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miércoles, 30 de marzo de 2022

LA REINA BLANCA DE CASTILLA. Régine Pernoud

Aquí os dejo mis impresiones sobre la lectura de la vida de esta regia reina,sin que haya en ello redundancia, porque de carácter y sentido de estado iba más que servida.

Digna nieta de Leonor de Aquitania y honrando siempre a sus padres y a su Castilla natal, su camino corre tan paralelo al de su querida hermana Berenguela de Castilla que asombra: ambas tendrán que bregar solas con un reino hostil y las dos traerán al mundo a dos reyes santos: Berenguela a Fernando III el Santo, y Blanca a S. Luis IX (sí, el mismo al que se invoca cuando se dice "más bonito que un S. Luis").

Una vida apasionante que Pernoud, investigadora de una calidad extraordinaria, que se bate hasta el último rincón del último archivo del mundo conocido, reconstruye a base de las poquísimas noticias que se tienen de ella, generalmente por fuentes indirectas y sonsacando y exprimiendo hasta lo imposible los sucesos y personajes que protagonizaron el s. XIII francés. El continuo y necesario recurso a la complicadísima historia de Francia de ese momento hace que su lectura sea difícil de seguir en múltiples ocasiones, incluso para una historiadora como yo, aunque apasionada por el país vecino, que confiesa haber tenido que echar mano del atlas histórico para situarse. 

Lastra esa profusión de datos de pequeños nobles intentando una y otra vez ganar un palmo de terreno a la corona, no a la investigación, pero sí a la imagen de esa reina que tan mala fama se ganó injustamente entre los escolares franceses que la autora quería reivindicar, quedando muy desdibujada y en segundo plano. Gajes del uso de fuentes indirectas cuando no hay más de dónde sacar. 

Aun así, lo he disfrutado muchísimo, he aprendido bastantes cosas y recordado otras más (una romántica cena en un pequeño y encantador restaurante en la isla de s. Luis en París llamado Auberge de la reine Blanche, precisamente).

Sólo lo recomiendo a gente muy apasionada por la Historia y que tenga una mediana formación en el país galo, de lo contrario se va a perder. 


Para mí, de la autora, mejor la biografía de Leonor de Aquitania; y de la mismas hechuras que esta, la de Berenguela de Castilla de S. Martínez, más asequible por cercanía geográfica e histórica.

Excelente edición de Acantilado, como viene siendo habitual.

Sybilalibros


jueves, 16 de diciembre de 2021

FERNANDO III Tiempo de cruzada. Varios

Fernando el santo, tercero de su nombre, es uno de los reyes más importantes de la historia española. Poco se habla y escribe de él, a favor y en contra. Casi mejor, viendo la politización ignara de todo.

Rey de Castilla en 1217, por ser nieto de Alfonso VIII; rey de León en 1230, por hijo de Alfonso IX. Ambos reinos quedan con él unidos hasta hoy.  Esto no hubiera sido posible sin la actuación extraordinaria de su madre, Berenguela, mujer esencial en la historia de España. Entra Fernando en la Córdoba musulmana en 1236, en Jaén en el 46, en Sevilla en 1258. Desde él, se puede decir que la Reconquista es irreversible. Gracias a él, podemos celebrar los logros culturales del reinado de su hijo, Alfonso X; debidos a la fortaleza del reino que la actuación política y bélica de su padre legó.

 

Quince trabajos componen este libro, de otros tantos autores. La selección se debe a Carlos de Ayala Martínez y Martín Ríos Saloma, español el primero, mejicano el segundo. Ocho de ellos hablan de las órdenes clericales de caballería, dando razón al subtítulo: Tiempo de cruzada. Los Papas, los calatravos, hospitalarios, etc. La cruzada como medio de justificación, reclutamiento, financiación de la guerra. ¿Fue la acción reconquistadora de Fernando III equiparable a las cruzadas en Oriente? A Fernando le conviene que el Papa le considere rey cruzado, pero mandando él, no el obispo de Roma. Asunto apasionante desmenuzado en estos estudios. El resto de trabajos analizan la sociedad de la época fernandina, cristiana y musulmana; el funcionamiento del Gobierno, la cancillería, el entronque con la ideología asturiana de los primeros tiempos reconquistadores; la imagen del rey, desde las loas, escritas y monumentales, de su hijo Alfonso X, hasta los intentos de canonización.

518 páginas que incluyen bibliografía pertinente. Edita la benemérita Silex, en 2012.

 

Luis Miguel Sotillo Castro.

 

domingo, 14 de noviembre de 2021

GULAG. Anne Applebaum

¿Por qué el comunismo, siendo más letal que el nazismo, tiene presencia y prestigio en 2021? Por lo mismo que nos impresiona más un veneno repentino en un anillo que matar a alguien, a lo largo de semanas, con pequeñas dosis de arsénico; esto último parece menos atroz, por estar diluido en el tiempo. Los nazis son la destilación y condensación de la maldad humana. Aprovecharon sus doce años para demoler todas las fantasías sobre la bondad; para apagar, con gases invisibles, los brillos de las miradas infantiles.

 El comunismo no tiene prisa. Lleva un siglo largo oprimiendo, robando, matando a la gente. En circunstancias económicas y culturales diferentes, en cuatro continentes, el comunismo ha sido y es sangre y miseria. Es la Peste, que en Carnaval se disfraza de indígena, ecologista, feminista y se mezcla con el pueblo. Muchos burgueses intelectuales vestidos de obreros les ríen las gracias y contribuyen al engaño. Que tipos como Jean Paul Sartre, Bertolt  Brecht, Máximo Gorki, gocen de prestigio intelectual, cuando fueron avalistas de crímenes contra la humanidad, da una idea de la rendición de las democracias. La autora de este libro nombra a los tres como cómplices.

 Tras Carnaval viene Cuaresma. En el miércoles de ceniza comunista  se hace la señal de la hoz y el martillo en la frente del pueblo  con las cenizas de los expoliados, asesinados, por el Partido.

 

Este libro es riguroso, exhaustivo, documentado, ordenado. Primero, los antecedentes bolcheviques, desde 1917. Hay que recordar que Lenin no controla el Parlamento nuevo, tras la destitución del Zar, de manera que lo cierra por la fuerza, simplemente. Desde entonces, la necesidad de reprimir será imprescindible. El sistema de campos de concentración y trabajo esclavo será una de las herramientas para sostener la tiranía. El 13 de octubre de 1923 es clave: Dzerzhinski convence al Gobierno de la necesidad de crear el primer “campo de importancia especial” y ponerlo bajo el mando de la CHECA. El sistema GULAG empieza.

 

La primera parte del libro se titula Los orígenes del Gulag, 1917-1939. Impresionan los trabajos forzados para construir el canal del mar Blanco, en el Ártico. Esta época incluye los años 1937 y 38, los del “gran terror” staliniano.

La segunda es La vida y el trabajo en los campos. Nos cuenta minuciosamente lo que el título indica.

La tercera y última parte se llama El auge y la caída del complejo industrial de campos, 1940-1986. El Gulag durante la guerra, bajo Stalin y los demás hasta Gorbachov.

 Una constante del Gulag, en épocas más duras y menos para los presos, era la preocupación por el rendimiento económico. Los jefes de campo estaban obligados a sacar beneficio a sus trabajadores esclavos. Estos podían ser delincuentes comunes o políticos, o gente que había caído allí a lo Kafka, sin saber el motivo. Si reventaban a la gente a trabajar, desprotegida ante el frío ártico o siberiano, mal alimentada, era para obtener beneficios. Si mejoraban las condiciones de los presos, era para obtener beneficios. El ser humano en sí, nada importaba. No voy a regodearme en sucesos terribles, anécdotas sangrantes, humillaciones y heroicidades increíbles. Lean.

 

Este trabajo  es de 2003. Applebaum aporta informaciones, documentos, testimonios, a los que no tuvo acceso Alexander Solzhenitsyn para su Archipiélago Gulag en 1973; libro del que abominó la intelectualidad europea ¿demócrata?, por eso de “no hacer el juego al capitalismo”.

Leo la segunda reimpresión, de mayo de 2020,de Debate. 671 páginas equilibradas, con mapas, fotos, notas y bibliografía oportunas.

 

Luis Miguel Sotillo Castro.

domingo, 7 de noviembre de 2021

POR OTRA EDAD MEDIA. Jacques Le Goff

Le Goff, francés que vivió entre 1924 y 2014, goza de gran prestigio como medievalista. Reconoció generosamente a sus maestros y es alabado por sus numerosos discípulos. Este libro recoge cuatro de sus ensayos.

 Primero, Tiempo y trabajo. Analiza la obra del maestro Michelet, historiador que vivió en el XIX. Me faltan conocimientos para disfrutar esta parte. Luego nos habla de la concepción del tiempo de los medievales, asunto apasionante enlazado con el trabajo, los gremios, el comercio, la usura… ¿Es lícito prestar y cobrar intereses? ¿No es eso una apropiación del tiempo, que el paso de los días encarezca el préstamo? Por otra parte, ¿Qué oficios son honorables, cuáles degradantes? Analiza las influencias grecorromanas, judeocristianas, bárbaras, en todo ello.

 Segundo, Trabajo y sistema de valores. Estudio sobre las universidades, la de Padua, por ejemplo; sus relaciones con el poder político. Quién estudiaba en ellas, qué se estudiaba, cómo se financiaban.

  Tercero, Cultura erudita y cultura popular. Aborda asuntos concretos, franceses, que no me interesan gran cosa, salvo las leyendas sobre Melusina. El gran Manuel Mujica Láinez tiene una novela al respecto de esta mujer hada y serpiente, El unicornio.

 Cuarto, Hacia una antropología histórica. La investidura feudal. ¿Qué hay detrás del célebre “yo te armo caballero”? Ritual del vasallaje, sus antecedentes y consecuencias.

 Siendo el libro de interés irregular, en mi pobre opinión de aficionado, tiene una virtud grande: Pone a pensar y enseña.

 Los de Alfonso el Batallador, Urraca de León, Isidoro de Sevilla, Menéndez Pidal, Ordoño IV y Claudio Sánchez Albornoz son los nombres españoles que podemos leer; entre cientos de personajes, franceses, principalmente. De ahí que el subtítulo “Tiempo, trabajo y cultura en OCCIDENTE” me parezca, bueno, exagerado. Comprendo que bastante compleja es la Historia de la Edad Media europea como para meterse a fondo en las peculiaridades de una península ibérica con reinos cristianos y musulmanes en conflicto. Pero quizá se podría ser menos pretencioso titulando.

Me gusta la reivindicación de la etnografía, por su comprensión de que sin la cultura popular, sin la historia corriente de la gente menuda, no hay Historia. El gran Julio Caro Baroja estaría de acuerdo.

La edición original es de 1978. Leo la segunda edición de Taurus, de 2020. 516 páginas.

 

Luis Miguel Sotillo Castro.

domingo, 5 de septiembre de 2021

ALFONSO VII DE LEÓN Y CASTILLA (1126-1157). Sonia Vital Fernández

Libro riguroso, de los que ponen riendas a la imaginación. Vamos a hablar de lo que sabemos, sin inventar; no existen los atajos en Historia, parece decir, sí los documentos, literarios y oficiales, la epigrafía, la arquitectura, con ello trabajamos.

 Alfonso VII nace en 1105, reinando su abuelo Alfonso VI, muere en 1157. Tiene dos años cuando fallece su padre, Raimundo de Borgoña, cuatro cuando su abuelo muere y sube al trono su madre, Urraca. Esta lucha por los derechos al trono de su hijo, pero sin ser sustituida en vida por él. Alfonso comienza su reinado en 1126, cuyo cénit se produce en 1135, al ser coronado  Emperador de toda España en 1135, en la catedral de León. Lleva la Reconquista contra los musulmanes hasta Almería, nada menos, cuando aún viven personas que recuerdan el Toledo musulmán. Pese a ello, sufrirá la pérdida de Portugal, convertido en Reino  por las maquinaciones de su tía Teresa y su primo  Alfonso Enríquez.

Muchos hechos, muchas fechas importantes; mas por suerte, este libro no es una biografía, es un estudio, un intento de comprensión de la época.

 Un rey pasa su vida guerreando, consigue unificar territorios bajo su corona para, a continuación, deshacer esa unión dando en herencia esas tierras, troceadas, a sus hijos. Tenemos la sensación de que Fernando I, Alfonso VII y otros son Sísifos sangrientos. Sube la piedra por la ladera y luego déjala rodar. Lucha, mata, unifica y a la postre, divide lo unido, en tu testamento.

Este libro lo explica. Alfonso tiene una idea patrimonial, familiar, personal, de sus posesiones. No hay Estado ni Nación como las entendemos hoy. Es difícil comprender esas mentes del siglo XII. Sonia Vital nos ayuda. ¿Cómo? Analizando las luchas por el poder entre el rey y los nobles, las de estos entre sí, la Iglesia entre la mediación y la toma de partido. La creación o reforzamiento de instituciones y cargos como el merinato, la alferecía, la mayordomía, el infantazgo con la importancia de las mujeres; magnates y tenentes.

 Todo bien basado, argumentado, expuesto. Lean, piensen; sientan el alivio o la condena de pensar que los hombres no cambiamos tanto con el pasar pesar de los siglos.

Edita Ediciones Trea, octubre de 2019. 334 páginas, con bilbliografía y apéndices muy interesantes.

Luis Miguel Sotillo castro.

