sábado, 27 de abril de 2019

EL ÚLTIMO CORTEJO. Laurent Gaudé


“Su vida ha concluido…Pero este hombre no sabe morir” Sisigambis, madre de Darío, ante el agonizante Alejandro.
Novelar la muerte del inmenso Alejandro y el formidable caos que le sobrevino, con todo lo que se ha escrito, discutido, filmado y fantaseado, es jugársela como escritor.
Pero si encima se opta por un enfoque ucrónico e intimista a la par, es suicida.

Sin embargo, Laurent Gaudé sobrevive a la ordalía gracias al soberbio manejo de la prosa, aunque en mi opinión, no consigue la corona de laurel como en El sol de los Scorta,

Esta extravagancia está narrada a tres voces: la de la valiente Dripetis, hija del derrotado Darío de Persia y esposa de Hefestión, el más amado compañero de Alejandro, cuyo único deseo es huir del mundo, hastiada de violencia y del Imperio; Tarkilias, miembro de la guardia de corps de Alejandro, que no conoce otro modo de vida que la guerra y la sangre; y Ericleops, el mensajero fiel que el macedonio envía al Ganges antes de morir como último reto a la India no conquistada. Por encima de todas, la del mismo Alejandro, como si del padre de Hamlet se tratase, omnisciente, omnipotente,  en su postrer hálito y después de muerto. El lazo que los une así como el objetivo del relato no se desvelará hasta la tercera parte del libro.

El planteamiento es goloso y el tema atractivo como pocos, pero lo que se coge con ganas y curiosidad al principio, a media lectura se vuelve un poco fatigoso, en parte debido al abuso, para mi gusto, de los monólogos interiores y de las conversaciones con los espíritus de los muertos. A ello se une una escritura “clásica”, entendida en este caso como imitación del estilo y modo de narrar de los autores de la Antigüedad, lo que le confiere un ritmo repetitivo e incluso pesado en algunos episodios. Ritmo que, por otra parte, altera brillantemente para relatar la debacle en el palacio babilónico al conocerse la muerte de Alejandro o el agotador cortejo fúnebre en marcha hacia Egipto, por ejemplo.

Afortunadamente, la última parte remonta con dignidad la lectura, mostrando el imaginario pero épico propósito del autor al escribir esta novela corta, formato francés por excelencia del que soy apasionada defensora y uno de los puntos favorables de este libro, amén de capítulos breves pero expresivos, lo que nos ahorra las tediosas e innumerables páginas de las novelas históricas al uso donde el autor de turno vomita toda la información recogida, venga a cuento o no. Gaudé es un autor inteligente y deja al lector la iniciativa de investigar por su cuenta personajes, localizaciones o hechos.

Difícil de encuadrar, entre el canto fúnebre a la manera de los Antiguos, la evocación mística o el juego tentador de la hipótesis histórica, lo que nos ofrece Gaudé es, a la postre, una reflexión sobre el poder, la megalomanía, las pasiones violentas que alientan nuestra Historia, los Imperios con pies de barro, la lealtad y por encima de todo, sobre esa necesidad de saber qué hay detrás de cada línea de horizonte que se esconde cada día tras una puesta de sol.

Dejo al criterio de los que tienen el valor de leer mis reseñas la decisión de acercarse a esta novelita. Es muy personal, muy original, muy para los amantes de la Historia y de Alejandro. Aviso que se pueden contrariar un poco, como me ha ocurrido a mí, porque Alejandro está muy dentro de todos los que hemos conquistado Asia con él.

Sybila @YoLibro



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