viernes, 10 de diciembre de 2021

EL DOCTOR CENTENO. Benito Pérez Galdós

Mucho ha corrido la novela en el siglo veinte, escapando de los antiguos; unas veces certera como flecha de Guillermo Tell, otras como pollo sin cabeza, con verdadero asco por los predecesores recientes. Galdós, garbancero; doña Emilia, naturalista ¡Se ha creído que es Zola!

El paso del tiempo compone y fija el paisaje libresco. Hace que, de las miríadas de letras que nos nievan constantemente, unas se deshagan como copos al sol y otras se consoliden en neveros. Hoy podemos decir que Valle Inclán es una maravilla, también Ramón,  Silverio Lanza… cualquier innovador  que quieran ustedes. Pero, como decía el teclista de Uriah Heep, contemporáneo de Deep Purple y Led Zeppelin, cuando le preguntaban por las bandas nuevas: Los grandes todavía estamos aquí.

 

Yo soy ecléctico y ordenaré mis libros cuando quepan en casa. No peleará Rimbaud contra Garcilaso, ni Lautremont  con Lope enamorado. Todos caben. Entre todos, don Benito  tiene un lugar especial. Sin duda, las mejores novelas históricas de siempre, son los Episodios nacionales, la primera serie especialmente. Tiene no menos de diez novelas más excelentes. Hemos olvidado la obra teatral de Galdós, pero en una ocasión, tras un estreno suyo, fue llevado a hombros hasta su casa; como les pasaba  a los grandes toreros, a los que despreciaba.

 

 Es un elogio recurrente en la crítica literaria alabar a quien convierte lo local en universal. Empiezas a leer  El doctor Centeno, ese muchacho tirado en un descampado madrileño de 1883, y sabes que el frío, el desmayo de las ilusiones, el hambre de todos los desprotegidos del mundo, están aquí. El garbancero ha vuelto a hacerlo. Con su penetración psicológica, su amor por los débiles, sus retratos inmisericordes de los fríos egoístas; su conocimiento de Madrid y de que los madrileños son seres humanos como los de Gary, Indiana y Madrás, India.

Los palos a la clerecía buscavidas, menos espiritual que una beata por el qué dirán, la crítica al “la letra con sangre entra”, al convencionalismo excluyente, son rotundos  y creíbles por no insultantes. Don Benito no necesita insultar, pues domina el idioma.

Tras esta novela conviene leer, en este orden, Tormento y La de Bringas.

 

Luis Miguel Sotillo Castro.

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