martes, 22 de junio de 2021

CRÍMENES EJEMPLARES. Max Aub

Hablan dos tipos paseando por Madrid. Pregunta uno: ¿Crees que tendremos una guerra? Responde el otro: No hombre, no; la cosa está mal, pero, ¿una guerra? ¡Estamos en pleno siglo XX!

 La acción transcurre en julio de 1936. La novela es Las buenas intenciones (1954), de Max Aub. También me gusta mucho su La calle de Valverde (1961). Sé que su obra más prestigiosa es la serie de seis novelas llamada El Laberinto Mágico; no la he leído, sí me interesa.

 Aunque Max Aub tiene nombre como de personaje de tebeo, es actor dramático en el desgraciado siglo XX. Actor, sí, obligado a representar un papel que escriben otros. Hombre zarandeado por guerras y emigraciones. El siglo XX fue una función dirigida por egoístas desmadrados, pastores que odiaron a los rebaños, propios y ajenos. Sobre las tablas Aub olió la sangre derramada por los hombres. Debió huir de Francia y de España. Como español hijo de alemán y francesa, no se libró de ninguna desgracia colectiva. Nacido en 1903, hubo de sufrir las dos guerras mundiales y la española. Encontró por fin la tranquilidad en el exilio mejicano. No necesito aclarar que tranquilidad y felicidad no son o mismo.

Para situarlo políticamente, porque la anécdota es importante además, diré que para la Exposición Internacional de 1937, como agregado cultural en la embajada española republicana en París, Aub encargó a Picasso una obra; sería el Guernica.

 Crímenes ejemplares es una colección de desahogos, creo yo, con un formato de greguería o aforismo que hoy triunfaría en Twitter. Piezas breves de humor negro. En pocas líneas, un asesino describe y justifica un asesinato, cargado y sobrado de razón, a su entender. Por ejemplo:

 -De mí no se ríe nadie. Por lo menos ese ya no.

 Uno piensa que estas ocurrencias mínimas y contundentes desnudan la maldad del siglo. Tanto discurso florido e ideológico que desemboca al fin en la destrucción del contrario. Aub nos dice que, ya que los dirigentes, apoyados en los malos instintos de las personas, terminan por matarnos o esclavizarnos, al menos podrían ahorrarnos la cháchara. No me aburras, ya que vas a acabar conmigo.

Leer de un tirón estos relatos mínimos no es aconsejable. Se cansa uno de la repetición. Debemos descansar de todo, también del ingenio.

Más que estas greguerías siniestras, me gusta el trabajo de Pedro Tejada Tello. No deja aspecto de la vida y obra de Aub sin tratar. De hecho, de las 453 páginas del libro, sólo 165 son los crímenes ejemplares, el resto es un estudio imprescindible para los seguidores de Max Aub.

El libro es precioso, por el tipo de letra, la numeración en rojo y las ilustraciones de Pedro Arjona. Edita Reino de Cordelia, en 2020.

Termino este comentario ya,  porque no hay que ser pesado:

“Lo maté porque me propuso un ciclo de conferencias en Madrid. Lo enterré en el jardín”.

 

Luis Miguel Sotillo Castro.

 

 

 

 

 

martes, 15 de junio de 2021

EL EXTRAÑO CASO DEL DR. JEKYLL Y MR. HYDE. Robert Louis Stevenson

Sentado en el escaño de la praderita en casa de la abuela, frente a la cuadra  y el cuarto de la fresquera y mil cosas, con su olor a embutidos, panes, arreos y polvo. Detrás de mí, bajo el carro con radios de madera, fluye un hilo de agua entre las hierbas, es verano.

 Tengo un libro en las manos, sin dibujos. Pienso que me costará leerlo, pues soy un niño. Es La isla del tesoro. La felicidad lectora se consolidó aquella tarde de aire, rumoroso entre los árboles, pujador en las velas del barco pirata.

 Además de libros de viajes, relatos, poemas y más, Stevenson es autor de nueve novelas maravillosas, más alguna incompleta. Literatura de aventuras. No son sólo peripecias entre personas, también la aventura interior de los personajes, la formación de su personalidad, la decisión íntima de ser bueno o malo. Stevenson nos divierte con acciones trepidantes, sin ser superficial nunca. Son novelas luminosas porque, más allá de que acaben bien, nos reconforta la honradez derecha de los protagonistas. Quizá las más inquietantes sean El señor de Ballantrae y sobre todo, Jekyll y Hyde, pues en esta el mal y el bien no están claramente separados, todo lo contrario.

 No suelo releer, el tiempo avanza y prefiero cosas nuevas, hay mucho por descubrir. La nada sin libros se acerca, es la muerte, que nunca leyó nada; tiránica, no da explicaciones, no es justa. La Justicia es un invento humano y ella está por encima. La muerte se depila las cejas con una mano y con la otra te lleva, mientras tu libro a medio leer aletea hasta dar en el suelo. Esta parrafada desolada  no se me ocurriría tras leer cualquier otro libro de Stevenson, con este, sí. La grandeza de un autor.

Vi esta edición curiosa y bien ilustrada y la compré; en casa, la leí, unos treinta y cinco años después de la primera vez.

 Unos hombres buenos se enfrentan a los actos malvados, a la repulsión que produce incluso por su aspecto, del señor Hyde. El horror lo conocerán cuando sepan que este monstruo y el respetable doctor Jekyll son la misma persona. Hoy en día, porque la novela se reedita desde su  publicación en 1886, porque la transformación de Jekyll en Hyde y viceversa la hemos visto en el cine mucho; March, Barrymore, Tracy… no disfrutamos de la sorpresa. Lo cierto es que el lector nuevo no debería saber que el doctor Jekyll y el señor Hyde son la misma persona hasta la página 46 de las 62 del relato. No recordaba antes de esta relectura lo breve que es el libro, lo que da idea de su perfección. Cuando te planteas si un libro es corto o largo, mal asunto.

 

 Si nos ponemos clasificatorios, podemos situar Jekyll y Hyde  en la estantería de ciencia ficción, también en la de terror, en la de misterios detectivescos;  en relatos largos, en novelas cortas. Para muchos, es un libro moral, filosófico. La lucha entre el Bien y el Mal pero, a diferencia del resto de la obra de Stevenson, en el que el Bien triunfa o al menos es digno pelear por él, aquí el ser humano es derrotado sin paliativos; primero pierde el control, sin él la guerra, en ella, la vida.

Aclarar, para terminar, que Stevenson no necesita que Hyde sea un asesino múltiple, no nos castiga con treinta escenas sanguinolentas, como un novelista de hogaño. Robert Louis, con su gran penetración psicológica, sabe que da más miedo una mirada odiosa que diez bastonazos en las costillas. Claro, hay que ser un escritor grandioso como él para contarlo.

Edita Libros del zorro rojo, ilustra Luis Scafati., septiembre de 2020. Como suele suceder, el título pone Mr. Y no Sr. Hyde, lo que es no acabar de traducir el título. Manía mía de lector impenitente, destacar tal cosa.

 

Luis Miguel Sotillo Castro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 11 de junio de 2021

LA HOGUERA DE LAS VANIDADES. Tom Wolfe


He leído La Hoguera de las Vanidades de Tom Wolfe y lo primero que se me viene a la cabeza es parafrasear ese dicho taurino de “corrida de expectación, corrida de decepción”. 

Había oído maravillas de ella, de la brutal crítica hacia la sociedad neoyorquina de los 80, aquella de la era Reagan donde se veneraba el éxito social y el dinero por encima de todo; de su original formato, ya que está escrita como si se tratara de una crónica periodística (no en vano su autor es periodista de profesión); de su lenguaje dinámico y tan visual que se realizó un filme (que no he visto) con las megaestrellas del momento Tom Hanks y Bruce Willis, pero de factura irregular que no alcanzó el éxito esperado (¿Será porque lo dirigió el excesivo Brian De Palma?). En fin, el boom literario de la década.

