Carpe Diem (Seize the day
en inglés) narra la desesperación de un típico hombre fracasado, Tommy Wilhem, que
ha perdido trabajo, familia y estima, por tomar el último tren, aquel donde se
cifran todas las esperanzas marchitas.
Condensada la acción en
un sólo día en el Nueva York de posguerra, somos espectadores de los patéticos
esfuerzos de este grandullón, sobrepasado por los reveses de la vida como un
párvulo, por conseguir el respeto y el apoyo de su padre, eminente doctor judío
cuya única fe es el trabajo y el dinero, pero del que sólo obtendrá desprecio y
lástima. Eso le llevará a tirarse en los brazos del primero que enciende una
luz para su oscuridad: el inefable profesor Tamkin, supuesto psicoanalista que
le ofrece la pastilla del “carpe diem” en la Bolsa.
Novela corta, de apenas
160 páginas, estructurada como una espiral descendente, conjuga en sí varios géneros: la fábula filosófica
para mostrar la soledad existencial de la gran ciudad donde pululan
oportunistas ávidos de jóvenes huérfanos de referentes tras la pérdida de
valores que supuso la II Guerra Mundial; la crítica acerada al modo de vida
judío (Bellow es judío) basado en la excelencia por encima de todo y el retrato
íntimo de almas angustiadas. Esta diversidad de planos hace que la lectura se
detenga a menudo en párrafos que te hacen ausentar de Broadway un rato para
deambular por tu propio interior:
"Hay algo
que debería tener claro a estas altura: ganar dinero es un acto de agresión.
Eso es todo. La explicación funcional es la única que vale. La gente va a la Bolsa
a quitar de en medio a sus rivales. Dicen: Me los voy a cargar a todos. No es
casual. Sólo que no tienen valor para cargarse de verdad a alguien, y lo hacen simbólicamente.
El dinero. Matan con
la imaginación"
Carpe Diem, auténtica
apología del perdedor con final sobrecogedor, no termina de cuajar en el
corazón del lector, a pesar de la inteligencia escritora de Bellow. Supongo, ya
que es la única que he leído de él, que se debe a su juventud en el corpus del
autor, como si fuera un ensayo de otras novelas suyas posteriores que han
alcanzado el Olimpo de la Literatura.
Aún así, me ha dejado el
suficiente regusto como para querer acercarme a otras obras de Bellow y para,
desde esta humilde tribuna, recomendar su lectura.
Sybilalibros
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