¡Qué libro tan bonito!
En fondo y en forma,
porque la elección de “Chica ante el espejo” del afamado e icónico ilustrador
del Saturday Evening Post Norman Rockwell no puede ser más acertada. ES
cabalmente la dulce protagonista, Francie Nolan.
En cuanto a la novela, pocas veces se encuentra el
lector ante una historia tan entrañable, que te llega al corazón desde la
primera página. Está escrita con tanto amor y ternura por sus personajes que se
hace difícil llegar a la última página y separarse de ellos.
En una composición clásica,
Betty Smith nos narra la infancia y juventud de Francie Nolan junto a su
familia de inmigrantes alemanes e irlandeses en Williamsburg, una de las zonas
más depauperadas de Brooklyn, cuando el s. XX está recién estrenado y supone
todo un universo de posibilidades a los que malviven en ese agujero vecino a
Manhattan.
Miseria, pisos oscuros y
destartalados por el olvido, inmigrantes que vociferan en babélico pero cuya
lengua común es el hambre; juventud respirando libertad y matrimonios precoces;
patuleas de chiquillos andrajosos que distraen los estómagos vacíos con café
caliente y caramelos de traperos tramposos mientras la ignorancia se combate
con asfalto y alegres canciones irlandesas.
En ese ambiente crecen
Francie y su hermano Neely, pero algo los hace distintos: su madre, Katie,
tiene muy claro que la única manera de salir de ese círculo vicioso es la
educación y aunque muchos días no coman, no les faltan de cena una manoseada
Biblia y Shakespeare. Así irá despertando la imaginación escritora de Francie y
sus ansias por estudiar.
Les acompañan diversos
personajes típicos de ese barrio que es casi tan nuestro como neoyorkino, de
todas las veces que lo hemos visto en películas: el clásico padre irlandés,
alcohólico pero adorable y divertido; la alocada tía Sissy que pone el picante
a la austera familia católica; tenderos judíos que no fían; el torpe lechero
que habla con su caballo repartidor, las solteronas muertas de hambre que
intentan subsistir con las clases de piano, los matones… Todos ellos animarán
la acción del relato y la vida de Francie, contados de forma sencilla y
cercana, sin gran maestría en la lengua pero sí con dominio del diálogo en una
acertada combinación con la narración.
Novela de inspiración
autobiográfica (aunque la autora decía que había contado la infancia que le
habría gustado vivir), tiene continuación en “Mañana puede ser un gran día” que
según la crítica no alcanzó el nivel de la primera parte. Su éxito fue tal al
publicarse que la adaptación cinematográfica no se hizo esperar, dirigida nada
menos que por Elia Kazan. Sin embargo, en décadas posteriores quedó sumida en
un injusto olvido debido a la errónea etiqueta de novela sentimental para
chicas (lo que los americanos llaman “chicklit”) del que la ha rescatado Lumen
para el lector español.
Absolutamente
recomendable, para disfrute de todas las edades y la familia.
Para mí ha sido un
bálsamo de tranquilidad entre tanto libro intenso o descarnado, tan en boga hoy
en día.
Sybilalibros
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