LA
CRIPTA DE LOS CAPUCHINOS
Joseph
Roth
Roth
es víctima, testigo y relator de la caída del imperio austrohúngaro.
¿Responsable también? En la medida en que los hombres corrientes somos
responsables de lo que pasa, supongo. Yo tiendo a absolverle. Nos machacan y
creemos tener la culpa. Los individuos somos arrastrados por acontecimientos
cuya génesis se nos escapa, nuestra participación en ellos nos parece mínima,
la de hombres estúpidos o malvados, enorme.
Joseph
Roth es judío de Brody, Galitzia. Esa región torturada pertenecía al imperio
austrohúngaro, su territorio se lo reparten hoy Polonia y Ucrania. Otro galitziano,
más famoso y más feliz, la vida nos dispara al nacer sabe nadie hacia donde, es
Billy Wilder. Nace Roth en 1894 y muere en París en 1939, a las puertas
apocalípticas de la guerra mundial que hizo necesario numerarlas; en la primera
sirvió en el ejército austriaco, sin padecer en el frente.
Recomiendo sus novelas “La marcha Radetzky”,
“Hotel Savoy”, “Zipper y su padre” y “La leyenda del santo bebedor”.
En
la cripta de los capuchinos, Viena, yacen los restos de multitud de habsburgos;
el penúltimo emperador austrohúngaro, Francisco José, muerto en 1916, entre
ellos. Aquí nuestro protagonista echará una última mirada a su mundo derruido.
Conocimos
a la familia Trotta en La marcha Radetzky. Estirpe de eslovenos ennoblecida a
mediados del XIX por Francisco José. El protagonista de La cripta de los
capuchinos es un joven Trotta vienés en
1913, tradicionalista que se define a sí mismo como anticuado. Su padre,
partidario del imperio, de la plena integración en él de los eslavos, le puso
al hijo Francisco Fernando. Moriría antes de saber del asesinato del heredero
tocayo de su vástago.
Pertenece nuestro protagonista a la juventud
acomodada que vive de noche en los cafés vieneses y duerme la mañana sin
preocupaciones. Sobre ellos caerán la Gran Guerra que acabará con su mundo, la
postguerra de los perdedores y la anexión nazi de Austria. La novela termina
ante la inminencia de este triunfo de Hitler.
Un guardia que deja el fusil en el paragüero
cuando entra en la taberna, así de confiado; veinticinco años después el dueño
de un café lo abandona y huye, es judío. Entre medias, la vida del joven Trotta
en la paz y en la guerra, en el Imperio y en Rusia, prisionero de guerra, en el
amor y la soledad.
Roth
es un creador de personajes contundentes, inolvidables incluso, no sólo los
principales. Es un pintor preciso y poderoso.
Todo
esto en una novela breve maravillosamente escrita.
Leo
la quinta reimpresión, abril de 2018, de Acantilado, 219 páginas.
Comentario
de Luis Miguel Sotillo Castro.