MIS
MEMORIAS
Nicolás
Estévanez
Estévanez
es uno de tantos españoles vehementes, activísimos, hombres de fe, laica o
religiosa, furiosos y feroces a veces, honrados a carta cabal que protagonizan
nuestra tragicomedia del siglo XIX. Desde Trafalgar y la Guerra de la
Independencia hasta la Guerra de Cuba, pasando por las guerras de Marruecos, el
Caribe, varias civiles y pronunciamientos militares. Generales que pueblan el
callejero madrileño, que para muchos sólo son hoy paradas de Metro; esos neo
romanos, que en su cursus honorum un
tanto paródico fueron militares y gobernantes, monárquicos y republicanos, golpistas y
constitucionales, federalistas y centralistas, moderados y exaltados, carlistas
y liberales. Todos, con sus aciertos, errores y horrores, se creyeron buenos
españoles y abominarían de los ladrones que nos mandan hoy.
Del
prólogo: “ ¡Qué gran tipo éste don Nicolás Estévanez y Murphy, de ascendencia
irlandesa, hombre de acción, laureado militar, diputado, conspirador nato,
periodista, gobernador, ministro de la primera República, poeta y exiliado
voluntario en Francia durante el nada corto período de cuarenta años, en donde
malvivió como traductor de la casa Garnier, rechazando, orgulloso, la pensión
de ex ministro!”
Nació en las Palmas en 1838, se crió en
Tenerife, murió en París en 1914. Fue amigo fiel de sus amigos y combatió
noblemente a los enemigos, no conoció el ensañamiento. Escribe estas memorias a
principio del siglo XX, abarcan sucesos personales y políticos desde su
nacimiento hasta 1878; prometió una segunda parte inexistente, por desgracia.
La
vida en la academia militar de Toledo, preparándose para la milicia con una
edad en la que los chicos hoy no saben hacerse la cama, la guerra en África,
Tetuán. Viajero incansable, por razones militares, políticas, familiares, de
placer. Se mueve rápido por España,
incluyendo todavía Cuba y Puerto Rico, la República Dominicana, que
voluntariamente vuelve a ser española brevemente y al poco se rebela espantada;
Nueva York, París, Portugal, Inglaterra. Gobernador civil de Madrid, ministro
de la primera República. Lo primero que hace al llegar al ministerio es poner un
cartel en su puerta: “No se aceptan recomendaciones”; duró diecisiete días.
Republicano federalista revolucionario, es capaz de volar un puente en
Despeñaperros haciendo explotar un tren y de portarse caballerosamente con el
enemigo, ahorró vidas y balas cuando pudo.
En una trinchera, de noche, cerca de Tetuán.
Un soldado advierte a su oficial, nuestro Estévanez, de que están llegando
moros. Don Nicolás no oye nada. Ante la insistencia del soldado, llama a un
superior, este interroga al soldado que aclara: ¿oyen croar a las ranas? Sí.
Esperen. Ahora se callan. Esperen. Ahora vuelven a croar. Cada vez que las
ranas callan, es que pasa junto a la charca hacia aquí un grupo de moros.
Libro lleno de anécdotas, airado y bienhumorado
según los asuntos tratados, bien escrito. Lo encontré en una librería de viejo,
hallazgo feliz. Ediciones Giner, Madrid, 1975. 328 páginas aventureras,
humanas, políticas, exaltadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario