domingo, 19 de abril de 2020

HISTORIA DE DOS CIUDADES. CHARLES DICKENS


 «Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, solo es aceptable la comparación en grado superlativo».

Así comienza “Historia de dos ciudades”. Para mí, el mejor inicio de una novela tras el Quijote y argumento más que suficiente para dejar de lado mi fobia a Dickens adquirida con la tierna edad de 10 años, cuando un familiar decidió regalarme Oliver Twist, pensando que era una buena novela para una niña ya que trataba de niños. Trauma de por vida.

También he de confesar que iba sobre seguro porque ya había leído una, preciosa por otra parte, adaptación al comic de ella y sabía que la historia no me iba a defraudar.

“Historia de dos ciudades” contiene todos los ingredientes para ser un novelón de los que te dejan huella: un aire trágico al estilo Conde de Montecristo, alejado del habitual siniestro en su autor; una ambientación sobrecogedora, un momento histórico álgido como es la Revolución Francesa; Londres y París, una historia bellísima de amores que sobreviven a todos los contratiempos, de traiciones, odios enconados, venganzas despiadadas, espías, un perdón magnánimo y un sacrificio como nunca se ha escrito en una novela (no os cuento nada del argumento en sí porque tendría que desvelar sorpresas y prefiero que las descubráis por vosotros mismos).
 Y sí, también es una desmitificación despiadada de la gloria de la que gozaba la Rev. Francesa desde sus inicios entre los historiadores, contraponiendo la barbarie gala a la sensatez británica, lo cual supone una rareza en la obra de Dickens, dedicada a poner en solfa a la sociedad industrial de su país.

La imparable trama que arrastra al lector de un lado al otro del Canal de la Mancha no sería tan formidable sin una galería de personajes inolvidables como ese epítome de la eficiencia flemática inglesa que es el sr. Lorry, Madame DeFarge, la araña que teje su sangrienta tela o mi favorito, Sidney Carton, el abogado entregado al ascetismo del alcohol y a la autodestrucción. Se le añaden unos secundarios que son la salsa de la narración, como es habitual en Dickens.

Los que hayan leído a este autor encontraran su prosa más viva, plena de detalles imprescindibles para el armazón del relato y consagrada a revelar los sentimientos de los personajes de manera que el lector sufre y se alegra como una ménade desatada. Si tuviera que definir esta novela diría que es puro corazón.

Si no han leído a Dickens porque, como a mí, les parece denso, morboso, obstinadamente decimonónico, les diría que por un momento aparten sus prejuicios y lean esta novela porque van a disfrutar como nunca.
Os dejo con la primera palabra clave para adentraros en esta historia: “Resucitado”.

Sybilalibros

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