martes, 9 de marzo de 2021

EPITAFIO PARA UN ESPÍA. Eric Ambler

 De esos libros olvidados, pasados de moda, que te saltan y asaltan cuando estás bicheando en el catálogo de la biblioteca y que comienza así:

“Llegué a St. Gatien procedente de Niza el martes 14 de agosto. Me detuvieron a las 11.45 del jueves 16 un agente de policía y un inspector de paisano, quienes me llevaron a la comisaría.”

¿Y a qué desgraciado turista le pasa eso? A Joseph Vadessy, un amargado profesor de idiomas en París, de procedencia austrohúngara, es decir, apátrida, de viaje por la costa mediterránea francesa justo en vísperas de la II GM. Aficionado a la fotografía, al revelar uno de sus carretes aparecen imágenes de fortificaciones en el puerto de Tolón que él no ha tomado, lo que hace saltar las alarmas del revelador y de las autoridades. Arrestado como sospechoso de espionaje, consigue del inspector tres días de gracia para demostrar su inocencia. Para ello tendrá que investigar con el mayor tacto posible a los otros huéspedes del pequeño hotel donde se aloja, pues entre ellos está el verdadero espía, lo que revelará las complicadas relaciones humanas y las tensiones nacionalistas que barruntaban los odios de la inmediata guerra.


Para los espectadores de múltiples series de televisión protagonizadas por agentes brillantes e hipermusculados, este argumento puede parecer una tontería. Pero hay que ponerse en la piel del angustiado profesor y viajar en el tiempo, a 1938, cuando se publica esta novela, para asistir al nacimiento de una nueva manera de concebir el espionaje de la mano de Ambler.


Antecedente y también contemporáneo del maestro G. Greene, quien admiraba justamente su buen hacer, Ambler es el iniciador de las novelas de espías como las conocemos hoy en día, modelo que luego desarrolló y canonizó Greene; y también es cultivador de ese hallazgo literario que es hacer un espía a partir de un tipo mediocre que sin comerlo ni beberlo se ve envuelto en conjuras internacionales que por mano maldita dependen de su escaso juicio para resolverse. Una jugada maquiavélica que en este caso tiene como escenario un hotelucho de la Provenza (ay, esos hoteles de preguerra, el juego que han dado en cine y literatura) con un variopinto e internacional grupo de huéspedes, sin olvidar al inspector tocapelotas.


Clásico (en exceso quizás para los gustos de hoy en día) en construcción y desarrollo, enarbola la bandera de la lógica para resolver el embrollo. No hay ni artificios técnicos ni sociedades secretas, sólo un hombre caminando a ciegas. Y esa es su genialidad: el protagonista es tan metepatas como podría serlo cualquiera de nosotros si nos viéramos abocados a una situación parecida. Por eso se gana rápidamente la simpatía del lector.

 

Me gustaría hablar también del estilo literario pero la traducción de Navona es criminal. Estas novelas no merecen ese trato.


Aun así, lo recomiendo con alegría porque lo he disfrutado muchísimo, en particular para todos los que somos aficionados a las novelas de espionaje y a las películas clásicas del género.

Como curiosidad, deciros que muchas de las novelas de Ambler fueron llevadas al cine, como la famosa “Máscara de Dimitrios”, y él también trabajó como guionista en varias adaptaciones. De este libro hay peli con el enorme James Mason haciendo del desgraciado protagonista, que bordaba ese tipo de personajes, aunque me chivan que es lo único bueno de la película casi.  Una pena.


Sybilalibros

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