 

miércoles, 1 de septiembre de 2021

URRACA I DE LEÓN. José María Manuel García-Osuna y Rodríguez

Urraca nace en León en 1081 y muere en Saldaña en 1126. No ha cumplido los cuatro años cuando su padre, Alfonso VI, conquista Toledo. Reina de León entre 1109 y 1126; el reino incluye las actuales Galicia, Asturias, Cantabria, León, Castilla, el País Vasco y partes de Castilla La Mancha, Extremadura y Portugal. Las fronteras tiemblan durante el reinado como un flan de sangre. Los enemigos son su esposo Alfonso de Aragón, del que se divorciará, los almorávides y su hermanastra Teresa, cuyo hijo acabará segregando Portugal del reino leonés, hecho que Urraca no vivirá. La relación ambigua, tensa, con el poderoso obispo de Compostela Gelmírez  merece y tiene mucha historiografía.

Se puede considerar su reinado exitoso, en cuanto consiguió no perder territorios heredados de su padre y logró ser sucedida por su hijo, Alfonso VII, en 1135 coronado Emperador en León, sin ser desplazada en vida por él, como hubiese sido el gusto de parte de la nobleza y el clero. Si añado que, viuda de Raimundo de Borgoña, divorciada de Alfonso el batallador de Aragón, tuvo después una vida amorosa e hijos con quien le pareció, el interés crece.

 La fama le ha sido adversa en buena medida. Este libro corrige eso, con demasiado ímpetu. Al lío.

  Sine ira et studio. Esta frase de Tácito que  suele traducirse: sin odio ni parcialidad, es un mandato para los historiadores. Este libro lo incumple. Rebosa  ira contra las fuentes medievales sobre el reinado de Urraca, es parcial de esta reina y su Reino, León.

Ruy Ximénez de Rada con su De rebus Hispaniae es vilipendiado por el autor; también Lucas de Tuy y su Chronicon  mundi, del siglo XIII igualmente. Además utiliza el Chronicon Compostellanum, siglo XII, etc. Es decir, el autor ha leído las fuentes y trabajado sobre ellas, lo que se agradece. Pero su falta de comprensión por esos clérigos escritores y sus motivaciones empobrece el trabajo. Los tilda de pro castellanos anti leoneses y antifeministas sin profundizar en los motivos.

 Ira et studio.

Así mismo acude a grandes historiadores, como Claudio Sánchez Albornoz, García de Cortázar, José María Mínguez y más. El autor ha trabajado. Lo malo es la premisa, que la tenga; querer demostrar que Urraca es una mujer moderna y feminista, que el Reino de León merece hoy, siglo XXI, ser autonomía sin Castilla.

La Historia es la narración y comprensión, en la medida de lo posible, de los hechos, no de los deseos; menos la proyección de estos hacia el pasado o el futuro.

 El libro es bonito, por el tipo de letra y las ilustraciones oportunas. Ediciones El Forastero S. L. U. León, junio de 2020. 276 páginas con bibliografía pertinente.

 

Luis Miguel Sotillo Castro.

 

 

 

 

lunes, 19 de abril de 2021

EL INFINITO EN UN JUNCO. Irene Vallejo. Toma 2

 

Desde que Siruela anunció la publicación de esta obra de título bellísimo y evocador, la apunté como preferente en mi lista de compras libreras. No hizo falta que me llegaran recomendaciones de amistades, aunque vinieron en tromba, pues todos conocen mi pasión bibliófila. Me hice con él y lo leí en pleno confinamiento, entre la decepción, el enojo a veces, la satisfacción las menos. No me emocionó ni me convenció. Lo achaqué a las circunstancias de su lectura, así que pospuse su reseña “sine die”, en parte porque no me sentía lo suficientemente objetiva, en parte porque el libro estaba en plena efervescencia y había muchas personas que se estaban aferrando a él para olvidar el mal momento. Luego, viendo la trayectoria de reconocimientos, premios, incluido el nacional de ensayo (incomprensible desde mi punto de vista) y la legión de adeptos que lo veneran como la nueva Biblia de los lectores, opté por esperar la opinión de mi compañero de viaje en el blog de reseñas que no ha ocurrido hasta ahora.

Hoy, una vez aplacada la fiebre, aunque continúe en el candelero, para satisfacción de autora y editorial (y yo que me alegro), quiero comentar algunas cosillas por las que no considero este libro un ensayo histórico y sí un embalaje divulgativo con algunos errores de concepto y otros históricos, que se deben tanto al sesgo ideológico de su autora como a su deformación periodística, poco que ver con la labor historiadora.

Vaya por delante que admiro su cuidada y clara escritura, que facilita enormemente la comprensión de las ideas que trasmite; su bagaje cultural, como demuestran algunos títulos de la bibliografía final; su pasión por los libros y sus ganas de contagiarla, aunque en mi caso poco caló, salvo algunos capítulos o párrafos, en concreto los concernientes al período griego (no esconde sus preferencias). Reconozco que soy un hueso más difícil de roer. Mi formación como especialista en Hª Antigua, además de un máster en Bibliología y Biografía, me hace más crítica, aunque siempre he tenido presente que se trata de una obra divulgativa. Pero lo divulgativo no está reñido con lo científico, es más, por su propio concepto de democratización de temas poco asequibles a los no iniciados, debe ser más riguroso en su concisión. No es fácil, porque la tentación de caer en generalidades (y las generalizaciones son las mentiras disfrazadas con pase VIP) mayoritariamente aceptadas para atraer la atención del neófito es grande. E Irene Vallejo cae en ellas repetidamente.

Por ejemplo, cuando quiere ensalzar la figura de Heródoto, el padre de la Historia, como alguien distinto al resto de los griegos porque viajó incansablemente, dice que estos apenas se movían de su casa. Yo no sé de dónde salieron entonces todas las colonias griegas del Mediterráneo y Mar Negro durante los ss. VIII-VII a.C, por citar algunos movimientos (Para saber más sobre los viajes en la antigua Grecia, me remito al maravilloso y clásico libro de Gómez Espelosín “El descubrimiento del mundo. Geografía y viajeros en la Antigua Grecia”, ed. Akal)

Otro. La sempiterna visión de Roma como una panda de destripaterrones mientras Grecia flotaba ingrávida en un mar de ambrosía cultural. Cierto que hay un desfase entre ambas culturas en el período clásico, como también lo hubo entre las poleis griegas y Egipto o el Próximo Oriente en períodos anteriores. Pero Roma no fue una mera imitadora de Grecia, aunque lo diga la nueva diva de las clásicas, Mary Beard (“Grecia lo inventa, Roma lo quiere”, recoge la cita) a quien la autora sigue fielmente. Recomiendo a ambas el magnífico ensayo de Claudia Moatti “La razón de Roma” sobre la eclosión romana del s.II a. C en el que se demuestra amplia y gozosamente que existía un sustrato genuinamente romano para el salto cultural al que la influencia griega sólo avivó.

Sobre cómo se despacha con la civilización romana con los politizados adjetivos de imperialista, belicista, cima del sistema esclavista, como si el resto del mundo antiguo no se hubiera sostenido de la misma manera, etc. cayendo en la manida y errónea asimilación entre E.E.U.U y Roma, ni entro. Desde mi punto de vista, es la parte peor tratada, por desinformación y por tendenciosidad.

No quiero seguir abundando en ello, prefiero comentar lo que ha impedido que me atrape un libro a priori tan apetitoso.

Primero, la estructura. Capítulos que repiten sin pudor ideas (e incluso frases) ya ampliamente descritas hacen la lectura tediosa y ponen en duda un plan general de la obra, dando la impresión de artículos periodísticos añadidos sin revisión.

Segundo y lo que más me ha irritado: la inclusión de experiencias personales, demasiado, a veces sin una razón que justificara su presencia, que en lugar de atraer mis simpatías conseguían el efecto contrario, pues me sacaban de la lectura en los momentos menos oportunos. Estas digresiones invalidan, en mi opinión, su concepción como ensayo (histórico ya sabemos que ni por asomo), pues, llamadme clásica, pero para mí un ensayo ha de ser un discurso crítico, que se puede adobar con anécdotas personales pero no con desahogos.

Anima, por tanto, esta apasionada narración, que no apasionante, ese espíritu “millenial” de rápida y fácil empatía con un público poco exigente, pero que a los más leídos nos suena a “mucho ruido y pocas nueces”.

Podría recomendar su lectura con las advertencias hechas para la parte romana en particular, pero no sería ético por mi parte. Prefiero recomendaros el libro de Cavallo “Libros, editores y público en el mundo antiguo” en Alianza ed. que además Vallejo cita en su bibliografía porque es una obra clásica, crítica y científica, a la par que amena.

Sybilalibros

 

viernes, 16 de abril de 2021

EL INFINITO EN UN JUNCO. Irene Vallejo


 

He leído este trabajo hasta el final porque rezuma amor por los libros y está escrito correctamente. Resulta simpática la emoción de la autora ante la palabra escrita, su historia y continentes variables a través de los siglos. Libro personal, anecdótico y amable, no es un ensayo, aunque la editorial Siruela lo publique como tal.

Me aclara un tuitero, hablando de esto, que según una acepción de la RAE, infatigable en su aggiornamento,  sí es un ensayo, porque lo es la transmisión de ideas, sin exigir más que el estilo sea personal. Si esto fuera así, las cartas que yo envío a mi prima Paqui serían ensayos. Pues no, no valgo tanto. Un ensayo debe trabajar con las fuentes existentes sobre el tema tratado, objetivamente, sin equiparar en valor un documento histórico y un recuerdo personal de infancia, por entrañable que sea. Si uno no aporta nada nuevo, ningún descubrimiento, sí puede ser original en las conclusiones derivadas del estudio de las fuentes; pero no debe sustituirse un hallazgo intelectual inexistente por una aventura personal. No podemos colmar el vacío de un interrogante histórico con un deseo propio. Aníbal no cruzó los Alpes evitando un camino más fácil, pasando frío y perdiendo elefantes, porque a un biógrafo suyo le gustasen los paisajes nevados.

 Un ensayo es una obra científica, no un libro de memorias. Debe huir de los tópicos, como el de la carencia de originalidad romana. Claro que deben los romanos mucho a los griegos, ninguna cultura nace de la nada, pero no son meros imitadores brutos.

 Vallejo, como otros muchos contemporáneos elitistas con facilidad para viajar, debería explicar su alternativa al turismo, que tanto critica. Lo digo porque insiste bastante en despreciar a los viajeros corrientes. Sé que a veces los turistas molestan en los museos y otros sitios, pero, ¿la alternativa? ¿Prohibimos viajar al pueblo llano poco letrado? ¿Debería entrar Vallejo en la biblioteca de El Escorial porque tiene equis nivel y yo no? ¿Quién decide cuál es ese nivel? No digo que no tenga razón, incluso, pero es un tema, la peste turística, que no considera necesario razonar para resolverlo. Me temo que esa falta de desarrollo de un problema le ocurre con otros asuntos.

 
Es este un libro muy trabajado, la autora ha leído mucho y se le agradece. No puedo perdonarle que, en un libro que trata la historia de los libros, su conservación, ordenamiento y transmisión, no cite a Hernando Colón, el hijo del descubridor de América. Hernando  hizo un esfuerzo titánico para formar una biblioteca universal, de la que quedan restos maravillosos en la Catedral de Sevilla. Lo cuenta Edward Wilson-Lee en su libro emocionante y riguroso, que recomiendo sin reserva alguna, “Memorial de los libros naufragados”.

“El infinito en un junco” está bien editado por Siruela. Leo la undécima edición de mayo de 2020, 449 páginas.

 

Luis Miguel Sotillo Castro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

lunes, 15 de marzo de 2021

LOS VISIGODOS Hijos de un Dios furioso José Soto Chica

 


LOS VISIGODOS

Hijos de un Dios furioso

José Soto Chica

 

Estudié de pequeño que la Hispania romana fue invadida por los bárbaros suevos, vándalos, alanos y visigodos. Estos últimos eran bárbaros pero, también, reyes de España. ¿Cómo se come eso? Pues algunos seguimos sentados a la mesa para descubrirlo.

 

 Mis lecturas sobre godos son los libros de Jordanes, Procopio  y otros bajo imperiales y bizantinos; san Isidoro, Braulio y otros medievales; Enrique Bradley, Orlandis, Santiago Castellanos y alguno más.

¿Por qué insistir con este de Soto Chica, militar e historiador granadino de 1971? Porque en Historia las preguntas son pertinaces y las respuestas esquivas. Nunca se lee lo suficiente.

 

Las preguntas que este libro contesta: ¿A partir de qué momento los visigodos pasan de ser bárbaros a dirigir un Estado complejo, de población mixta, con cultura y Derecho avanzados? ¿Cúanto debe este Estado a la herencia romana, qué innova el pueblo visigodo? ¿La conversión de los godos arrianos al catolicismo fue decisiva en la formación de España, inevitable? ¿Hasta qué punto fue un lastre la Monarquía electiva, no heredada? ¿Por qué la desgracia de 711 parece un barrido musulmán sin resistencia apenas? ¿Ese Estado derrumbado a sangre, fuego y acuerdos intimidatorios era ya España?

Este no es libro para impacientes que quieren respuestas rápidas. Hasta la página 183, inicio del cuarto capítulo, no entramos en Hispania. Antes, los antecedentes, el origen de los godos, su subdivisión visigoda y sus relaciones con el Imperio Romano. Sé que hay lectores que se cansan de tanta guerra y batalla, de los casi innumerables nombres de pueblos bárbaros que confunden, pero lo encuentro necesario y bien explicado.

 

A mí no me obligaron a aprender la lista de los reyes godos en la escuela, pues lo siento, hubiera estado bien. Memorizar es ir al gimnasio de la inteligencia. Hoy me siento fascinado por algunos de esos nombres, protagonistas aquí, desde Alarico a Rodrigo. Leovigildo y Recaredo, Sisebuto y Suintila no pueden ser más interesantes. Pero no sólo reyes. La complejidad y grandeza del reino se personifica en Isidoro, hispano romano cuya familia pasa de la Cartagena bizantina a la Bética visigoda; amigo de reyes godos, obispo adorable, presidente de concilios, escritor enciclopedista maravilloso. Por cierto, la historia de los Concilios, la documentación que se conserva de ellos, es apasionante.

