp de Wall Street, el periodista borracho que se regodea en su decadencia a la espera de la noticia que le lleve directo al Pulitzer y, finalmente, el Bronx, ese distrito poblado de  miseria y delincuencia que no sólo es marco de la acción junto a su opuesta de clase alta Park Avenue, sino que se alza como un rico personaje robaescenas. No deja títere con cabeza.

Ingredientes de éxito. ¿Qué es lo que falla, a mi modo de ver? Que varias de las señas de identidad de la novela se convierten al final en la soga que la ahorca: esa manía común a casi todos los periodistas metidos a literatos de mostrar/alardear de toda la documentación que manejan, venga o no a cuento, lastra el ritmo de la narración, máxime cuando son casi 700 páginas. A la mitad, los discursos repetidos, la información redundante, el empeño en el tempo de la crónica, hacen la lectura muy cuesta arriba y se sigue la novela sólo por ver cómo termina el juicio.

Creo también que ha envejecido mal, en parte debido a su concepto periodístico. Lo que fue un aldabonazo a la hipócrita sociedad americana del 87 queda hoy como algo un tanto kitsch por el estilo excesivo del autor, más como un documento ideal para conocer el período que una novela por derecho. 

A pesar de ello, la recomiendo para quienes no vivieron esa época, tendrán una visión bastante gráfica, para amantes de las pelis de juicio y para nostálgicos de las hombreras imposibles, maquillajes de opereta y las Nikes blancas para vestir.

Sybilalibros


miércoles, 26 de mayo de 2021

¿QUIÉN HA VISTO EL VIENTO?. Carson McCullers


Mi primer contacto con la escritora sureña Carson McCullers a través de la edición de Austral de sus cuentos completos fue un feliz encuentro porque, a diferencia de otras desiguales recopilaciones, en este caso hay bastante homogeneidad en la calidad de los relatos pero no en las poco afortunadas traducciones, que nos privan de la musicalidad del lenguaje de la autora.

Si alguien piensa que son páginas sumidas en el típico Profundo Sur de campos de algodón, sirvientes negros y tragedias familiares, se equivoca (salvo en el único “Sin título”, pero de manera sutil y elegante. Una de las historias más ricas y mejor construidas).

Leer a McCullers es transitar por el alma humana, con paradas recurrentes en la soledad, la pérdida de la inocencia (“Sucker”), el desarraigo (“Los Extranjeros”), el alcohol o la música (se me ha revelado como una exquisita melómana y varios de los relatos tienen como protagonistas a atormentados músicos).

De entre todos destaco tres por la conseguida profundidad de sus personajes en tan breve espacio y la maestría de la narración:

“El patio de la calle Ochenta, zona oeste” que muestra la terrible soledad e incomunicación de quien llega a Nueva York para intentar labrarse un futuro, a pesar de vivir ventana con ventana. Es el Village que Hichtcock retrató en La ventana indiscreta.

“El instante de la hora siguiente” impresionante título para contarnos la humanidad del alcohol frente a la inhumanidad de la gran ciudad. Me recordó a Días sin huella de B. Wilder.

“¿Quién ha visto el viento?” el último relato que da justo título a la recopilación, el mejor de todos, donde la autora radiografía la patética persistencia en el fracaso como la manera de vivir del artista.

Recomiendo vivamente estos relatos, cargados de gran sensibilidad y calidad literaria, que fueron la puerta de entrada a un universo emocional de tal calibre que me quedé a vivir en él. McCullers se ha convertido en una autora recurrente en mis lecturas, a pesar de su corta obra.

Sybilalibros

lunes, 5 de abril de 2021

MIDDLESEX. Jeffrey Eugenides

Esta novela tiene una historia. ¡Y qué historia!

Acababa de leer las Vírgenes suicidas, que encontré por casualidad en mi librería de la playa donde miman mis gustos literarios, y aún estaba en shock, totalmente fascinada por el estilo de Eugenides. Volví al lugar del crimen, con las pupilas dilatadas de los que han tomado un narcótico y quieren más. Al verme entrar, mi librero ya sabía lo que estaba buscando y sin mediar palabra, sólo una cálida sonrisa, me tendió Middlesex, que acepté voraz, sin preguntar argumento. Solo quería sumergirme otra vez en el río de la prosa del autor. Y gocé enormemente del viaje.

