miércoles, 11 de noviembre de 2020

CARPE DIEM. Saul Bellow

Tenía grandes expectativas con este renombrado autor norteamericano, Nobel por más señas, pero este primer contacto no las ha colmado.

Carpe Diem (Seize the day en inglés) narra la desesperación de un típico hombre fracasado, Tommy Wilhem, que ha perdido trabajo, familia y estima, por tomar el último tren, aquel donde se cifran todas las esperanzas marchitas.

Condensada la acción en un sólo día en el Nueva York de posguerra, somos espectadores de los patéticos esfuerzos de este grandullón, sobrepasado por los reveses de la vida como un párvulo, por conseguir el respeto y el apoyo de su padre, eminente doctor judío cuya única fe es el trabajo y el dinero, pero del que sólo obtendrá desprecio y lástima. Eso le llevará a tirarse en los brazos del primero que enciende una luz para su oscuridad: el inefable profesor Tamkin, supuesto psicoanalista que le ofrece la pastilla del “carpe diem” en la Bolsa.

Novela corta, de apenas 160 páginas, estructurada como una espiral descendente, conjuga  en sí varios géneros: la fábula filosófica para mostrar la soledad existencial de la gran ciudad donde pululan oportunistas ávidos de jóvenes huérfanos de referentes tras la pérdida de valores que supuso la II Guerra Mundial; la crítica acerada al modo de vida judío (Bellow es judío) basado en la excelencia por encima de todo y el retrato íntimo de almas angustiadas. Esta diversidad de planos hace que la lectura se detenga a menudo en párrafos que te hacen ausentar de Broadway un rato para deambular por tu propio interior:

"Hay algo que debería tener claro a estas altura: ganar dinero es un acto de agresión. Eso es todo. La explicación funcional es la única que vale. La gente va a la Bolsa a quitar de en medio a sus rivales. Dicen: Me los voy a cargar a todos. No es casual. Sólo que no tienen valor para cargarse de verdad a alguien, y lo hacen simbólicamente. El dinero. Matan con la imaginación"

Carpe Diem, auténtica apología del perdedor con final sobrecogedor, no termina de cuajar en el corazón del lector, a pesar de la inteligencia escritora de Bellow. Supongo, ya que es la única que he leído de él, que se debe a su juventud en el corpus del autor, como si fuera un ensayo de otras novelas suyas posteriores que han alcanzado el Olimpo de la Literatura.

Aún así, me ha dejado el suficiente regusto como para querer acercarme a otras obras de Bellow y para, desde esta humilde tribuna, recomendar su lectura.

Sybilalibros

 

 

 

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