 

 Libro excelente, usa provechosamente las fuentes y no especula, cuando arriesga opiniones discutibles lo advierte; desde luego, no inventa. Ilustraciones y mapas abundantes y pertinentes, bibliografía amplia y tabla cronológica clara. 562 páginas. Si las notas estuviesen a pie de página y no al final de cada capítulo, me hubiera parecido perfecto. Leo la segunda edición, noviembre de 2020, de Desperta Ferro Ediciones.

 

Comentario de Luis Miguel Sotillo Castro.

domingo, 17 de enero de 2021

MEMORIAL DE LOS LIBROS NAUFRAGADOS. Edward Wilson-lee

 

La sombra de un padre celebérrimo abriga, protege pero, ¿cómo te sacudes la manta de plomo que te ha echado  encima?

No creo que los hijos de Colón se lo planteasen. Vivieron sin comprender la transcendencia inconmensurable de los actos de Cristóbal Colón. Diego fue un tarambana que se sirvió de los méritos paternos, Hernando, más complejo, merece un libro, este.

 Hernando Colón cordobés de 1488, muere rodeado de sus libros en su casa sevillana junto al Guadalquivir, en 1539. Su madre es Beatriz Enríquez de Arana, su padre un tal Cristóbal. Este pudo desentenderse de Hernando, pues no tenía vínculo legal con la madre; sin embargo, consiguió colocarle de paje en la corte del príncipe Juan, heredero de los Reyes Católicos. La descripción de esta corte es uno de los atractivos del libro que comento. Luego don Cristóbal llevaría a América al mozo de catorce años en su cuarto viaje, 1502. Hernando volvería a la actual República Dominicana en 1509.

 Siempre defenderá Hernando a su padre, pleiteará por el Almirante y sus derechos siempre. Su hermano Diego se quedará la parte del león de la herencia sin resistencia por su parte. El desprendimiento de Hernando sorprendería si no fuera porque es hombre enamorado. Notable cosmógrafo y geógrafo, comenzó un censo y descripción de España, mandando agentes pueblo por pueblo. Una orden del Consejo de Castilla interrumpió este proyecto descomunal. Escribió una vida de su padre reivíndicandolo. Dije enamorado… de los libros.

 Eran muy pocas las bibliotecas particulares a principios del siglo XVI. La gente solía guardar sus libros en cofres o armarios o sobre una mesa. Unas pocas decenas de volúmenes eran muchos. Como el dueño podía llevar de memoria perfectamente la lista de títulos, la colocación de estos no era un problema. Hernando no es que leyese cualquier papel que encontrase por la calle, anticipando El Quijote, es que lo guardaba. “Desde libros, manuscritos y panfletos hasta estampas, folletos, partituras, pósteres de tabernas y un largo etcétera”. Tenía la pretensión de formar una biblioteca universal, total, con una ambición que nos deja perplejos, pues incluso entonces coleccionar todo lo publicado era vaciar el mar retirando el agua con un cubo. Lo intentó. Compró libros por toda Europa. El hermoso título de este, Memorial de los libros naufragados, no es una ocurrencia poética. Se refiere a que, en su afán clasificatorio, anotó los libros que, comprados en Venecia, se perdieron en el mar, al naufragar el barco que los llevaba a Sevilla. Debió ser uno de los mayores dolores de su vida. Hizo fichas, inventó estanterías, para que la gente pudiera buscar y consultar los volúmenes, pues pensaba en los futuros usuarios de su tesoro. Anotó en cada libro el lugar de la compra, el precio, escribió resúmenes de cada uno. Cualquier amante de los libros sentirá gran simpatía por este hombre, una afinidad íntima y melancólica, por lo que se intenta y lo que se logra en esta vida, a veces traspapelada.

 

 Edward Wilson-Lee describe bien esta época excitante de España,  renovadora del mundo. Cae en algunas simplificaciones, pero no es este un libro de Historia y hace bien en no profundizar demasiado. Sabe que no puede abarcarse todo, aunque admiremos a los hombres que, como Hernando, lo intentan. El primer tercio del libro habla de Cristóbal Colón principalmente, lo que puede impacientar a los buenos conocedores del Almirante, al leer cosas ya sabidas. 658 páginas. Leo la edición electrónica de Planeta, 2019. Por las ilustraciones y mapas, recomiendo la edición de papel.

   Nada queda de la biblioteca hogar que Hernando construyó en Sevilla, junto al río frente a Triana. Sus huesos, polvo enamorado como polvo oloroso de libro viejo, más lo que resta de sus libros, una quinta parte de los quince mil que atesoró,  pertenecen a la catedral hispalense, sede de san Isidoro, otro curioso y compilador universal.

Su ex libris: Don Fernando Colón, hijo de don Cristóbal Colón, primer Almirante que descubrió la India, dejó este libro para uso y provecho de todos sus prójimos, rogad a Dios por él.

 Comentario de Luis Miguel Sotillo Castro.

 

 

 

 

 

viernes, 6 de noviembre de 2020

COMO UNA NOVELA. DANIEL PENNAC

 

Pennac es como un alter ego de “bas quartier”, mi compi de oficio enseñante y quien me cuenta las historias más estrafalarias y divertidas en la serie de la familia Malaussène, que recomiendo vivamente.

Este libro nace precisamente de la vocación docente del autor como respuesta a la eterna pregunta de por qué no leen nuestros jóvenes. El resultado es un breve pero amenísimo ensayo sobre el hecho de leer, pero, sobre todo, una conmovedora arenga por las libertades de la Lectura.

Si sois lectores de vocación, ocasionales o transeúntes; de verano o de Navidades, de metro o de sofá; o lo fuisteis y perdisteis las ganas en algún rincón del estrés diario: leedlo.

Si leíais a vuestros hijos en la cama pero ya no leen, si compartís lecturas con ellos o con amigos: leedlo.

Leedlo para vosotros, en silencio; en voz alta, comentando; discutidlo, subrayadlo, regaladlo. Pero ¡LEEDLO!

Sybilalibros

martes, 2 de junio de 2020

PEQUEÑOS ENSAYOS. Ramón Pérez de Ayala


Ramón Pérez de Ayala y Fernández del Portal, ovetense, vivió entre 1880 y 1962. Eso es un nombre. La agenda del teléfono móvil  te dejaría meter un cuarto, el DNI debería ser tipo carpetilla, como los permisos de conducir antiguos.