Middlesex es el prototipo de “Gran novela americana”. Pero también es mucho más: es la epopeya de una familia griega, a la que persigue una maldición por transgredir el tabú fundamental, desde la huida de su Esmirna natal por la guerra griego-turca hasta el desembarco en EEUU; es la crónica de sus descendientes afanándose por alcanzar el sueño americano; es el relato de la supervivencia de la identidad cultural por no quedar diluida en la espuma de la Coca-Cola; es la Historia de la América de posguerra y de los terribles conflictos raciales en el Detroit de los 60.

Pero sobre todo, y por encima de todo, es la novela de Cal o Calliope, de cómo el sexo asignado al nacer puede hacer o deshacer a una persona. Y así comienza:

“Nací dos veces: fui niño primero, en un increíble día sin niebla tóxica de Detroit, un enero de 1960; y chico después, en una sala de urgencias cerca de Petaskey, Michigan, en agosto de 1974”

Quien después de leer esto piense que el libro va de tópicos de transexuales, defensas encendidas de la identidad de género y demás parafernalia al uso, se equivoca de medio a medio. Es más, yo lo recomiendo a personas que por educación o confesión religiosa ven estos temas recelo que lo lean. Van a recibir una gran lección de humanidad.

Escribiendo Middlesex, Eugenides hace un homenaje a sus orígenes griegos, en la voluptuosidad de su prosa, tan resinosa como el ouzo; en lo excesivo de sus personajes y de su extensión (¡600 y pico de páginas! Pero que no aburren un momento), en la concepción trágica del destino al más puro estilo Eurípedes, en el juego de  verdades y mentiras, en los sentimientos a flor de piel.

Finalmente, quería llamar la atención sobre el título, en modo alguno gratuito, pues no sólo hace referencia a la trama o al barrio donde vive la familia, sino que es una metáfora sobre la indefinición del emigrante, que termina por no pertenecer a ningún lugar.

Lo recomiendo vivamente, aunque me gustó más Las vírgenes suicidas, donde el autor está más cerca de Cheever. Aquí se desparrama, quiere abarcar tanto que pierde parte de la poesía intimista que hace de Vírgenes una obra de arte. Pero no queda ahogada, aflora en imágenes como la de esa abuela que se niega a hablar en inglés y se retira a vivir a una choza en el jardín de la mansión familiar, como un eremita del monte Atos, un trozo de Esmirna en la ciudad del metal.

YoLibro

viernes, 26 de marzo de 2021

PARADERO DESCONOCIDO. Kressmann Taylor.

 

La literatura a posteriori sobre el Holocausto es abundantísima pero la que nació al ritmo de los horrores, cuando la mayoría de los países continuaban incrédulos ante las noticias espeluznantes que les llegaban extraoficialmente goza de un valor añadido que la hace aun más atractiva al lector que como esta que reseña, gusta del tema.

El libro de Kressmann Taylor reúne los requisitos para ser un testimonio fundamental, por las fechas y las condiciones en las que salió a la luz. Su autora, periodista, escribió este relato para la revista Story Magazine en 1938. Su publicación causó tal conmoción en la sociedad estadounidense que rápidamente se editó como libro y se tradujo a varios idiomas, convertido en una especie de manifiesto-denuncia-premonición.

“Paradero desconocido” es un relato breve, apenas 80 páginas, pero de una contundencia implacable. Detrás de él han venido otros, mejor escritos, más documentados, más emotivos, pero el conocimiento a posteriori de lo ocurrido lo convierten en una rara joya, en particular pro su aterrador final cuando aún no estaba declarada la guerra.

