martes, 16 de julio de 2019

SHEILA LEVINE ESTÁ MUERTA Y VIVE EN NUEVA YORK. Gail Parent


Me da vergüenza hacer la reseña de este libro cuando ya en su estupendo prólogo Rodrigo Fresán nos da las claves para disfrutar el doble de su lectura, encuadrándolo en el género literario de “solterona rellenita que intenta realizarse” pero su vida es un desastre: vive en un estado de perpetua dieta infructuosa, sólo le salen trabajos de poca monta, sus amigas tienen éxito y encima tiene que lidiar con una madre hipercontroladora obsesionada con el matrimonio.

Gail Parent recoge el testigo de sus predecesoras de la “chick lit” como Wharton, Dorothy Parker o Lorrie Moore y actualiza el género sentando las bases de lo que luego sería el fenómeno mundial de Bridget Jones.
De hecho, se podría decir que Sheila Levine es una Bridget judía neoyorkina pasada por el tamiz locuaz de Woody Allen pero más trágica y cáustica que su heredera inglesa ya que más que un diario, es una larga nota de suicidio.

He de decir que si bien al principio el libro no me arrancó una sonrisa por ser excesivamente tópico, a medida que va avanzando la aventura vital de Sheila, sus odiseas en los antros del Village y sus experiencias con los elementos a los que se empareja, me he ido enganchando más hasta llegar al climax del momento en que por fin decide suicidarse. Toda la preparación del evento es de antología; por momentos parecía un gag de los hermanos Marx: desquicio en el absurdo más absoluto. Lo que me he reído.

Por último comentar que tal y como se apunta en el prólogo, esta fue la única novela que escribió Parent, cuyo oficio era guionista de series de TV, entre ellas el Show de Mary Tyler Moore o Las chicas de oro, estilo que se aprecia en la estructura del libro y en el ritmo de narrar los sucesos como si fueran gags, lo que hace su lectura muy amena. Es como un monólogo de “stand up comedy” estirado en formato de novela.

La recomiendo a todos los amantes del humor sarcástico, ingenioso, verborreico y negro, porque bromear con el suicidio y salir airosos es de genios. Y judío, muy judío: madres angustiosamente protectoras, padres “maceteros”, operaciones de nariz, la comida y los rabinos, Dios y el sexo. Woody Allen trasladado al papel.

Sybilalibros @YoLibro



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