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martes, 8 de junio de 2021

TRANSBORDO EN MOSCÚ. Eduardo Mendoza

Para felicidad de los lectores, Mendoza empieza a ser inabarcable. Es muy popular por sus libros humorísticos, Sin noticias de Gurb y los cinco con el detective loco; pero sus novelas serias, La verdad sobre el caso Savolta, La ciudad de los prodigios,  son extraordinarias. De entre las demás, quiero entresacar  Riña de gatos, poco apreciada por dos razones. Una que la presentó al premio Planeta, con lo que rompió la hipocresía de desvincular arte y dinero; otra, que trata a José Antonio Primo de Rivera como ser humano, agradable, incluso.

 Cervantes no sabía que era cervantino. Se consideraba un poeta a la espera de las musas esquivas. Mientras llegaban, escribió el Persiles fascinado por la magia del idioma de Jorge Manrique y Garcilaso, vistiéndolo él a su manera.  Esperando escribió las novelas ejemplares, porque la gente es variada, interesante y poco ejemplar. Aguardando, escribió el Quijote, porque la vida es una broma ácida que se ríe de nuestras aspiraciones.

Mendoza sabe, como don Miguel, que las personas son dignas de lástima, temor y amor. Las novelas mendocinas hablan de nosotros desde puntos de vista distintos: realistas, disparatados; yendo al detalle minucioso o a la brocha gorda. Porque nuestra vida paródica no carece de complejidad. Mendoza sabe escribir muy buen español en distintos tonos, como el maestro. La penetración psicológica de ambos los hace imperecederos.

 Mendoza escribe tres novelas con Rufo Batalla de protagonista, barcelonés de 1946; un tipo que quiere ser tranquilo, al tiempo que se deja llevar por personas con planes que él no tiene, aventurero a su pesar… o no.

 En el arranque de la primera, El rey recibe, este es un joven reportero en 1968. Le acompañamos por la España y el Nueva York de los setenta, con sus contrastes y revoluciones, reales y rebajadas, café y achicoria. Esos izquierdistas que callaban las atrocidades soviéticas, “por no hacer el juego al capitalismo”, frase justificante de la tiranía, tan olvidada a conciencia, a falta de ella. Al tiempo, estos jóvenes querían la libertad sexual, musical, artística que con Breznev no era posible. Españoles diletantes, acomplejados, antifranquistas con tantas razones para serlo como contradicciones vitales.

La segunda es El negociado del yin y el yang. Estamos en 1975, año incierto, el de la muerte de Franco. Rufo se plantea volver de Nueva York a Barcelona. Lo hará pasando antes por Japón y Tailandia, no está mal el rodeo.

La tercera es este Transbordo en Moscú. Desde los ochenta hasta fin de siglo, con la conmoción de la caída de la URSS. Rufo y España han alcanzado el bienestar económico pero, a estas alturas, está claro que nada es para siempre, salvo la nostalgia. A la lista de personajes presentes en las tres novelas, la familia y el príncipe Tukuulo, experto en castillos en el aire, se unen otros nuevos.  Rufo se casa y esta no es la menor de sus aventuras, en España y el extranjero. Si las hazañas de Gurb parecían emparentadas con Mortadelo, las peripecias de espionaje e intrigas de Transbordo en Moscú nos recuerdan por momentos a Anacleto, agente secreto. Dicho con la mayor admiración, que ustedes se lían con las cosas del telón de acero y postrimerías.

 

Tiene cada una entidad propia, pero recomiendo leer las tres novelas por orden: El rey recibe, 2018; El negociado del yin y el yang, 2019; Transbordo en Moscú, 2021; las tres en Seix Barral. Los lectores veteranos se reconocerán en la línea temporal, desde el 68 hasta finales de siglo, rememorando los hitos históricos, podemos decir ya, que han compartido con Rufo. Los jóvenes encontrarán materia para divertirse y reflexionar.

 Mendoza saca del retrato social que nos ofrece, tan realista por lo demás,  el asunto del nacionalismo catalán, aunque el protagonista sea barcelonés. Tendrá sus razones, todo el mundo las tiene, salvo Rufo Batalla, que lidia batallas prestadas.

 

Luis Miguel Sotillo Castro.

 

 

   

 

 

 

 

 

 

lunes, 5 de octubre de 2020

EL SECRETO DE LA MODELO EXTRAVIADA. Eduardo Mendoza

 

Barcelonés de 77 años es un escritor que se quita importancia. No da lecciones sobre todo ni se cree un sabio. Es afable en las entrevistas dando la impresión de que se puede charlar con él, no frente a él ni a sus pies.

