viernes, 16 de abril de 2021

EL INFINITO EN UN JUNCO. Irene Vallejo


 

He leído este trabajo hasta el final porque rezuma amor por los libros y está escrito correctamente. Resulta simpática la emoción de la autora ante la palabra escrita, su historia y continentes variables a través de los siglos. Libro personal, anecdótico y amable, no es un ensayo, aunque la editorial Siruela lo publique como tal.

Me aclara un tuitero, hablando de esto, que según una acepción de la RAE, infatigable en su aggiornamento,  sí es un ensayo, porque lo es la transmisión de ideas, sin exigir más que el estilo sea personal. Si esto fuera así, las cartas que yo envío a mi prima Paqui serían ensayos. Pues no, no valgo tanto. Un ensayo debe trabajar con las fuentes existentes sobre el tema tratado, objetivamente, sin equiparar en valor un documento histórico y un recuerdo personal de infancia, por entrañable que sea. Si uno no aporta nada nuevo, ningún descubrimiento, sí puede ser original en las conclusiones derivadas del estudio de las fuentes; pero no debe sustituirse un hallazgo intelectual inexistente por una aventura personal. No podemos colmar el vacío de un interrogante histórico con un deseo propio. Aníbal no cruzó los Alpes evitando un camino más fácil, pasando frío y perdiendo elefantes, porque a un biógrafo suyo le gustasen los paisajes nevados.

 Un ensayo es una obra científica, no un libro de memorias. Debe huir de los tópicos, como el de la carencia de originalidad romana. Claro que deben los romanos mucho a los griegos, ninguna cultura nace de la nada, pero no son meros imitadores brutos.

 Vallejo, como otros muchos contemporáneos elitistas con facilidad para viajar, debería explicar su alternativa al turismo, que tanto critica. Lo digo porque insiste bastante en despreciar a los viajeros corrientes. Sé que a veces los turistas molestan en los museos y otros sitios, pero, ¿la alternativa? ¿Prohibimos viajar al pueblo llano poco letrado? ¿Debería entrar Vallejo en la biblioteca de El Escorial porque tiene equis nivel y yo no? ¿Quién decide cuál es ese nivel? No digo que no tenga razón, incluso, pero es un tema, la peste turística, que no considera necesario razonar para resolverlo. Me temo que esa falta de desarrollo de un problema le ocurre con otros asuntos.

 
Es este un libro muy trabajado, la autora ha leído mucho y se le agradece. No puedo perdonarle que, en un libro que trata la historia de los libros, su conservación, ordenamiento y transmisión, no cite a Hernando Colón, el hijo del descubridor de América. Hernando  hizo un esfuerzo titánico para formar una biblioteca universal, de la que quedan restos maravillosos en la Catedral de Sevilla. Lo cuenta Edward Wilson-Lee en su libro emocionante y riguroso, que recomiendo sin reserva alguna, “Memorial de los libros naufragados”.

“El infinito en un junco” está bien editado por Siruela. Leo la undécima edición de mayo de 2020, 449 páginas.

 

Luis Miguel Sotillo Castro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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