Lo que cuenta, algo tan viejo como el mundo si no fuera por las circunstancias en las que se da. Que una amistad se disuelva no es nuevo. Pero si los amigos son un judío de origen alemán y un alemán, residentes en EE. UU. y socios en una galería de arte, donde la religión y el origen nunca han tenido valor, la cosa cambia. En particular cuando Schulse, el alemán, decide volver a su país natal atraído por las buenas expectativas económicas que anuncia el ascenso al poder de Hitler en 1932.

El intercambio epistolar, pues el relato trascurre a través de este entrañable formato, muestra el paulatino cambio en las opiniones de Schulse hasta convertirse en un defensor del nazismo y renegar de su antigua amistad.

Es sobrecogedor ser espectador de la deriva hacia el mal en un escrito tan preciso, desprovisto de toda retórica, de cualquier imagen escandalosa, medido hasta el último sobre que nos deja sin aliento.

Considero que es una lectura necesaria, más que pertinente, en particular para nuestros jóvenes, para que no olviden la vigencia del Mal.

Yo he leído la edición de 2008 de RBA con una traducción irregular. Espero que hayan subsanado ese problema en la última de 2020.

Sybilalibros

 

jueves, 4 de marzo de 2021

FALCONER. John Cheever

Falconer es el purgatorio de Dante guiado por un Virgilio chapero.

Es un Edmundo Dantés de chupa y esquina; un Abate Faria travestido de Arzobispo.

Es brutal como un cielo finito tras una reja oxidada y tierna como una mirada hurtada a un carcelero.

Es la libertad en prisión y la celda en tu hogar.

Es el amor verdadero, ese que sólo se alcanza al  tomar el hábito de rayas y el estigma de un número en el pecho.

Es el Ave Fénix, escribiendo otra resurrección con su pluma encendida mientras la sumerge en el tintero de la confusión.

Falconer es Cheever, poeta del cainismo de suburbios, y Cheever es Falconer en busca de la redención a través de la escritura.

Qué difícil es expresar la ascesis de un alma torturada con un lenguaje tan auténtico, natural, limpio de metáforas oscuras. Cómo, con la frase precisa y el tono ausente de grandilocuencias, nos seduce para enrolarnos en el bando de los perdedores.

Y en 240 páginas. Genios de esta categoría, pocos.

Mi recomendación es ¡LEAN A CHEEVER! Cualquiera de sus obras, y será la decisión literaria más inteligente que hayan tomado en sus vidas lectoras.

ADENDA: No se pierdan el excelente epílogo de Rodrigo Fresán, llave maestra para acceder al universo Cheever.

Sybilalibros@YoLibro

 

 

miércoles, 24 de febrero de 2021

EL GRUPO. Mary McCarthy

 

Ambientada en la Gran Depresión, cuenta la salida al mundo adulto de un grupo de chicas recién egresadas de la prestigiosa y moderna universidad de Vassar (donde por cierto estudió la autora), cada una de diferente extracción social y con unos valores familiares que se van a ver trastocados (o no) por el sentimiento de pertenencia a una institución y a una generación especiales, aquella que decidió poner a trabajar sus estudios, aunque no lo necesitaran.

 Leeremos sobre una nueva idea de matrimonio, de las diferentes maneras de relacionarse con los hombres, sobre la normalización de los anticonceptivos, del menosprecio de los jefes masculinos, de la traición a la amistad; y viviremos la concienciación política, en la que la izquierda intelectual norteamericana tuvo tanto peso, de las herederas de las sufragistas. Un espléndido fresco narrado a múltiples voces en el que cada personalidad es descrita con mimo, pues representa los distintos argumentos a favor y en contra de esta nueva sociedad.

He de decir que es un libro que necesita paciencia al principio, pues la escena inicial en la que se van presentando Kay, Dottie, Helena, Lakey, Libby y las demás acapara demasiadas páginas a mi modo de ver, con gran cantidad de datos que confunden al lector. Una vez pasado este ecuador primero, la narración corre fluida gracias a una prosa vibrante, plagada de momentos íntimos y de diálogos que invitan a la reflexión.

Mary McCarthy se me ha revelado como una autora que derrocha inteligencia, cultísima, dotada de una gran lucidez a la hora de analizar la sociedad de su país, los EE. UU., un referente en la esfera del pensamiento crítico y, por si fuera poco, amiga de la gran filósofa judía Hannah Arendt.

