Y Leo Perutz no
desmiente su ADN. Judío sefardí (Perutz es nuestro Pérez eslavizado) del viejo
imperio austrohúngaro nos traslada en su última obra escrita antes de morir a
la Praga del s. XVI en la que reina el Emperador de Romanos Rodolfo II de
Habsburgo, nieto de nuestro Carlos I. Rodolfo pasó a la Historia como un
personaje excéntrico, caprichoso, amante del arte, excelente mecenas que amparó
en su corte a Kepler y obsesionado con la Alquimia (no se sabe si por
inclinaciones nigrománticas o por su constante estado de ruina económica debida
en gran parte por su afición desmesurada a comprar obras de arte italianas). Y
donde se busca oro, aparecen los judíos.
El hilo conductor
de este conjunto de relatos y leyendas es el rico Mordejái Meisl, famoso por su
bella esposa y porque a su muerte no se halló rastro de sus maravillosas
riquezas. En ellos encontramos cómicos de la legua que viven extrañas
aventuras, andanzas nocturnas del emperador, alquimistas fraudulentos y la
historia más bella de todas, la que cuenta los amores prohibidos entre el
emperador y la hermosa Esther, que da título al volumen.
La pluma de
Perutz es sobria pero desde las primeras palabras consigue sumirte bajo la niebla del Moldava,
que camines sobre las mojadas piedras del ghetto de Praga o vivir un romance bajo
el puente.
Lo recomiendo por
la magia antigua que desprende, por la niebla que confunde la más burda
realidad con lo sobrenatural, porque es un ensueño bohemio.
Sybilialibros@siyofueralibro
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