Nada más comenzar a leer te atrapa la ácida verborrea incontenible de Wolfe y el rápido desfile de personajes emblemáticos de la Gran Manzana: políticos corruptos, fiscales de distritos obsesionados con elecciones absentistas de su oficio judicial, el mediocre y trepa abogado judío, los toscos pero leales policías irlandeses, el predicador negro experto manipulador de la peor demagogia del racismo, el tiburón wasp de Wall Street, el periodista borracho que se regodea en su decadencia a la espera de la noticia que le lleve directo al Pulitzer y, finalmente, el Bronx, ese distrito poblado de  miseria y delincuencia que no sólo es marco de la acción junto a su opuesta de clase alta Park Avenue, sino que se alza como un rico personaje robaescenas. No deja títere con cabeza.

Ingredientes de éxito. ¿Qué es lo que falla, a mi modo de ver? Que varias de las señas de identidad de la novela se convierten al final en la soga que la ahorca: esa manía común a casi todos los periodistas metidos a literatos de mostrar/alardear de toda la documentación que manejan, venga o no a cuento, lastra el ritmo de la narración, máxime cuando son casi 700 páginas. A la mitad, los discursos repetidos, la información redundante, el empeño en el tempo de la crónica, hacen la lectura muy cuesta arriba y se sigue la novela sólo por ver cómo termina el juicio.

Creo también que ha envejecido mal, en parte debido a su concepto periodístico. Lo que fue un aldabonazo a la hipócrita sociedad americana del 87 queda hoy como algo un tanto kitsch por el estilo excesivo del autor, más como un documento ideal para conocer el período que una novela por derecho. 

A pesar de ello, la recomiendo para quienes no vivieron esa época, tendrán una visión bastante gráfica, para amantes de las pelis de juicio y para nostálgicos de las hombreras imposibles, maquillajes de opereta y las Nikes blancas para vestir.

Sybilalibros


miércoles, 9 de junio de 2021

LA ESTRATAGEMA. Léa Cohen

¡Qué pena, qué coraje, qué decepción, qué todooooo!! 

Saco este libro de la biblioteca atraída por un país y una literatura desconocidos como es Bulgaria, por el gancho de la sinopsis y de las ciber-opiniones acerca de una trama de espionaje tras el Telón de acero, persecución de judíos tras la II G. M y con el comunismo, fortunas escondidas. Vamos, un caramelo. ¿Y qué me encuentro? 

Un material de primera desperdiciado por una autora con poco talento narrativo (lo derrochará todo en la música puesto que es directora de orquesta): los personajes planos salvo el espabilado Víctor; las descripciones sosas y sin fuerza y lo peor, el intento, fracasado, de presentar la narración en forma de puzzle contado a varias voces con el objeto de crear una intriga que a la postre lo único que consigue son saltos innecesarios en el tiempo y repetición de cosas ya dichas. 

Da la impresión que la editorial publicó el manuscrito tal cual, sin pasar por corrector, porque si no, no se explica tal desbarajuste, a menos que fuera la intención de la autora. 

Mención aparte merece la traducción: terrible, algo muy extraño en Asteroide, que solía cuidar este aspecto. 

En fin, ni porque la familia protagonista lleve el honroso y muy español apellido Calderón, signo de sefardíes en Bulgaria, se salva la novela.

