Sentado
en el escaño de la praderita en casa de la abuela, frente a la cuadra y el cuarto de la fresquera y mil cosas, con
su olor a embutidos, panes, arreos y polvo. Detrás de mí, bajo el carro con
radios de madera, fluye un hilo de agua entre las hierbas, es verano.
Tengo un libro en las manos, sin dibujos.
Pienso que me costará leerlo, pues soy un niño. Es La isla del tesoro. La
felicidad lectora se consolidó aquella tarde de aire, rumoroso entre los
árboles, pujador en las velas del barco pirata.
Además
de libros de viajes, relatos, poemas y más, Stevenson es autor de nueve novelas
maravillosas, más alguna incompleta. Literatura de aventuras. No son sólo
peripecias entre personas, también la aventura interior de los personajes, la
formación de su personalidad, la decisión íntima de ser bueno o malo. Stevenson
nos divierte con acciones trepidantes, sin ser superficial nunca. Son novelas
luminosas porque, más allá de que acaben bien, nos reconforta la honradez
derecha de los protagonistas. Quizá las más inquietantes sean El señor de
Ballantrae y sobre todo, Jekyll y Hyde, pues en esta el mal y el bien no están
claramente separados, todo lo contrario.
No
suelo releer, el tiempo avanza y prefiero cosas nuevas, hay mucho por
descubrir. La nada sin libros se acerca, es la muerte, que nunca leyó nada;
tiránica, no da explicaciones, no es justa. La Justicia es un invento humano y
ella está por encima. La muerte se depila las cejas con una mano y con la otra
te lleva, mientras tu libro a medio leer aletea hasta dar en el suelo. Esta
parrafada desolada no se me ocurriría
tras leer cualquier otro libro de Stevenson, con este, sí. La grandeza de un
autor.
Vi
esta edición curiosa y bien ilustrada y la compré; en casa, la leí, unos
treinta y cinco años después de la primera vez.
Unos
hombres buenos se enfrentan a los actos malvados, a la repulsión que produce
incluso por su aspecto, del señor Hyde. El horror lo conocerán cuando sepan que
este monstruo y el respetable doctor Jekyll son la misma persona. Hoy en día,
porque la novela se reedita desde su publicación en 1886, porque la transformación
de Jekyll en Hyde y viceversa la hemos visto en el cine mucho; March, Barrymore,
Tracy… no disfrutamos de la sorpresa. Lo cierto es que el lector nuevo no
debería saber que el doctor Jekyll y el señor Hyde son la misma persona hasta
la página 46 de las 62 del relato. No recordaba antes de esta relectura lo
breve que es el libro, lo que da idea de su perfección. Cuando te planteas si
un libro es corto o largo, mal asunto.
Si nos ponemos clasificatorios, podemos situar
Jekyll y Hyde en la estantería de
ciencia ficción, también en la de terror, en la de misterios
detectivescos; en relatos largos, en
novelas cortas. Para muchos, es un libro moral, filosófico. La lucha entre el
Bien y el Mal pero, a diferencia del resto de la obra de Stevenson, en el que
el Bien triunfa o al menos es digno pelear por él, aquí el ser humano es
derrotado sin paliativos; primero pierde el control, sin él la guerra, en ella,
la vida.
Aclarar,
para terminar, que Stevenson no necesita que Hyde sea un asesino múltiple, no
nos castiga con treinta escenas sanguinolentas, como un novelista de hogaño.
Robert Louis, con su gran penetración psicológica, sabe que da más miedo una
mirada odiosa que diez bastonazos en las costillas. Claro, hay que ser un
escritor grandioso como él para contarlo.
Edita
Libros del zorro rojo, ilustra Luis Scafati., septiembre de 2020. Como suele
suceder, el título pone Mr. Y no Sr. Hyde, lo que es no acabar de traducir el
título. Manía mía de lector impenitente, destacar tal cosa.
Luis
Miguel Sotillo Castro.