Rodeada de críos de diferentes matrimonios, el
extraordinario salario de su último marido, un guionista de cine con el orgullo
más encendido que un pavo y la fidelidad abochornada, permite que no le falte
de nada: una casa enorme para su prole, un servicio atento para que no se
fatigue, coches, vestidos. Pero estas comodidades no impiden que la Sra.
Armitage sufra una crisis emocional y descienda en espiral al foso de una negra
depresión que su marido encuentra inapropiada en ese momento mientras que para
su irracional psiquiatra no es más que un engorro.
El desencadenante de esta crisis, en el sentido más griego y
etimológico de la palabra, es la llegada de otro bebé que su marido no desea. La
manipulación de la que es objeto la protagonista por parte de los dos hombres
que se supone deberían auxiliarla para que aborte es sobrecogedora.
La Sra. Armitage, que en este momento duda de su propio yo, está
convencida de que para lo único que sirve es para tener hijos. Víctima de su
propia obsesión, se aferrará al que viene como el único salvavidas para sobrevivir.
“El devorador de calabazas” es la descarnada radiografía de
una familia disfuncional con aspiraciones de normalidad burguesa, es el crudo
relato de la demolición de un ser narrada por ella misma en tiempo real, es la escalofriante
semiautobiografía de la autora, casada con el abogado y también
escritor John Mortimer, cuyo matrimonio fue tan devastador que Penelope acabó
recibiendo electroshocks y por consejo de su psicoanalista accedió a abortar y a
esterilizarse, mientras su marido tenía una aventura con una actriz a la que
dejaba embarazada.
La prosa cortante de Mortimer, sus afilados diálogos, sus
pensamientos desbocados por la ansiedad plasmados en el papel hacen de esta
narración el grito de socorro de una mujer en el pozo de la desesperación.
No es una novela fácil, la angustia se respira en cada
renglón, su estructura es dispersa como los razonamientos de la anónima protagonista,
de la que desconocemos el nombre diluido en el de casada; pero es tan auténtica, tan turbadora, que
cualquier persona que haya pasado por una depresión se siente identificada
inmediatamente con ella. Y sí, también es muy feminista, protofeminista, mejor
dicho.
En 1964 se hizo una adaptación al cine nada menos que con
Harold Pinter en el guion y Peter Finch y la tremenda Anne Bancroft como pareja
protagonista, que aún no he visto.
Por supuesto que recomiendo su lectura, a pesar de la
tristeza que deja. Pero está tan bien escrita que es una gran oportunidad de
acercarse a esta inteligente autora tan poco conocida por aquí. Quiero dar las
gracias a Impedimenta por haberla incluido en su catálogo y bien traducida.
NOTA BENE: El incomprensible título de la obra para el
lector español proviene de un aparentemente inocente pero revelador poema inglés
que dice así:
“Peter, Peter pumpkin
eater,
Had a wife but couldn't keep her;
He put her in a pumpkin shell
And there he kept her very well.”
Sybilalibros
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