 Olvidado hoy, fue intelectual importante, premiado con galardones y altos cargos, tanto en la Monarquía de Alfonso XIII el escapista como durante la República. Amigo de Clarín y Azorín, trató a Valle Inclán, Juan Ramón Jiménez y otras lumbreras. Tiene obra lírica, narrativa, periodística y ensayística. Celebró el advenimiento de la República, firmó un manifiesto memorable a su favor  junto a Ortega y Gasset y Gregorio Marañón. Obsérvese que, entonces, los manifiestos los firmaban verdaderos intelectuales. Los tres se espantarían luego de la deriva del régimen. Pérez de Ayala es muy duro con Azaña.

Este libro reúne 100 ensayos breves, publicados en la prensa de su día, entre 1909 y 1928. El tema más recurrente es la Gran Guerra del 14, en la que fue corresponsal. Deja a un lado la neutralidad del Gobierno español para asegurar que los españoles, como individuos, no deben ser neutrales, Pérez de Ayala es aliadófilo sin reservas. Hay más.  Hallamos un artículo sobre los gitanos a los que en 1783 concede Carlos III estado civil y prohíbe llamarlos por su nombre de gitanos, como si fuese un insulto. Curiosidad del Rey que no dejó palo sin tocar.  Son los gitanos los primeros comedores de caracoles en España, plato hoy tradicional en varias regiones. Con un machismo rechinante en la actualidad, elogia mucho  a Emilia Pardo Bazán; la alaba por sus cualidades… masculinas. Le gustan Balzac, Galdós, Tolstoi; le molesta el éxito de Blasco Ibáñez.  Ataca a Cánovas y se ríe de él, más por dárselas de intelectual que por político conservador. Admira a Cristina de Suecia. 

Polemista, osa titular un artículo “Apología de la Inquisición”, aclarando que apología significa estrictamente “excusa razonada o justificación”.

 Libro variado, como se acaba de leer. Nos da una buena idea de la sociedad española en tiempos  del último rey Alfonso. Leo la edición de BIBLIOTECA NUEVA, 1963, 100 pesetas, 311 páginas. A mí me costó diez euros en una librería de viejo.

Luis Miguel Sotillo Castro

lunes, 20 de abril de 2020

LA PRIMERA VUELTA AL MUNDO. Antonio Pigafetta


En el barco de madera sensible, humano. Incapaz de estar quieto bajas por la escalera húmeda y oscura, agarrado al pasamanos. Te encuentras frente a la puerta cerrada de la que no tienes llave. No puedes entrar en la mente de ese hombre que vivió hace quinientos años.

Hubo un tiempo en el que el mundo era inmenso y desconocido en su parte mayor; el ser humano pequeño y animoso. Un tipo creía en monstruos marinos probables, ratas y piojos ciertos; oía historias de náufragos y ahogados, relatos de enfermedad, hambre y sed en la enormidad acuática, viajes planeados para meses que duraban años. Sabía todo esto y se embarcaba. ¿Por qué?
Porque más cornadas da el hambre. Esta es una verdad anterior a las corridas de bravo y a los juegos de toros de Cnosos. Podemos adornarnos, empero, sin faltar a la verdad, con otros motivos: Fulano se embarcaba buscando la prosperidad comercial, el conocimiento, la aventura, por curiosidad. -El hombre padece de curiosidad, no necesita cantos de sirena para avanzar hacia los escollos.- Tal vez huía de la justicia o del sol de justicia que padecen los destripaterrones, los esclavos de piara. Lo cierto es que no faltaban tipos, no por olvidados menos sufridores, a las órdenes del Magallanes de turno. Mi homenaje asombrado a ellos.

El autor de este libro es Antonio Pigafetta, natural  de Vicenza, artificial de Venecia. Participó en los hechos que narra. Esto no quiere decir que sea sincero. Ningunea a Elcano, ni lo nombra. Magallanes es su héroe. Stefan Zweig, gran escritor, historiador aficionado, le da la razón. Lo cierto es que, sin la dirección de Elcano tras la muerte del portugués la vuelta a casa, completando de paso la vuelta al mundo, no habría sucedido. Se le achaca al de Guetaria no volver por la ruta más sensata, causando así más bajas; sucede que debió evitar el camino seguro para eludir a los portugueses, que querían apresarlos. La expedición era española, patrocinada por Carlos I, Portugal estaba en contra. Lo digo por las celebraciones mixtas. El objeto de la expedición era buscar un paso marítimo al sur de América hacia las Molucas, islas de las especias. Hasta entonces, no se había abajado del Río de la Plata. Completar la primera vuelta al mundo fue una gloria no buscada, alcanzada por los 18 hombres que consiguieron regresar a Andalucía “flacos como jamás hombres estuvieron”, según Elcano. Habían iniciado el
 viaje 247, aproximadamente.

Más allá de lo anterior, este es un libro de maravillas, un poco a lo Marco Polo, aunque hablamos de los años de 1519 a 1522; el escrito es de 1524. Los asombrosos indios de Brasil y el Río de la Plata, los patagones, cabo Deseado, estrecho de Magallanes, el Pacífico, las Filipinas, Molucas… nombres geográficos hoy, entonces resonantes de asombro y estupefacción. Isleños que creían los esquifes hijos de las naves grandes; nacían al botarlos y luego sus madres los recogían al costado, para darles de comer. isleños que se consideraban, hasta entonces, los únicos habitantes del mundo, imaginen su pasmo ante los navíos…

 De lo mejor del libro es la pasión de Pigafetta por las palabras. Escribe vocabularios de los indios de Brasil, los patagones, filipinos, malasios; admirados por los lingüistas modernos.

 Leo la edición en español de este “Il primo viaggio intorno al mondo” de Alianza Editorial, en formato digital. Traducción, introducción y notas de Isabel de Riquer, 2019.

Luis Miguel Sotillo Castro

domingo, 29 de marzo de 2020

CONFIDENCIAS DE UN APESTADO. Francisco Santos


El ideal de algún filósofo es la vida especulativa, indagadora en lo invisible, sin interferencias del mundo físico ni de los sentidos, herramientas trucadas. La aspiración de algún otro filósofo es no tener ideales, vivir la vida como viene, juntarla con la muerte en la misma nadería.
 Ambos fracasan. La vida es mezcla, prueba y error sin que podamos escapar del laboratorio; somos analistas analizados, nos pongamos la máscara o mascarilla que escojamos. Filosofar es topar contra el mundo. Es elegir.
 En esta historia ejemplar Lucio debe optar entre el Bien y el mal, como todos, pero él es consciente de ello; esa es su rareza, que se interroga. Cree en la libertad y piensa que los actos tienen consecuencias. Este modo de ser es poco común, contra el optimismo de la mayoría.

 ¿Estamos, pues, ante un relato farragoso, de grandes temas, difícil de comprender por las citas a santo Tomás de Aquino o Spinoza? De ningún modo. Gracias al envoltorio de fantasía o ciencia ficción, que ambos géneros roza, es muy ameno y original.

Como nada nace de la nada y no hay lectores vírgenes, cada libro bueno recuerda a otros. En este caso, me llega, para bien, un aroma de Kafka, con algo de Dino Buzzati y tanta literatura sobre la soledad de los trenes.
 Otra virtud de este libro es que me ha descubierto al pintor Malevich, merece la pena informarse de su vida y obra.

