La novela que hoy os comento es un bocado extraño y exquisito, el descubrimiento que nos ha regalado Impedimenta este año de una autora apenas conocida en España por falta de edición pero sí muy reconocida en el mundo anglosajón, entre los más delicados degustadores de relatos.
Leer a Mavis Gallant me ha supuesto adentrarme en un universo donde el lenguaje es tratado con mimo y proporción, desvelando una escritura que me recuerda a las delicadas pinturas japonesas en las que cada equilibrado trazo refleja un infinito de sentimientos, proporcionando así un intenso placer al lector que refrena a sus ávidos ojos y los obliga a caminar descalzos sobre esa alfombra de palabras escogidas.
Pocas veces me ha ocurrido esto, entre ellas, leyendo a Alice Munro quien, como comento en la reseña, considera su maestra a M.Gallant. Poco más se puede añadir.
“Quien carece de un país emocional puede considerar a otra persona su casa” Mavis Gallant
De nuevo una estupenda sorpresa hallada entre las novedades de la biblioteca. Me atrajo el título: rotundo, colorido, evocador y desde luego con grandes promesas de un lenguaje cuidado, poético y sensorial. Y también, a qué negarlo, una pictórica portada de Impedimenta. Después, mientras leía, me di cuenta que estaba ante una escritora extraordinaria, con gran dominio de la palabra, artífice de novedosas estructuras narrativas y poseedora de una sensibilidad especial para adentrarse en el espíritu humano, en esas debilidades que lo hacen tan atractivo.
Investigué y
hallé a una reconocida autora canadiense de relatos de los años 50, publicados
en su mayoría en “The New Yorker”, admirada sin fisuras por autores
anglosajones, que sin embargo prefirió una vida en París alejada de ese mundo,
y de la misma calidad literaria que la afamada Alice Munro. De hecho Munro la
reconoce como su maestra en el difícil arte del relato.
No puedo opinar
sobre sus cuentos porque los acaba de publicar este año 2019 Lumen, aunque
espero leerlos pronto. Pero sí puedo comentaros la gozada que ha sido la
lectura de esta su primera novela (sólo escribió dos) editada en España gracias
a Impedimenta.
“Agua verde,
cielo verde” es una novela hija de su tiempo, escrita en 1959, en un momento en
que la clase media norteamericana buscaba reinventarse -caducos ya los valores
heredados de la guerra- donde se narra la historia de unas relaciones
atormentadas: Bonnie, una madre separada
de mediana edad proveniente de una potente familia de valores tradicionales,
recorre Europa con su hija adolescente Flor en un vano intento de llenar los
vacíos que arrastra su inadaptada y esnobista existencia.
Venecia y Cannes son testigos de la confusa
relación que mantienen madre e hija. Bonnie proyecta sus deseos y frustraciones
en Flor que, empujada por su madre, intenta construir en París la familia que
les retire de su nómada existencia con un matrimonio y un marido que siente
como ajenos desde el principio. Esa alienación hundirá a Flor en la locura.
“Agua verde,
cielo verde” está narrada a cuatro voces (Bonnie, Flor, su marido y su primo) y
construida a base de monólogos interiores que se solapan sin terminar de
proporcionar al lector una imagen completa de la historia, de forma que ésta
queda como craquelada, con grietas, al igual que las frágiles emociones que
conectan a estos personajes desarraigados. Estará en el lector si rellenar o no
esos huecos intencionados con su imaginación.
Autora
absolutamente recomendable: inteligente, hábil, que se sale de lo convencional,
con un lenguaje inspirado, a la que volveré en cuanto pueda a pesar del poso de
pesimismo y desconcierto en el que me ha sumido esta novela.
Sybila @YoLibro
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