 Habitual del The New Yorker o Harper´s tanto en ensayo como en artículos, McCarthy plasma en esta gran novela coral una fina y elegante crítica al modelo de mujer imperante en el primer tercio del s. XX.

 400 páginas que merecen mucho el tiempo que se pasa con ellas.

 Por último, por favor, haced caso omiso de la horrible portada que ha perpetrado la editorial con esta joya. No tiene nada que ver ni con el espíritu de la novela ni con sus protagonistas. Si no fuera porque me lo recomendó una buena amiga lectora, no lo hubiera leído jamás.

 Sybilalibros

 

 

 

miércoles, 3 de febrero de 2021

HIJAS DE OTROS HOMBRES. Richard Stern

 


Esquivo título para un libro derrotista.

El adulterio, tema muy querido para la literatura desde los tiempos de Homero, no supone tanto la pérdida del amor conyugal como de algo con las raíces más profundas: la familia y el estatus. Ser infiel es anegar en mentiras la planta mimada desde la semilla, dejar que los pulgones de la maledicencia se ceben con ella mientras se cuida con esmero la hierba silvestre pubescente e indómita que ha brotado impúdicamente en la maceta familiar.

De ello habla esta novela de corte clásico, perfeccionista en su factura, milimétrica en el detalle, cuya trama no esconde ninguna sorpresa y que, sin embargo, produce un inmenso placer durante su lectura.

Robert Merriwether es un respetado profesor de ciencias de Harvard, último vástago de una familia de abolengo un poco ya mohoso de Nueva Inglaterra y apaciblemente casado con una inteligente mujer que le ha dado 4 hijos de los que se siente muy orgulloso. Robert, que se deleita con los nuevos avances científicos que agiten su conocimiento, detesta los cambios domésticos fuera de los necesarios del crecimiento biológico de su prole. Desgraciadamente no puede vivir aislado de los rebeldes vientos de los 60 que soplan incluso para la rancia Harvard. Así, se cuelan por la ventana de su despacho en forma de una caprichosa pero adorable estudiante de doctorado, Cynthia, que le atrae a un nuevo mundo de color sicodélico, ruptura subversiva y amor ¿libre?.

Lo que sigue no es nuevo, pero sí admirablemente descrito. Robert pasa de ser el rey de su casa/castillo a una marioneta en manos de la avasalladora juventud que todo lo cambia para que nada cambie, como sentenció el Príncipe de Salina. Encuentros y desencuentros, arrepentimientos y euforia, culpa e incomprensión en una narración desdoblada acorde con las dos vidas que lleva Merriwether.

Mientras, Sarah, la esposa traicionada, se desploma en una butaca de abatimiento. La narración de su hundimiento es lo que más me ha gustado de la novela pues consigue una perfecta simbiosis entre el estado de ánimo de Sarah y la condición en que se encuentra la noble pero vetusta casa colonial: el autor nos describe unas paredes cansadas, unos muebles demacrados como su dueña, unas cortinas que ocultan las verdaderas formas de las habitaciones como las ropas apáticas esconden el cuerpo informe de la esposa que en otro tiempo fue una prometedora alumna que sacrificó todo por el matrimonio y  la maternidad.

Richard Stern era profesor de literatura inglesa y como tal escribe: correcto, meticuloso, preciso en el verbo, culto en el léxico, lo que suscita una sensación de mayor distancia entre la monótona vida de Merriwether y los convulsos cambios que trajeron los 60 con sus hippies, drogas, amor libre y la no violencia.

Espero haber incitado a su lectura porque es un libro que merece la pena y está estupendamente editado por Siruela.

Sybilalibros                                                                                           

 

domingo, 24 de enero de 2021

TOMBUCTÚ. Paul Auster


 “Donde termina el mapa del mundo es donde empieza Tombuctú”

Todo aquel que ha tenido perro y ha sufrido la desgracia de perderlo se ha imaginado cómo será ese cielo canino donde estamos seguros que van directos nuestros amigos. Pero yo siempre he creído que no hay diferencia, que se reúnen con nosotros en el mismo cielo porque ¿puede existir la Eternidad sin un hocico húmedo que te despierte por las mañanas? Inconcebible.