Sybilalibros


martes, 8 de junio de 2021

TRANSBORDO EN MOSCÚ. Eduardo Mendoza

Para felicidad de los lectores, Mendoza empieza a ser inabarcable. Es muy popular por sus libros humorísticos, Sin noticias de Gurb y los cinco con el detective loco; pero sus novelas serias, La verdad sobre el caso Savolta, La ciudad de los prodigios,  son extraordinarias. De entre las demás, quiero entresacar  Riña de gatos, poco apreciada por dos razones. Una que la presentó al premio Planeta, con lo que rompió la hipocresía de desvincular arte y dinero; otra, que trata a José Antonio Primo de Rivera como ser humano, agradable, incluso.

 Cervantes no sabía que era cervantino. Se consideraba un poeta a la espera de las musas esquivas. Mientras llegaban, escribió el Persiles fascinado por la magia del idioma de Jorge Manrique y Garcilaso, vistiéndolo él a su manera.  Esperando escribió las novelas ejemplares, porque la gente es variada, interesante y poco ejemplar. Aguardando, escribió el Quijote, porque la vida es una broma ácida que se ríe de nuestras aspiraciones.

Mendoza sabe, como don Miguel, que las personas son dignas de lástima, temor y amor. Las novelas mendocinas hablan de nosotros desde puntos de vista distintos: realistas, disparatados; yendo al detalle minucioso o a la brocha gorda. Porque nuestra vida paródica no carece de complejidad. Mendoza sabe escribir muy buen español en distintos tonos, como el maestro. La penetración psicológica de ambos los hace imperecederos.

 Mendoza escribe tres novelas con Rufo Batalla de protagonista, barcelonés de 1946; un tipo que quiere ser tranquilo, al tiempo que se deja llevar por personas con planes que él no tiene, aventurero a su pesar… o no.

 En el arranque de la primera, El rey recibe, este es un joven reportero en 1968. Le acompañamos por la España y el Nueva York de los setenta, con sus contrastes y revoluciones, reales y rebajadas, café y achicoria. Esos izquierdistas que callaban las atrocidades soviéticas, “por no hacer el juego al capitalismo”, frase justificante de la tiranía, tan olvidada a conciencia, a falta de ella. Al tiempo, estos jóvenes querían la libertad sexual, musical, artística que con Breznev no era posible. Españoles diletantes, acomplejados, antifranquistas con tantas razones para serlo como contradicciones vitales.

La segunda es El negociado del yin y el yang. Estamos en 1975, año incierto, el de la muerte de Franco. Rufo se plantea volver de Nueva York a Barcelona. Lo hará pasando antes por Japón y Tailandia, no está mal el rodeo.

La tercera es este Transbordo en Moscú. Desde los ochenta hasta fin de siglo, con la conmoción de la caída de la URSS. Rufo y España han alcanzado el bienestar económico pero, a estas alturas, está claro que nada es para siempre, salvo la nostalgia. A la lista de personajes presentes en las tres novelas, la familia y el príncipe Tukuulo, experto en castillos en el aire, se unen otros nuevos.  Rufo se casa y esta no es la menor de sus aventuras, en España y el extranjero. Si las hazañas de Gurb parecían emparentadas con Mortadelo, las peripecias de espionaje e intrigas de Transbordo en Moscú nos recuerdan por momentos a Anacleto, agente secreto. Dicho con la mayor admiración, que ustedes se lían con las cosas del telón de acero y postrimerías.

 

Tiene cada una entidad propia, pero recomiendo leer las tres novelas por orden: El rey recibe, 2018; El negociado del yin y el yang, 2019; Transbordo en Moscú, 2021; las tres en Seix Barral. Los lectores veteranos se reconocerán en la línea temporal, desde el 68 hasta finales de siglo, rememorando los hitos históricos, podemos decir ya, que han compartido con Rufo. Los jóvenes encontrarán materia para divertirse y reflexionar.

 Mendoza saca del retrato social que nos ofrece, tan realista por lo demás,  el asunto del nacionalismo catalán, aunque el protagonista sea barcelonés. Tendrá sus razones, todo el mundo las tiene, salvo Rufo Batalla, que lidia batallas prestadas.

