"Al niño le importaba muy poco no haber sido deseado. Sólo pedía no ser mezclado con otros niños que le harían sufrir; no tener nada que ver con maestros que hablan a gritos… ¿Por qué no ponerlo en una bolsa, hija mía? ¿Por qué no tirarlo al río como un gatito? Iba a la escuela a la hora en que los otros muchachos salían de ella. Tuvo una sensación de su diferencia, de su soledad. Eso es lo que su madre le repite cada día: eres feo, sucio y tonto"
Conmocionada me ha dejado la lectura de este relato de F.
Mauriac, un autor prácticamente olvidado hoy (de hecho, sus novelas o están
descatalogadas o son casi imposibles de encontrar) a pesar de haber ganado el
Nobel en 1952. Quizá su condición de católico o sus recurrentes argumentos en
torno al pecado y a los conflictos de conciencia que arrastran a violentas
pasiones, o sus repetidas ambientaciones en el sudoeste francés para reprobar a
la vetusta nobleza provinciana le resten atractivo para el lector de hoy.
“El mico” es un relato desgarrador, durísimo, no en su
lenguaje, cuidado al máximo, sino por lo que nos cuenta.
Guillaume es un joven nacido en el seno de una rancia
familia aristocrática que tiene la desgracia de sufrir en su ADN los efectos de
siglos de consanguinidad. Ello le hace aparecer como retrasado, con un carácter
inclinado a la indolencia y un temperamento infantil. Soportado por su abuela,
ignorado por un padre bobalicón, sólo es querido por su Fräulein mientras su
madre, una burguesita con ansias de título a sabiendas de que tendría una
descendencia torpe, desahoga su frustración ridiculizando y maltratando a su
único vástago de una manera que hace aflorar en el lector la rabia más humana.
Ante la tesitura de convivir con un eterno infante, contratan los servicios de un maestro de escuela comunista que, ilusionado por el idealismo educativo, deja a un lado su odio hacia la nobleza y consigue arrancar fugaces destellos de lucidez en el muchacho hasta que la conciencia de clase da al traste con el despertar y empuja a los actores a un final del que aún no me he recuperado.
Aunque adolece de un poco disimulado maniqueísmo en el
retrato de los personajes, el impecable estilo narrativo de Mauriac consigue una
ambientación magistral del drama familiar a base de unos diálogos terribles que
muestran los temas constantes en la literatura del autor: la indefensión frente
a la injusticia, la decadencia moral de la sociedad, donde solo los seres
maltratados son los únicos que pueden albergar rastros de humanidad. En
definitiva, una visión bastante pesimista de la lucha del bien contra el mal.
A pesar de lo agrio
del argumento, me ha gustado muchísimo. Cuando algo está bien escrito, muy bien
escrito, se lee con placer.
Os lo recomiendo vivamente porque además es breve. Yo lo he
leído/escuchado en audiolibro de la biblioteca, pero me consta que está
fácilmente localizable para libro electrónico en internet.
Sybilalibros
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