Me
gusta Maggie O´Farrell. Mucho. Es una narradora de casta y eso se percibe en la
fuerza de su prosa así como en la construcción de personajes, caracteres que
nunca están a gusto consigo mismos, lo cual es garantía de que va a haber un
impulso constante en sus tramas.
Esta novela, de las primeras suyas, es una estupenda muestra de ello.
“La
extraña desaparición de Esme Lennox” es una historia muy hermosa y, a la vez,
desgarradora, contada en dos tiempos: por un lado, el final de la era colonial
británica reflejada en una clase social que se resiste a renunciar a los
privilegios y valores aristocráticos que ya poco tenían que decir; y por otro,
los desconcertantes 90s. El punto de encuentro entre ambos e inicio de la
historia es un desahuciado hospital psiquiátrico de Edimburgo a punto de echar
el cierre donde reside desde hace 40 años una amable anciana, hasta ese momento
desconocida pariente de la protagonista, Iris.
Obligada a hacerse cargo de ella, Iris, cuya vida es un tobogán de inseguridades, irá reconstruyendo la historia de ese largo e ignorado encierro a través de los escasos y fragmentarios momentos de lucidez de su abuela Kitty, que vive en la nebulosa del Alzheimer. Así llegará a un secreto sobrecogedor e insospechado del que forma parte.
O´Farrell se desenvuelve como pez en el agua por las siempre turbulentas relaciones familiares y, como si sus personajes reposaran sobre el diván del psicoanalista, es experta en extraer sus debilidades más escondidas abocándolos constantemente al borde del precipicio. Esa humanidad desvestida en las páginas de sus libros hace que penetren como un ciclón en el corazón del lector, que devora sus novelas en un éxtasis empático. Al menos a mí me ocurre así.
Obligada a hacerse cargo de ella, Iris, cuya vida es un tobogán de inseguridades, irá reconstruyendo la historia de ese largo e ignorado encierro a través de los escasos y fragmentarios momentos de lucidez de su abuela Kitty, que vive en la nebulosa del Alzheimer. Así llegará a un secreto sobrecogedor e insospechado del que forma parte.
O´Farrell se desenvuelve como pez en el agua por las siempre turbulentas relaciones familiares y, como si sus personajes reposaran sobre el diván del psicoanalista, es experta en extraer sus debilidades más escondidas abocándolos constantemente al borde del precipicio. Esa humanidad desvestida en las páginas de sus libros hace que penetren como un ciclón en el corazón del lector, que devora sus novelas en un éxtasis empático. Al menos a mí me ocurre así.
Por
supuesto que recomiendo esta novela, pero aún más, os invito/incito a que leáis
a Maggie O’Farrell en cualquiera de sus obras porque es una escritora extraordinaria,
con un estilo potente, una frase contundente, a veces cortante, que te deja sin
palabras, y una gran capacidad para adentrarse en los recovecos de nuestro
espíritu. Quizá su procedencia
norirlandesa, crecer en Inglaterra y ser blanco de continuas bromas por ello y tener
que defender su origen la han hecho una leona de las letras. Algo que agradecemos infinitamente sus lectores.
Sybila
@YoLibro
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