Camilleri es un
escritor extraordinario, de oficio. Con ello me refiero a que, como muchos
otros, confieren al hecho de escribir un sentido de “lavoro”, con horarios
parejos a los de un oficinista, un proceso continuo y diario en el que unas
vacaciones consisten en abandonar a Montalbano para escribir lo que le viene en
gana. Eso es lo que nos cuenta en el epílogo de este relato/novelita/pasatiempo/reflexión.
Sin salir del
entorno mítico de Vigatà (cada vez estoy más convencida que Camilleri es el
Homero del s.XX), traslada la acción al final de la II Guerra Mundial, justo
antes del desembarco de los norteamericanos, justo cuando tres amigos, Nenè,
Ciccio y Jacolino empiezan con los picores adolescentes, justo cuando se abre
un burdel serio y de altura en el pueblo, justo en el momento en que todo
empieza.
La pérdida de la
inocencia, la iniciación al amor y al sexo (ya sea con primos, vecinos, criadas
o amables prostitutas) es un subgénero visitado por casi todos los grandes
autores y Camilleri no se resiste a la tentación. Tira de recuerdos
mitográficos (nos asegura que no son autobiográficos) para recrear historias de
meretrices preñadas de candor, amor, humor, profunda religiosidad, desamparo.
Unas veces con nuestros Tres lanceros bengalíes (perdónenme la metáfora pero me
posee el espíritu burlón del maestro siciliano) otras, con algunos clientes que
representan a la sociedad isleña del período.
Pero no nos engañemos.
Camilleri nunca abandona su vertiente crítica y al final sale a la luz de la
mano de los “libertadores americanos”: bombardeos siniestros, hambre,
violaciones, dispersión de familias, enrolamientos desesperados, amigos que se
quedan en cunetas…La guerra, sin adjetivos.
Lo que resta al
final de esta delicia es una nostálgica reflexión sobre la amistad, la vida, el
tiempo que nunca volverá.
Lo he leído en el
siciliano original (hay traducción al español) en el que se percibe la tremenda
facilidad para narrar del autor, un don que explota sin caer ni en la
frivolidad ni en el descuido literario.
Os dejo un
párrafo que simboliza el sentido de este relato. Está en la lengua original,
pero creo que se entiende bastante bien:
“Mangiare, viviri
e ascutare la rissaca con l’amico arritrovato. Che c’era di meglio nni la vita?
La guerra era passata, pareva accusì lontana che forse non c’era mai stata
veramente. Vuoi vidiri che se l’erano insognata?”
Ni qué decir
tiene que lo recomiendo desde el corazón.
Sybilalibros @YoLibro
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