No sabía de qué iba el libro, en absoluto. Como hago siempre tratándose de novelas, no se me ocurrió leer la contraportada ni ningún comentario por ahí. Elegí esta lectura por las horas de disfrute y asombro pasadas con “La posada de Jamaica” y “Rebecca”, de la misma autora.
Londinense de 1907, vivió casi 82 años, me parece que felices. Vivió bien, con éxito, familia, amigos y residió en Cornualles, lugar que amaba, la mayor parte de su vida. Sin embargo, muerta padeció buitres. Se escribió sobre su sexualidad, sus amoríos, aunque fue acusada al tiempo de solitaria. Como si la fama quisiera hacerla ambivalente y misteriosa, convertirla en uno de sus personajes inquietantes.
Algo admirable del Reino Unido es que aprovechaba la diferencia
de clases, cuando la había, para escribir novelas; aquí preferimos
ponernos guerracivilistas. En un relato inglés podemos sentir
simpatía por el terrateniente, no sólo por el mozo de su cuadra.
Claro que hay malvados, pero lo son por su condición humana, no
social. Creo que entre nosotros se podría cultivar más esa
novelística de “Arriba y abajo”, Historia nos sobra.
Valga la digresión anterior, que no lo es tanto, para dejar claro que
no pienso contar nada de esta prima Rachel. Les deseo que
disfruten de su lectura como yo, sin apriorismos. Vale mucho la
pena.
Estupenda y sobria edición de ALBA rara avis, 454 páginas escritas
con riqueza y eficacia. Leo la segunda, abril de 2017. La original se
publicó en 1951.
Luis Miguel Sotillo Castro
Si yo fuera libro sería el Necronomicón
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