 

Luis Miguel Sotillo Castro.

 

 

   

 

 

 

 

 

 

miércoles, 2 de junio de 2021

EL DESORDEN QUE DEJAS. Carlos Montero

Con un título atractivo, una sinopsis de contraportada sugestiva y el aval del premio Primavera de Espasa podría haber sido una gran novela si el autor no se hubiera dejado arrastrar por el consumo fácil y rápido, dirigiéndose a un público de masas fundamentalmente joven y tocando temas de tremenda actualidad pero de manera superficial: gran impacto pero poco fundamento.

La premisa del argumento es buena: una joven profesora de Literatura, atrapada en un matrimonio tan inestable como ella, tiene que cubrir una baja en un instituto de un puebluco de Orense. Cuando llega a su destino descubre que la profesora anterior, una superwoman física e intelectual, se ha suicidado y algunos apuntan a que varios de sus alumnos la incitaron a ello. Sin mediar motivo, empieza a ser acosada y amenazada por esos alumnos y su reacción será lanzarse de cabeza a investigar sola la muerte de su antecesora, con lo que se precipita el caos novelero, que no novelístico. Así, lo que apuntaba a un interesante thriller psicológico se queda en telefilme de sobremesa.

A montar este folletín contribuyen, y no poco, unos personajes tan arquetípicos que, a su lado, Bob Esponja es Kafka: Raquel, la protagonista, es una profe modelo de la nueva hornada del buen rollo escolar que arrastra todos los traumas típicos del susodicho telefilme; el “trío calavera” de acosadores: Iago, Roi y Nerea, prototipos de adolescentes de serie juvenil de TV; el señorito golfo del pueblo, empresario y explotador, culpable de la ruina económica del lugar, un Jesús Gil a la gallega pero sin “pimentón” de gracia; el marido mediocre de Raquel y su tradicional familia que no acepta a la chica…Un conjunto curradísimo, vamos.

Acorde con el  veloz impulso juvenil que alienta el libro, su lectura es rápida porque su escritura es como un torrente de diálogos desbordado, bastante planos, aunque perfectamente trabados, hay que reconocerlo. Pero anda escasa de las necesarias pausas narrativas de los párrafos (porque los desquiciados y largos monólogos interiores de la protagonista no se pueden calificar de tales) y abundante en un lenguaje “colega” que se extiende a todos los personajes sin importar estatus ni formación, factores que conducen a una absoluta falta de empaque literario. Yo definiría su  estructura como la de un guión fílmico en el que las acotaciones han sido sustituidas por breves apuntes narrativos. 

Y tiene un por qué. Aunque la editorial no lo mencione en la clásica solapa, Carlos Montero cuenta con una larga y fructífera carrera como guionista de TV y es una de las plumas artífices de esos fenómenos televisivos llamados “Compañeros” y “Física y Química”. Creo que esta información explica por sí sola todas las carencias del relato que nos ocupa.

Si sois asiduos de mis comentarios lectores os preguntaréis por qué no abandoné  a la primera tontuna. Lo hice, en un par de ocasiones. Pero confieso que mientras leía se iban formando nubes de tormenta en mi cabeza, cual Próspero convocando tempestades de crítica perversa. Y me produjeron tales cosquillas cerebrales que terminé la lectura sólo por darme el gustazo de hacer esta reseña. 

Sí, lo reconozco, he sucumbido a la mala baba, pero es que cada palabra que leía me afilaba aún más el colmillo (y no he comentado todo lo apuntado por no hacer la reseña larga).

Pero me redimo en un pispás: si algunos de los lectores tienen hijos que crecieron con las series de TV aludidas  que lo lean que lo van a disfrutar  porque se van a sentir muy identificados.

ADENDA: Aún me sigo preguntando qué pensaba el jurado del premio al otorgarlo a algo tan falto de esencia literaria. 

Sybilalibros


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