La
buena fama de Bradbury es indestructible gracias a sus libros Crónicas marcianas
y Fahrenheit 451. Pese al mundo horrible que pinta el segundo, está etiquetado
como optimista e ingenuo, cosa despreciable para los autonombrados
intelectuales enemigos de los finales felices, más enemigos de perder su cómodo
tren de vida. Los que dicen que el mundo es una mierda mientras cenan con vino
de 100 euros la botella se sienten incómodos con Ray, por poco apocalíptico. Es
un tipo del que pudo burlarse John Huston durante el rodaje de Moby Dick, en
cuyo guión colaboró. Pero Huston se burlaba de todo el que no se emborrachase
con él, que también. Lo cierto es que Ray no es un pánfilo, imagina futuros
terribles, mas piensa que hay que dar la pelea. Junto los citados, mi libro
preferido del paisano de Illinois es El hombre ilustrado.
Más rápido que el ojo es una agrupación de
veintiún relatos de diez páginas, más o menos. Tres de ellos pueden considerarse
de ciencia ficción, siendo esta una excusa; dos de fantasía, el resto… trampantojo.
Esta técnica consiste en hacernos ver lo que no es, por ejemplo, que una
pintura parezca una escultura. Bradbury hace que lo que leemos parezca
fantástico, irreal, cuando lo cierto es que nos enseña la vida tal cual, si se
sabe profundizar en ella. Cuenta lo que sucede, solo que nuestra velocidad habitual
hacia ninguna parte hace que solamos ignorarlo.
Bradbury
es hombre agradecido que no esconde sus devociones e influencias. En estos
relatos homenajea a cineastas como Laurel y Hardy, a escritores como Herman
Melville, Oscar Wilde y Poe. Ejemplo de su amplia cultura es que cite al músico
Albéniz, que tan lejos le queda, supondríamos.
Debo
decir que el libro es irregular. Algunos relatos son poco más que ocurrencias,
otros son emocionantes; bien escritos, con la aparente facilidad de toda su
obra. Bradbury siempre nos ha hecho el favor de ser inteligible.
Edición
de Minotauro, editorial benemérita, de diciembre de 1998, la original es de
1996, año en el que Bradbury cumplió 78. 266 páginas.
Comentario de Luis Miguel Sotillo Castro.
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