Paul Auster, judío al fin, no trasciende, pero sí nos lleva junto a Mr. Bones y Willy Christhmas a Tombuctú, el referente anglosajón para designar el fin del mundo, una especie de Finisterre, donde amos y aquellos perros con la capacidad para hablar pero sin cuerdas vocales por un tonto detalle evolutivo siguen su paseo interrumpido por la Parca.

Para llegar a Tombuctú hay un largo camino lleno de zarzas y cubos de basura, de alcohol y poemas visionarios, de amor incondicional y de hostilidad sin sentido, de abandono y empeño en lo absurdo, de soledad, al fin y al cabo.

Y esto es lo que nos cuenta esta fábula antigua actualizada al Brooklyn judío, tierna, cálida, divertida unas veces, despiadada otras, narrada por el perro más encantador, inteligente y fiel de la literatura: Mr. Bones, que por capricho de unos hados en perpetua melopea acaba siendo el perro de Willy Christhmas, una catástrofe de dos patas, poeta del desastre y filósofo del apocalipsis neoyorkino, drogadicto diplomado que viendo cerca su final, arrastra a su perro a un viaje disparatado en busca de la única persona que creyó en él como autor. Por desgracia se queda las puertas del Nirvana y Mr. Bones tiene que seguir su vida solo. Y a partir de este punto es cuando empieza la aventura para Mr. Bones y para el lector.

Sin ser admiradora de Auster, y a pesar de contarse entre sus obras menores, he disfrutado cada página de este libro. He llorado, he reído, he sufrido y me he emocionado hasta el tuétano. Su narración lineal y sencilla hace que la lectura fluya y su estilo coloquial, chusco a veces, genera la inmediata conexión con el lector. Si a eso se añaden dos protagonistas maestros en el arte de robar el corazón, el placer está servido.

Ya lo dice Willy: “Si se ponían al revés las letras de la palabra perro-en inglés- ¿con qué se encontraba uno? Con la verdad, ni más ni menos”

No sólo altamente recomendable para los amantes de los chuchos sino para cualquiera que tenga un alma vagabunda y crea en la amistad sin importar la especie.

He leído la edición de Anagrama 1999

Sibylalibros

 

jueves, 14 de enero de 2021

EL HOMBRE QUE SE ENAMORÓ DE LA LUNA. Tom SpanBauer


 “Tú vives conociendo y comprendiendo que eres una historia que has inventado para mantener alejada a la luna. Y como sabes lo que es vivir sin una historia, te has vuelto un experto en historias y en el poder de las historias. ¿Qué es un ser humano sin una historia? –preguntaba. Es un niño mestizo y pervertido que persigue al pájaro teruteru, que mira por las ventanas a la gente que hay dentro, que mira a quienes creen que son, cómo les van sus historias… y cómo se las arreglan.”

Estamos hechos de historias, es lo que nos viene a decir Spanbauer, un escritor, cuando menos, singular.

Llegué a él por las recomendaciones encendidas de amigos lectores. Iba dispuesta a encontrarme con una escritura apasionante, pero lo que no me esperaba era el objeto de esa pasión.

“El hombre que se enamoró de la luna” es un relato iniciático entre el mito y la realidad protagonizado por Cobertizo, un joven mestizo de india y blanco que sólo habla la lengua de sus ancestros sin saber a qué tribu pertenecían. Criado en el prostíbulo donde trabajaba su madre en un villorrio del medio oeste norteamericano, un Eldorado de polvo y supervivencia codiciado por los expansivos mormones. Violado por el asesino de su madre sale en busca de su escurridiza identidad siguiendo un camino místico donde el lenguaje y la homosexualidad se fecundan mutuamente (paradojas mágicas de los indios “berdajes”) para dar a luz a un nuevo Cobertizo.