Autor de novelas serias y humorísticas, con lo que demuestra estar por encima de los géneros, los maneja según su gusto y necesidad expresiva. No estoy de acuerdo con clasificar las serias como mayores y las divertidas como obras menores. Actores como José Luis López Vázquez, Alfredo Landa o Andrés Pajares dicen que es más difícil hacer reír que interpretar un personaje tremendo. Creo que pasa igual en la literatura. Una novela dramática está al alcance de muchos autores, muy pocos pueden hacernos sonreír  y carcajear como Mendoza. Cuando la risa se calma, se retrae como una ola, queda el pensamiento provocado por ella en la playa brillante. La comedia bien escrita tiene mar de fondo.

  El humor está emparentado con la poesía. Comparten una visión del mundo  a la vez distanciada e imbricada en él, de manera que la variedad de perspectivas  faculta al poeta y al humorista para enseñarnos lo que no solemos ver. Lo que distingue al humorista del poeta ilusionado y lo lleva por caminos tan distintos es la incredulidad, compasiva al cabo, pese a la ferocidad aparente.

  Mendoza ha escrito cinco novelas con un loco sin nombre como protagonista;  nos recuerda al agente de la Continental, de Dashiell Hammett, también innominado. Porque estas novelas son parodias del género detectivesco. Tenemos la ciudad, Barcelona, con sus barrios altos y bajos, policías venales, buscavidas, criminales ricos y pobres, gente triunfadora y tipos patéticos. Tontos y listos. Las novelas son:

 

El misterio de la cripta embrujada, de 1978.

El laberinto de las aceitunas, 1982.

La aventura del tocador de señoras, 2001.

El enredo de la bolsa y la vida, 2012.

El secreto de la modelo extraviada, 2015.

 El protagonista sale y entra del manicomio, lugar de orden. Estas salidas nos recuerdan a las de don Quijote, el hambre que pasan los personajes pobres a Sancho Panza. En otras ocasiones nos acordamos de Mortadelo y Filemón; en la imaginación humorística no respetamos jerarquías. Baja a las calles de Barcelona y  se encuentra con la locura cotidiana de la sociedad. Es una humorada que la ciudad sea más lugar de locos que el manicomio; que nuestro amigo orate, detective a la fuerza, use la razón como arma para desenvolverse es otra. Gracias al talento de Mendoza recorremos la Barcelona más dura, entre personajes dolientes, sonriendo y riendo en voz alta incluso.

 Algunas personas han disfrutado más unas novelas que otras de esta serie. Recomiendo leerlas todas, pues todas me han gustado; por orden, claro, no nos volvamos locos.

Comentario de Luis Miguel Sotillo Castro.

 

martes, 2 de junio de 2020

SIN NOTICIAS DE GURB. Eduardo Mendoza


Nos pasamos la vida temiendo, intentando olvidar que tememos, sorpresas desagradables; respecto a la salud, el dinero, las relaciones sociales y sexuales  -digo, amorosas, seré bueno-  ¿Qué es el humor? Una sorpresa agradable, liberadora, ancha como una risa llena de dientes blancos e iguales. Un buen libro humorístico es pura felicidad. A Mendoza le debemos varios.

 El humor es extravagante. De lo primero que se ríe es de la capacidad severa de razonar que, seria, recia, rectamente nos lleva a puertos seguros, creemos. Estamos sentados en tierra firme. Una niña, el pelo negro mojado brillante de sal, viene desde el horizonte, delimitado como con regla entre el mar y el cielo; se nos acerca, caminando sobre el agua esmeralda, hasta la playa que nos aburre. La chiquilla sonriente es el humor.

 Sin noticias de Gurb se publicó por entregas en un diario, antes de ser libro en 1990. Esto ya parece una broma  a finales del siglo veinte. El señor Samuel Pickwick, mientras se rasca la barriga con la izquierda, levanta la mano derecha y pregunta ¿pero esto es serio? No.
 Dos extraterrestres, Gurb y su innominado jefe aterrizan en la Barcelona de las zanjas preolímpicas. Ustedes disfrutarán sus peripecias, de las que no contaré nada, se ríen por sí solas. El recurso a una pareja protagonista dispar se usa mucho en cine, literatura y tebeo. Encuentro ésta a la altura de los enormes  Mortadelo y Filemón y Laurel y Hardy. Cómo no recordar a don Quijote y Sancho.

