martes, 9 de abril de 2019

LA TIENDA DE ANTIGÜEDADES. Charles Dickens

Novela anticuada, pues muestra el bien y el mal como categorías claramente distintas, sin ambigüedades. Hoy, relativizamos la bondad con incomodidad ante ella; intentamos comprender la maldad con una sonrisa autosuficiente, de enterados. Hay que ponerse en 1840 y 1841, cuando Dickens publicó esta novela por entregas (Este modo de publicar se nota en los finales expectantes de los capítulos, como el “continuará” de las series televisivas). Los lectores entonces tenían un sistema de creencias; podían ser críticos con él, pero pensaban que debía existir. Lo bueno es que el libro es claro, blanco y negro; lo malo es que encontramos los personajes caricaturescos, simples.
La niña Nell se ve urgida a escapar de Londres con su abuelo. Conocerá gente variada, sedentaria y ambulante, virtuosa y pícara; será buscada, perseguida por benefactores y malhechores. Viajará caminando o en carruaje por el paisaje inglés. La descripción de los suburbios industriales, con sus humos y fuegos, nos hace pensar en los infiernos de El Bosco; los campos abiertos, la naturaleza, nos evocan a los paisajistas bucólicos ingleses.

The old curiosity shop es sentimental, por lo que ha sido denostada, cierto. Mas los palos de Dickens a la Justicia, a las desigualdades sociales, al juego, al alcoholismo, al puritanismo, a la hipocresía están aquí. El humor del autor hace sonreír en cada página, también la ironía, incluso sobre sí mismo.
¿La recomiendo? Atrévanse con estas 860 páginas si ya han disfrutado de “Los papeles del club Pickwick”, “Casa desolada”, “Tiempos difíciles”, “Historia de dos ciudades” y “Grandes esperanzas”.
Leo la edición de Nocturna, primera de enero de 2017, bonitamente ilustrada. Me ocurrió lo siguiente: Procuro leer novelas con la información previa mínima, para que no me las destripen. Pues hojeando este libro antes de comenzar su lectura, vi la última ilustración… que desvela el destino de la protagonista. No hagan lo mismo.

Comentario de Luis Miguel Sotillo Castro.

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