 Son 113 páginas, las justas, para disfrutar, pensar y proponerse uno huir del adocenamiento. Leo la edición de Ediciones Oblicuas, noviembre de 2019, semanas antes de la pandemia que va a alterar nuestra percepción para siempre.

Luis Miguel Sotillo Castro

domingo, 15 de diciembre de 2019

GENTE DE LA GENERACIÓN DEL 98. Ricardo Baroja


Todos conocen, otra cosa es leerlo, a Pío Baroja; menos a Julio Caro Baroja, muy pocos a Ricardo Baroja.  Este fue hermano de Pío y tío de Julio. Pintor, grabador, actor, escritor, Ricardo Baroja vivió mucho, siempre curioso y sociable. Para el conocimiento de familia tan productiva, intelectualmente, recomiendo el libro de Julio Caro “Los Baroja”.

Este libro de Ricardo, aunque tiene algunos textos posteriores, se basa en publicaciones en la prensa de 1935. En ellas, Ricardo Baroja traza semblanzas de personajes de la cultura, desde fines del XIX hasta la República. Divertido y revelador anecdotario de aquel Madrid, bohemio, tabernario, teatral en varios sentidos. No deja de asombrarme que los cafés ganasen dinero con esa clientela a dos velas, tertulianos mucho más habladores que gastadores. Baroja habla de aquello que vivió, no cuenta chismes. Desfilan por aquí, más haciendo eses que en línea recta, más vistiendo como pueden que uniformados, muchos tipos. Los más famosos: Pío Baroja, Valle Inclán, Azorín, Unamuno, Picasso. También Zuloaga, Ramiro de Maeztu, Ciro Bayo. Silverio Lanza, el solitario de Getafe; Anita Delgado, de cómo casó con el maharajá de Kapurtala, teniendo mucho que ver Valle Inclán…

 Además habla el autor de otras personas para rescatarlas del olvido, pues a su juicio merecen fama. Las penurias no recompensadas. No nombra, compasiva y humorísticamente, a las lumbreras literarias consagradas que se avergüenzan de su pasado bohemio. Porque la bohemia solía ser necesidad  y hambre, más que esnobismo y moda. Las buhardillas tienen más moho que poesía; las escaleras de acceso a ellas, menos luz que crujidos fríos, olores pesados, claustrofóbicos  e indefinibles.

 Tomamos aire puro caminando y en caballerías, por las sierras del Guadarrama y Albarracín, lejos de cafés, licores, humos y verborreas. Todo el libro es refrescante, bien escrito, carcajeante por momentos.

 Editorial Juventud S.A. Copyright  de Julio Caro Baroja, 1952. Primera edición en Libros de Bolsillo Z, abril de 1969, 229 páginas.

martes, 24 de septiembre de 2019

MEMORIAS DE UN PRISIONERO DE GUERRA .Diario de Fernando Blanco White


Napoleón es superior a los borbones españoles política y militarmente. Moralmente, los tres, Carlos IV, Fernando VII y Napoleón son igualmente indignos y dañinos.
En 1808 el pueblo español, descabezado, se rebela contra la invasión francesa. Mientras Carlos IV y Fernando VII compiten en vileza y bajeza ante el destructor corso, la gente se rebela en León, Burgos, Madrid… La Guerra de la Independencia comienza; acabará en 1814, con la marcha de José Bonaparte.

 El sevillano Fernando Blanco White, hermano del más famoso José María, se apunta voluntario contra el francés. Nombrado teniente, será capturado en Somosierra, su primera y última batalla. Permanecerá preso seis años en Chalons-sur-Saône, en la Francia oriental, cerca de Suiza.

 En este diario, escrito en Inglaterra y en inglés, el año 1815,  siguiente a los hechos narrados,  nos cuenta su fuga. Entre el seis de enero y el 23 de marzo de 1814 recorre el camino entre el cautiverio y Londres. Huye de Francia, recorre Suiza, Alemania y Holanda, donde se embarca hacia la capital inglesa, en la que le acogerá su hermano José María.
 Son impagables estas aventuras de lo cotidiano cuando la normalidad ha sido destruida. ¿Dónde comer, dormir? ¿Cómo trasladarse, entenderse, combatir el frío? No sin humor, Fernando nos da sus impresiones sobre paisajes, ciudades, aldeas, tipos que conoce en su caminar por la Europa de la montaña suiza, del Rin, de los canales holandeses. La pequeña historia ayuda a comprender la Historia.

 M.ª Carmen Castro Rodríguez no sólo traduce el diario; lo ordena por capítulos y escribe notas a pie de página pertinentes. También nos ofrece una introducción que hace el texto inteligible para todos. Los mapas de Marina Muñoz Castro ayudan a que el lector acompañe a Fernando sin perderse.
 Editado por Alfar, Sevilla, 2019. 235 páginas llenas de amenidades y curiosidades; sobre una época que nos marca a los españoles hasta hoy.

Luis Miguel Sotillo Castro

jueves, 29 de agosto de 2019

JULIO CÉSAR. El proceso clásico de la concentración del poder. Jérôme Carcopino


Un hombre es asesinado a puñaladas. Cercano a sus sesenta años, tiene proyectos grandiosos; inteligencia, energía y medios para realizarlos. Unos se alegran de su muerte, otros la lamentan. El asunto se debate… durante dos mil años. Casi veinte siglos después de su vida y muerte, algunos de los monarcas más poderosos del mundo usan su nombre como título real: Kaiser, Zar, significan César.
 Además de su importancia política e histórica -¡Cuántos historiadores han escrito sobre él!- está la cultural. Esculturas, pinturas, obras teatrales, novelas, películas han tratado y retratado a Cayo Julio César a lo largo de los siglos. Millones de personas han aprendido latín, hasta hace poco, traduciendo sus obras, De bello gallico, De bello civili.

 Yo mismo he leído a César y sobre él, a historiadores antiguos y modernos. ¿Por qué otro libro sobre Julio? Por Cneo Pompeyo. Me intriga que este, general victorioso repetidamente, rico, adulado con el apodo de Magno, poderoso, con todo el poder de la República en sus manos, hiciese frente a César tan mal.
 Según Carcopino (1881-1970, historiador francés especializado en la época tratada.)  Pompeyo era irresoluto y César decidido, aquel lento y este veloz de pensamiento y obra; Cneo prudente con asomos de cobardía, Cayo osado con ribetes de temeridad. Mientras César era jefe inapelable y querido, Pompeyo era estorbado por los senadores que le rodeaban. César era más y mejor político. Fue el único de los triunviros –él, Pompeyo y Craso- que no cometió estupideces.
 Aunque destacó tarde en la política, por ello parece joven ante Pompeyo, que sólo le llevaba cinco años, Carcopino opina que César aspiró desde siempre  a la monarquía. Entre nobles y plebeyos, senadores y tribunos de la plebe, sólo él tuvo un plan claro a largo plazo para hacerse con el poder. Todo acabó en los idus de marzo, mes de la guerra.

