Policial, el tercero tras "Pasado perfecto” y “Vientos de Cuaresma”, con el detective Mario Conde; habanero de 1955, como el autor. Es un policía típico del género: bebedor, con problemas amorosos, tiene relaciones tensas con la superioridad, comprende y se deprime con el mundo que lo rodea, compadece a algunos delincuentes siendo implacable con otros, básicamente honrado. ¿Dónde está la originalidad que hace atractivo al libro? En el lenguaje y el entorno. El español de Cuba es muy rico, refrescante para el lector peninsular. La acción transcurre en La Habana del 89, el año del derrumbe soviético.
No leemos discursos contra el régimen, pero vemos cómo es. Una Habana hermosa en descomposición moral y arquitectónica, los privilegios de los buenos servidores del partido único, la busca generalizada para ganar el sustento, la vida culpable, oculta y denigrada de los homosexuales. Cómo se las apañan los defensores, o al menos disculpadores españoles del castrismo, para a la vez declararse defensores de los gays es algo para comentar en otro sitio, pero que llama la atención al leer esta novela.
Para mí, que estuve en La Habana, es un aliciente añadido conocer algo del callejero citado. El Malecón, las calles que desembocan en él como ríos lentos y sofocantes, el cementerio de Colón, etc.
Novela corta, 233 páginas, amena, recomendable. Edita bien y barato Tusquets. Escrita en 1995, leo la 9ª edición de febrero de 2017.
Comentario de Luis Miguel Sotillo Castro.
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