Pío
Baroja es un viejo misántropo de mesa camilla. Es desmoralizante saber que este
tipo de ignorancias abundan en la sociedad literaria. Porque se supone que
escritores y lectores aprendemos algo leyendo, que poseemos cierta inteligencia.
¿Cómo, pues, caemos en tal reduccionismo perezoso? Este libro demuestra que Pío
viajó y sintió curiosidad por la gente y por algunas personas, que no es lo
mismo. Capta muy bien los ambientes populares, sabe entresacar de ellos individualidades
interesantes, con escepticismo pero simpatía por sus congéneres. “A mí, en
general, en las ciudades, artísticas o no artísticas, me interesa más la
población que los museos.”
Este
es un libro de viajes de encargo, para el que Baroja no se cree preparado,
llanamente; acepta escribirlo por la insistencia del editor.
Tira de memoria apoyándose en sus novelas de
ambiente italiano para darnos estas impresiones, pues escribe en 1949, décadas
después de sus viajes por Italia, el primero en 1909. Su preocupación por la
dificultad de retener los recuerdos de un viaje, la prudencia de no visitar muchos
lugares en poco tiempo, la desgana ante el turismo al uso; los que sólo nos
ponemos calcetines con sandalias en emergencias, estamos con él. Asegura saber
poco de literatura italiana, de arqueología; siente antipatía por los críticos.
“Yo no soy un turista, ni un esteta”. Pío Baroja es un anti sabelotodo que sabe
mucho del Giotto. Liberándose con las protestas de sí mismo anteriores, se
atreve con el libro.
En
la primera parte, La Riviera, nos demuestra su capacidad para describir
paisajes, la Costa Azul vista desde el tren; entonces los viajes en tren eran
largos, una vivencia, no un trámite apresurado como hoy. En las cuarenta
páginas que le dedica a Florencia no se olvida de san Miniato,
prueba de que sabe ir más allá del sota caballo y rey habitual. Así pasa con
sus vistas a Roma, Bolonia, Nápoles, Milán y Génova; que lo ve todo, el arte y
los barrios, los monumentos y la hostelería. La descripción de Nápoles, su
caserío y paisanos, es tan viva como impresionante.
Las
opiniones de Pío Baroja, más allá de tener interés por ofrecernos la visión de
un español de la primera mitad del siglo XX, sobre Italia en concreto y el
viajar y el mundo en general, son a veces polémicas, peculiares, extrañas
quizá, mas razonadas, dignas de un hombre libre.
No
le gustan algunos iconos universales del Arte, cree que las catedrales góticas están
mejor entre callejuelas que ante plazas amplias, que tanto nos gustan a
nosotros para nuestras fotitos… no daré más ejemplos, lean el libro. Los
barojianos ya lo habrán comprado, se lo recomiendo al buen lector en general;
si conoce Italia más lo disfrutará, por ese vínculo que une a los viajeros.
Editado
por Caro Raggio, editorial fundada en 1917 por el cuñado de Pío Baroja. Libro
bonito de ver, a cargo de Carmen Caro, con portada de Pío Caro-Baroja. Si bien
esta primera edición que leo es de marzo de 2020, 244 páginas, se ha puesto a
la venta recientemente, un año después, por no sé qué de una pandemia.
Luis
Miguel Sotillo Castro.
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