 Carcopino piensa que el Imperio era inevitable, pues la República no podía gestionar la variedad y vastedad de las conquistas romanas. Es discutible, como su fe en la fisonomía, que comparte con otros historiadores. Libro recomendable, en todo caso. Por el conocimiento de la vida romana, en hogar, foro y ejército y territorios. 
La buena ordenación en capítulos e índices lo convierten en libro de consulta fácil, de hechos y fechas. 650 páginas, ediciones RIALP, 1974, la publicación original es de 1965.
Luis Miguel Sotillo Castro

martes, 6 de agosto de 2019

EL LEGADO DE EUROPA. Stefan Zweig

Así como de las estrellas del pop se sacan discos después de muertas, con algunos escritores celebérrimos sucede algo parecido.
Aparece una grabación que el roquero descartó en su día; hoy, sus herederos incumplen su voluntad sacándola al mercado. Negocio. Yo no sé si Zweig hubiese aprobado esta publicación. No son inéditos, luego el autor estaría satisfecho de estos textos en su día. Pero el agrupamiento en libro, su selección y orden, no se deben a él.

 España es citada, poco, como lugar de tópicos negativos; Italia es valorada, más, sólo por el lejano Renacimiento. La Europa deseada, unida, ejemplar de este libro es, en realidad, Alemania y Francia. No creo a Zweig tan simple, por eso pongo reparos a esta compilación de la que él no se pudo defender.
 Nos enfrentamos a 31 trabajos, nada menos, escritos a lo largo de varias décadas, la mayoría sobre personajes notables en su día. Son conferencias, artículos, ensayos. El primero es el más largo, ocupa un cuarto del libro. Es el último trabajo del autor, un ensayo sobre Montaigne muy interesante. La admiración de Zweig por el bordelés está en cada página, pero, curiosamente, algunos aspectos de la personalidad de Montaigne resultan antipáticos. Dos artículos sobre Las mil y una noches y Tagore nos alivian de tanto francés y alemán, en buena parte olvidados hoy. Mi escrito preferido es el dedicado al gran Joseph Roth, su amigo.

 289 páginas de interés irregular, como queda dicho. Eso sí, el amor de Zweig por la libertad, por una Europa sin guerras ni autoritarismos, llega a emocionar, por la tristeza de los ideales destrozados. Recién acabada la Gran Guerra, Zweig ya ve síntomas que pueden conducir a la Segunda. Sus últimos escritos, ya en plena Segunda Guerra Mundial, constatan que acertó, para la desgracia de todos.

 Otras lecturas recomendables de Zweig, sin reserva alguna, en lo que llamamos no ficción: “El mundo de ayer”, “Castellio contra Calvino”.

Luis Miguel Sotillo Castro

sábado, 6 de julio de 2019

CENSURA EN EL MUNDO ANTIGUO. Luis Gil

El libro comienza con tres prólogos de otras tantas ediciones; escritos en 1960, 1984 y 2007. En ellos habla de la triste autocensura, de cómo durante el franquismo la gente debía saber leer entre líneas. Plantea la cuestión de si se puede desarrollar una
actividad profesional honrada y rigurosa bajo una dictadura. La respuesta es sí. Más polémico es lo siguiente. Afirma que buenos profesores fueron apartados, preteridos para posibles ascensos,
durante la transición. La excusa, que habían trabajado bajo el franquismo; la verdad, que se hizo para dar cabida en las élites universitarias a gente más joven, menos preparada pero con contactos políticos.

La manipulación de la literatura es tan antigua como su creación y difusión. El señor Gil nos cuenta cómo, en busca de prestigio, ciudades que no habían participado en la guerra de Troya,
manipulan La Ilíada para incluirse en el catálogo de las naves aqueas. Desde entonces, los autores han sido perseguidos o lisonjeados, al albur de las necesidades políticas, religiosas, propagandísticas de los poderosos. Poetas, filósofos e historiadores en la mesa del príncipe o en la picota. Libros, a veces sus autores, en el lecho de Procusto. ¡Qué antigua es la quema de libros!

Leemos sobre la censura, motivos y métodos, en la Grecia de los tiranos, también en la democrática; en la Roma republicana, también en la imperial; en el bajo imperio que persigue cristianos, en el imperio romano cristiano que persigue a los paganos.
Desde Hesíodo a Justiniano. Mil doscientos años de historia apasionante, triste y gloriosa de las letras. ¿Cuánto hemos perdido, de coétaneos de Tucídides, de Virgilio, de Agustín, por la labor censora, destructiva del hombre, además de por su incuria? No lo sabemos; en este libro pensamos sobre ello, aprendemos.

Leo la edición de Alianza de 2007, 478 páginas.
Luis Miguel Sotillo Castro

miércoles, 26 de junio de 2019

CÓMO CONSTRUIR UNA CATEDRAL. Malcolm Hislop

-Qué bonitas son las cristaleras. Pues las vidrieras no son para
tanto, oscuras y sucias. Cómo harían esto, sin máquinas, cómo
subirían las cosas tan alto. Yo espero fuera, no pago para ver
piedras.- Es habitual escuchar estas cosas paseando cerca de una
catedral.
Si le rechina como masticar vidrio que llamen cristaleras a las
vidrieras, que no sepan que se aprecian mirándolas desde dentro
del templo; que en la Edad Media sí había máquinas y andamios,
que el dinero no está sólo para chuches, físicas e intelectuales,
puede interesarle este libro.
El autor toma como guía y ejemplo la construcción de la catedral de
Salisbury, Wiltshire, Inglaterra, comenzada en 1219, para
mostrarnos cómo se edificaron estas iglesias. Con referencias a
templos alemanes, españoles e italianos, se centra en las obras
francesas e inglesas.
La primera lección que aprendemos es que la simplificación en
fechas de los estilos es grosera. Románico y Gótico conviven
durante los siglos XII y XIII, hasta que el segundo se impone. No
sólo eso. Veamos dos ejemplos de antecedentes lejanos, en el
tiempo y la geografía. “El principio del arbotante era conocido en
Bizancio antes del siglo X, cuando se añadieron varios a la fachada
occidental de la catedral de Santa Sofía, en Constantinopla, del
siglo V.” “La tradición de flanquear con torres gemelas una fachada
imponente en el extremo oeste de una gran iglesia existía en Siria
ya en el siglo V.”
El libro sigue un orden lógico, no se empiezan por el tejado iglesias
ni buenos libros. Primero nos cuenta acerca de la financiación,
después sobre el trazado de la planta, la cimentación, los muros, las
soluciones a las cargas que estos deben soportar, las cubiertas, las
torres, la decoración, la pintura –eran templos coloreados- , las
vidrieras, las esculturas.
224 páginas, con apéndices oportunos, eficaz y bellamente
ilustradas. Leo la primera reimpresión de Akal, de 2015. El original es del 2012.

Luis Miguel Sotillo Castro

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