 Le acompañan en este viaje unos personajes tan estrambóticos como sugestivos que embaucan al lector de tal manera que acaba deseando ser acogido en el burdel que regenta Ida Richelieu, ser amado por Alma Hatch, la indómita prostituta, y contemplar la luna hasta volverse loco como el vaquero de los ojos verdes y el sexo tántrico, Dellwood Barker.

  “El hombre que se enamoró de la luna” no sólo no es una novela usual, ni fácil, ni clara, sino que además exige del lector una mente abierta y una amplia trayectoria lectora para no perderse en los oscuros meandros antropológicos y junguianos entre los que discurre una trama de búsqueda desesperada del yo envuelta en un maravilloso celofán de western crepuscular donde el lenguaje es a la vez llave y trampa. “Buscar quién soy es quién soy” dice Cobertizo, narrador y protagonista.

La prosa de Spanbauer tiene una magia poderosa, te atrapa con sus palabras, que repite como en un conjuro hasta que te hipnotiza. Lo que ocurre es que cuando se abusa de ese magnetismo, cuando follar, polla o culo aparecen en un párrafo más veces que cualquier otro término, erosionan el poder del hechizo que termina por desvanecerse y el iniciado, es decir, el lector, abandona al chamán/ escritor hastiado y al libro por puro hartazgo repetitivo. Al menos en mi caso.

Ello no es óbice para reconocer el talento de Spanbauer, cuya ajetreada vida construye su literatura: de camarero de hotel de lujo en Kenia a miembro adoptado de la tribu shoshonne, es fundador de la escuela de escritores del Pacífico denominada “Dangerous writing” cuyo miembro más conocido es Chuck Palahniuk. El objetivo de la escritura peligrosa no es otro que volcar en el proceso creativo los miedos, vergüenzas y tabúes del escritor para enfrentarse a ellos. Su lema: “la ficción es la mentira que cuenta la verdad más auténtica”

En sus obras explora la identidad sexual, la pertenencia a la familia, el yo y cómo conocerlo. Su prosa extrema, su ingenio para crear personajes inolvidables, su habilidad para envolverte en las historias que quiere contarte hacen de él un autor sobresaliente. Es un encantador de serpientes/palabras que te muerden y disfrutas con el veneno.  

P.D: Aviso a los lectores que se aventuren en su obra: sus brutales y físicas descripciones de violaciones, sexo y crueldad pueden herir la sensibilidad menos delicada.

Sybilalibros

miércoles, 11 de noviembre de 2020

CARPE DIEM. Saul Bellow

Tenía grandes expectativas con este renombrado autor norteamericano, Nobel por más señas, pero este primer contacto no las ha colmado.

Carpe Diem (Seize the day en inglés) narra la desesperación de un típico hombre fracasado, Tommy Wilhem, que ha perdido trabajo, familia y estima, por tomar el último tren, aquel donde se cifran todas las esperanzas marchitas.

Condensada la acción en un sólo día en el Nueva York de posguerra, somos espectadores de los patéticos esfuerzos de este grandullón, sobrepasado por los reveses de la vida como un párvulo, por conseguir el respeto y el apoyo de su padre, eminente doctor judío cuya única fe es el trabajo y el dinero, pero del que sólo obtendrá desprecio y lástima. Eso le llevará a tirarse en los brazos del primero que enciende una luz para su oscuridad: el inefable profesor Tamkin, supuesto psicoanalista que le ofrece la pastilla del “carpe diem” en la Bolsa.

Novela corta, de apenas 160 páginas, estructurada como una espiral descendente, conjuga  en sí varios géneros: la fábula filosófica para mostrar la soledad existencial de la gran ciudad donde pululan oportunistas ávidos de jóvenes huérfanos de referentes tras la pérdida de valores que supuso la II Guerra Mundial; la crítica acerada al modo de vida judío (Bellow es judío) basado en la excelencia por encima de todo y el retrato íntimo de almas angustiadas. Esta diversidad de planos hace que la lectura se detenga a menudo en párrafos que te hacen ausentar de Broadway un rato para deambular por tu propio interior:

"Hay algo que debería tener claro a estas altura: ganar dinero es un acto de agresión. Eso es todo. La explicación funcional es la única que vale. La gente va a la Bolsa a quitar de en medio a sus rivales. Dicen: Me los voy a cargar a todos. No es casual. Sólo que no tienen valor para cargarse de verdad a alguien, y lo hacen simbólicamente. El dinero. Matan con la imaginación"

Carpe Diem, auténtica apología del perdedor con final sobrecogedor, no termina de cuajar en el corazón del lector, a pesar de la inteligencia escritora de Bellow. Supongo, ya que es la única que he leído de él, que se debe a su juventud en el corpus del autor, como si fuera un ensayo de otras novelas suyas posteriores que han alcanzado el Olimpo de la Literatura.

Aún así, me ha dejado el suficiente regusto como para querer acercarme a otras obras de Bellow y para, desde esta humilde tribuna, recomendar su lectura.

Sybilalibros

 

 

 

jueves, 5 de noviembre de 2020

UN ARBOL CRECE EN BROOKLYN. Betty Smith

 

¡Qué libro tan bonito!

En fondo y en forma, porque la elección de “Chica ante el espejo” del afamado e icónico ilustrador del Saturday Evening Post Norman Rockwell no puede ser más acertada. ES cabalmente la dulce protagonista, Francie Nolan.

En cuanto  a la novela, pocas veces se encuentra el lector ante una historia tan entrañable, que te llega al corazón desde la primera página. Está escrita con tanto amor y ternura por sus personajes que se hace difícil llegar a la última página y separarse de ellos.

En una composición clásica, Betty Smith nos narra la infancia y juventud de Francie Nolan junto a su familia de inmigrantes alemanes e irlandeses en Williamsburg, una de las zonas más depauperadas de Brooklyn, cuando el s. XX está recién estrenado y supone todo un universo de posibilidades a los que malviven en ese agujero vecino a Manhattan.

Miseria, pisos oscuros y destartalados por el olvido, inmigrantes que vociferan en babélico pero cuya lengua común es el hambre; juventud respirando libertad y matrimonios precoces; patuleas de chiquillos andrajosos que distraen los estómagos vacíos con café caliente y caramelos de traperos tramposos mientras la ignorancia se combate con asfalto y alegres canciones irlandesas.

En ese ambiente crecen Francie y su hermano Neely, pero algo los hace distintos: su madre, Katie, tiene muy claro que la única manera de salir de ese círculo vicioso es la educación y aunque muchos días no coman, no les faltan de cena una manoseada Biblia y Shakespeare. Así irá despertando la imaginación escritora de Francie y sus ansias por estudiar.

Les acompañan diversos personajes típicos de ese barrio que es casi tan nuestro como neoyorkino, de todas las veces que lo hemos visto en películas: el clásico padre irlandés, alcohólico pero adorable y divertido; la alocada tía Sissy que pone el picante a la austera familia católica; tenderos judíos que no fían; el torpe lechero que habla con su caballo repartidor, las solteronas muertas de hambre que intentan subsistir con las clases de piano, los matones… Todos ellos animarán la acción del relato y la vida de Francie, contados de forma sencilla y cercana, sin gran maestría en la lengua pero sí con dominio del diálogo en una acertada combinación con la narración.

Novela de inspiración autobiográfica (aunque la autora decía que había contado la infancia que le habría gustado vivir), tiene continuación en “Mañana puede ser un gran día” que según la crítica no alcanzó el nivel de la primera parte. Su éxito fue tal al publicarse que la adaptación cinematográfica no se hizo esperar, dirigida nada menos que por Elia Kazan. Sin embargo, en décadas posteriores quedó sumida en un injusto olvido debido a la errónea etiqueta de novela sentimental para chicas (lo que los americanos llaman “chicklit”) del que la ha rescatado Lumen para el lector español.

Absolutamente recomendable, para disfrute de todas las edades y la familia.

Para mí ha sido un bálsamo de tranquilidad entre tanto libro intenso o descarnado, tan en boga hoy en día.

Sybilalibros

 

 

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