Es curiosa, contradictoria nuestra percepción de los japoneses. Admiramos su laboriosidad al tiempo que nos reímos de ella. Nos hace gracia un turista japonés haciendo fotos, mientras nos traemos novecientas imágenes de nuestras vacaciones en una playa como todas las playas.
Occidentalizados política, económica, culturalmente, incluso en el vestuario, no dejan de parecernos exóticos. No sé si nos paramos a pensar lo suficiente, es clave, en la transformación sufrida por este pequeño gran país. Desde la juventud de Hirohito, Dios en la tierra, hasta la renuncia de su aburguesado hijo Akihito, en este 2019, han pasado noventa años metamorfósicos. Mishima se mató antes de que el manga pasase de las viñetas a la calle. Este libro es para los interesados en Japón o en la mitología en general.
Lo primero que llama la atención es que el Sol sea una diosa. Lo segundo, que los seres humanos fabulamos de modo parecido en todo el globo. Podemos encontrar aquí un mito como el de Orfeo y Eurídice o animales parlanchines, con atributos parecidos a los de nuestros apólogos.
Los japoneses se creen originarios de Corea y el norte de China. Cuando llegaron a las islas del Sol Naciente, las encontraron habitadas por los ainos, gente salvaje y peluda. Crearon sus mitos y leyendas con influencias que enriquecen su sintoísmo, digamos original: Budismo, Confucionismo y Taoísmo. Un resultado llamativo es que podemos leer sobre la existencia de ocho millones de dioses. Aliento divino, panteísta, animista, sobre el mundo; capacidad poética para describirlo. El arco iris es una fuente flotante en el cielo. En la seguridad del hogar se le canta al pequeño:
¡Duerme, niñito, duerme!
en los montes empinados
los hijitos de la liebre se extravían.
Para todo esto y más, como la curiosidad de usar flores en lugar de animales en los escudos heráldicos y muchas otras, este libro ameno, sobre el pueblo nipón, cruel, amoroso, nada ingenuo. El autor, Masaharu Anesaki, 1873-1949, está considerado el padre de los estudios religiosos de Japón. Leo una edición electrónica. Siempre es mejor el papel, más en este caso, para disfrutar de las bellas ilustraciones.
Comentario de Luis Miguel Sotillo castro.
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