jueves, 29 de agosto de 2019

JULIO CÉSAR. El proceso clásico de la concentración del poder. Jérôme Carcopino


Un hombre es asesinado a puñaladas. Cercano a sus sesenta años, tiene proyectos grandiosos; inteligencia, energía y medios para realizarlos. Unos se alegran de su muerte, otros la lamentan. El asunto se debate… durante dos mil años. Casi veinte siglos después de su vida y muerte, algunos de los monarcas más poderosos del mundo usan su nombre como título real: Kaiser, Zar, significan César.
 Además de su importancia política e histórica -¡Cuántos historiadores han escrito sobre él!- está la cultural. Esculturas, pinturas, obras teatrales, novelas, películas han tratado y retratado a Cayo Julio César a lo largo de los siglos. Millones de personas han aprendido latín, hasta hace poco, traduciendo sus obras, De bello gallico, De bello civili.

 Yo mismo he leído a César y sobre él, a historiadores antiguos y modernos. ¿Por qué otro libro sobre Julio? Por Cneo Pompeyo. Me intriga que este, general victorioso repetidamente, rico, adulado con el apodo de Magno, poderoso, con todo el poder de la República en sus manos, hiciese frente a César tan mal.
 Según Carcopino (1881-1970, historiador francés especializado en la época tratada.)  Pompeyo era irresoluto y César decidido, aquel lento y este veloz de pensamiento y obra; Cneo prudente con asomos de cobardía, Cayo osado con ribetes de temeridad. Mientras César era jefe inapelable y querido, Pompeyo era estorbado por los senadores que le rodeaban. César era más y mejor político. Fue el único de los triunviros –él, Pompeyo y Craso- que no cometió estupideces.
 Aunque destacó tarde en la política, por ello parece joven ante Pompeyo, que sólo le llevaba cinco años, Carcopino opina que César aspiró desde siempre  a la monarquía. Entre nobles y plebeyos, senadores y tribunos de la plebe, sólo él tuvo un plan claro a largo plazo para hacerse con el poder. Todo acabó en los idus de marzo, mes de la guerra.

 Carcopino piensa que el Imperio era inevitable, pues la República no podía gestionar la variedad y vastedad de las conquistas romanas. Es discutible, como su fe en la fisonomía, que comparte con otros historiadores. Libro recomendable, en todo caso. Por el conocimiento de la vida romana, en hogar, foro y ejército y territorios. 
La buena ordenación en capítulos e índices lo convierten en libro de consulta fácil, de hechos y fechas. 650 páginas, ediciones RIALP, 1974, la publicación original es de 1965.
Luis Miguel Sotillo Castro

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