“Su vida ha concluido…Pero este hombre no sabe morir” Sisigambis, madre de Darío, ante el agonizante Alejandro.
Novelar la muerte
del inmenso Alejandro y el formidable caos que le sobrevino, con todo lo que se
ha escrito, discutido, filmado y fantaseado, es jugársela como escritor.
Pero si encima se
opta por un enfoque ucrónico e intimista a la par, es suicida.
Sin embargo,
Laurent Gaudé sobrevive a la ordalía gracias al soberbio manejo de la prosa, aunque
en mi opinión, no consigue la corona de laurel como en El sol de los Scorta,
Esta
extravagancia está narrada a tres voces: la de la valiente Dripetis, hija del
derrotado Darío de Persia y esposa de Hefestión, el más amado compañero de
Alejandro, cuyo único deseo es huir del mundo, hastiada de violencia y del
Imperio; Tarkilias, miembro de la guardia de corps de Alejandro, que no conoce
otro modo de vida que la guerra y la sangre; y Ericleops, el mensajero fiel que
el macedonio envía al Ganges antes de morir como último reto a la India no
conquistada. Por encima de todas, la del mismo Alejandro, como si del padre de
Hamlet se tratase, omnisciente, omnipotente,
en su postrer hálito y después de muerto. El lazo que los une así como
el objetivo del relato no se desvelará hasta la tercera parte del libro.
El planteamiento
es goloso y el tema atractivo como pocos, pero lo que se coge con ganas y
curiosidad al principio, a media lectura se vuelve un poco fatigoso, en parte
debido al abuso, para mi gusto, de los monólogos interiores y de las
conversaciones con los espíritus de los muertos. A ello se une una escritura “clásica”,
entendida en este caso como imitación del estilo y modo de narrar de los autores
de la Antigüedad, lo que le confiere un ritmo repetitivo e incluso pesado en
algunos episodios. Ritmo que, por otra parte, altera brillantemente para
relatar la debacle en el palacio babilónico al conocerse la muerte de Alejandro
o el agotador cortejo fúnebre en marcha hacia Egipto, por ejemplo.
Afortunadamente,
la última parte remonta con dignidad la lectura, mostrando el imaginario pero
épico propósito del autor al escribir esta novela corta, formato francés por
excelencia del que soy apasionada defensora y uno de los puntos favorables de
este libro, amén de capítulos breves pero expresivos, lo que nos ahorra las
tediosas e innumerables páginas de las novelas históricas al uso donde el autor
de turno vomita toda la información recogida, venga a cuento o no. Gaudé es un
autor inteligente y deja al lector la iniciativa de investigar por su cuenta
personajes, localizaciones o hechos.
Difícil de
encuadrar, entre el canto fúnebre a la manera de los Antiguos, la evocación
mística o el juego tentador de la hipótesis histórica, lo que nos ofrece Gaudé
es, a la postre, una reflexión sobre el poder, la megalomanía, las pasiones
violentas que alientan nuestra Historia, los Imperios con pies de barro, la
lealtad y por encima de todo, sobre esa necesidad de saber qué hay detrás de
cada línea de horizonte que se esconde cada día tras una puesta de sol.
Dejo al criterio
de los que tienen el valor de leer mis reseñas la decisión de acercarse a esta
novelita. Es muy personal, muy original, muy para los amantes de la Historia y
de Alejandro. Aviso que se pueden contrariar un poco, como me ha ocurrido a mí,
porque Alejandro está muy dentro de todos los que hemos conquistado Asia con
él.
Sybila @YoLibro
No hay comentarios:
Publicar un comentario