Una de las muchas virtudes de Mendoza es que explica como nadie sus libros, claramente y sin darse aires. La breve introducción que nos regala en este me libera de seguir escribiendo. Queda recomendado encarecidamente como texto singular, sencillo y feliz, en estos tiempos en los que la risa sincera es un tesoro.

Leo la decimosegunda edición, octubre de 2002, siendo la primera de marzo de 1991, Seix Barral, 143 páginas.


Luis Miguel Sotillo Castro

RIÑA DE GATOS.Madrid 1936. Eduardo Mendoza


He hablado con seis o siete fans rendidos de Mendoza sobre esta novela, sólo a dos le gusta mucho, los demás ponen reparos. Este libro tiene dos dificultades. Hay que conocer la España prebélica para comprenderla bien, de este conocimiento es difícil apartar los prejuicios partidistas. Esta primera dificultad trae cosida la segunda: a mucha gente le desasosiega, incomoda, ver a personajes como Primo de Rivera tratados como personas, no monstruos. Por otra parte, se le reprocha al autor que sea una novela de encargo para obtener el Planeta. Es cierto. Hacienda porque sí, Mendoza porque se lo curreló, se llevaron un buen dinero, pero eso a mí no me molesta.

Un inglés llega a Madrid en la primavera de 1936, con el encargo de autentificar un posible Velázquez de una colección privada. El amor por la pintura, la reflexión sobre ella, especialmente la del sevillano, es un aliciente poderoso durante la lectura. Pensar en el Siglo de Oro en la España republicana que se tira por el precipicio. Otro atractivo, el contacto del inglés, pez fuera del agua, tanto con la gente más humilde como con los ricos; con falangistas y comunistas, putas y señoritas, policías y matones.
 “Los falangistas andan a tiros con los socialistas; los socialistas, con los falangistas, con los anarquistas y, de vez en cuando, entre sí. Y mientras tanto, todos hablan de hacer la revolución.”
 Desde Franco hasta una vieja pobre medio ida, todos los personajes son creíbles, sin abusar Mendoza de psicologismos ni probar nuestra paciencia con falsas profundidades. Tenemos también amoríos, risas y suspenso; termina la novela antes de la guerra.

 La recomiendo sinceramente. Leo la 7ª edición de Planeta, claro, de 2011, el premio lo obtuvo en 2010. 427 páginas amenas e intrigantes, pese a que sepamos cómo fueron las cosas en ese verano del 36.

Luis Miguel Sotillo Castro

lunes, 1 de julio de 2019

EL MISTERIO DE LA CRIPTA EMBRUJADA. Eduardo Mendoza


La segunda novela de E. Mendoza tras el inesperado éxito de su debut con “La verdad sobre el caso Savolta” obedece, como el mismo autor confiesa en el prólogo, a una necesidad de distanciarse del maremágnum en el que se vio envuelto y superar el bloqueo ante la página en blanco.
La catarsis le condujo a un divertimento disparatado, enraizado en la picaresca española que, en vista de la gran aceptación obtenida, seguirá cultivando a intervalos para deleite de sus seguidores.

Para ello, retoma a ese personaje oblicuo y desconcertante del Caso Savolta, sin nombre porque los reúne todos, un lunático adicto a la Pepsi-Cola internado en un manicomio, al que recurre el jefe de policía para la resolución de un caso de desaparición de adolescentes en un internado de “niñas bien”.

La enrevesada trama de entradas, salidas, despistes, historias paralelas, típicos de un vodevil, sirve a Mendoza de excusa para algo que le es muy querido: contar Barcelona, desde el aristocrático S. Gervasio hasta los prostíbulos del Raval, durante los convulsos momentos de nuestra recién estrenada democracia.

La diversión, más que por la propia historia en sí, de escasa chicha, viene dada por la pericia de saltimbanqui del autor en el uso del anquilosado lenguaje leguleyo que gasta el loco, alcanzando  momentos de desternillante paroxismo, y por surrealistas situaciones impropias de una investigación policial de forma que, cuando te quieres dar cuenta, sigues a ciegas a este nuevo Lazarillo de las Ramblas, que destila amargura y ternura a partes iguales, llegando incluso a profesar su cordura.

Aparquen un ratito la formalidad y déjense llevar una tarde (sus 200 páginas se beben con un largo café) por la sana demencia, como afortunadamente hizo el autor para regocijo propio y de sus lectores.
La recomiendo para forofos de Mendoza, de Barcelona, de  personajes descabellados y para echar un buen rato tras un día atravesado.

Sybilalibros@YoLibro

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