No puedo. Abandono. Me rindo. 224 páginas he aguantado, soltándolo,
cogiéndolo.
¡Ay señor Marsé! Es usted un orfebre de la
palabra, pero esas eternas frases coordinadas, esa escasez de puntos y aparte,
esos párrafos que constituyen por sí mismos un relato, acaban conmigo.Aunque
lo que me ha tumbado de verdad son los protagonistas.
No se trata ya de absoluta falta de conexión con ellos y su historia por mi parte. Es que ¡¡¡No los soporto!!!
Si me revienta el afamado Pijoaparte, niñato charnego y arribista del lumpen del Carmelo barcelonés, Teresa, la pijaprogre pseudointelectual revolucionaria aburrida de su vida acomodada me supera. Y no entro en la imagen del emigrante andaluz que transmite porque arde Troya.
Me dicen que la he leído ya vieja, que con 20 años hubiera caído rendida a esta historia de amor interclasista. Pero no lo creo, porque apenas me interesa la época de los 60 que narra y mucho menos la confrontación social en la Cataluña del momento. Es una cuestión personal.
Al margen de esto, sí quiero destacar el valor histórico de la novela, casi diría que fundacional en la literatura de la Transición, todo un hito del que oía hablar de pequeña.
Y la innegable calidad literaria.
Aunque me exasperaban las frases sin fin, la adjetivación de Marsé es de cátedra ¡Y eso que era autodidacta!; las descripciones de Barcelona, casi me atrevería a decir que la verdadera protagonista de la novela, y de los personajes son tan ricas, complejas y tan poco convencionales que constituyen por sí solas un aliciente para su lectura.
No se trata ya de absoluta falta de conexión con ellos y su historia por mi parte. Es que ¡¡¡No los soporto!!!
Si me revienta el afamado Pijoaparte, niñato charnego y arribista del lumpen del Carmelo barcelonés, Teresa, la pijaprogre pseudointelectual revolucionaria aburrida de su vida acomodada me supera. Y no entro en la imagen del emigrante andaluz que transmite porque arde Troya.
Me dicen que la he leído ya vieja, que con 20 años hubiera caído rendida a esta historia de amor interclasista. Pero no lo creo, porque apenas me interesa la época de los 60 que narra y mucho menos la confrontación social en la Cataluña del momento. Es una cuestión personal.
Al margen de esto, sí quiero destacar el valor histórico de la novela, casi diría que fundacional en la literatura de la Transición, todo un hito del que oía hablar de pequeña.
Y la innegable calidad literaria.
Aunque me exasperaban las frases sin fin, la adjetivación de Marsé es de cátedra ¡Y eso que era autodidacta!; las descripciones de Barcelona, casi me atrevería a decir que la verdadera protagonista de la novela, y de los personajes son tan ricas, complejas y tan poco convencionales que constituyen por sí solas un aliciente para su lectura.
Prueben a leerlo y si tienen la suerte de que los personajes no les producen la urticaria que me han causado a mí, disfrútenlo que merece la pena.
Sybilalibros @YoLibro
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