martes, 23 de octubre de 2018

MUERTE DE UN HOMBRE FELIZ. Giorgio Fontana


Recién terminado el libro y aún conmocionada por esta historia tan humana, tan emotiva como elocuente, con unos personajes tan cercanos y honestos, tan sencillos como profundos, que me ha trasportado a mi infancia cuando nuestros telediarios abrían con el  secuestro y posterior asesinato de Aldo Moro por las Brigadas Rojas, haciendo macabra compañía a los desgraciadamente casi cotidianos de ETA.
Eran los llamados Años de Plomo, cuando las bandas terroristas comunistas bañaban en sangre varios países de Europa (ETA en España, Brigadas Rojas en Italia, Baader Meinhof en Alemania) tratando de imponer su revolución contra el estado por las armas, asesinando a inocentes cuyo único pecado era ser de una ideología contraria a la suya. Y así se cebaron con la Democracia Cristiana italiana.

Este no es un libro de intriga o policíaco, a pesar de lo que cuentan en la contraportada para atraer al lector.

Este es un libro hermoso y necesario que reflexiona sobre qué es la Justicia y cómo aplicarla en los casos que más exaltan a la sociedad. Esta reflexión la encarna el protagonista, el fiscal Colnaghi, inspirado en dos magistrados antiterroristas asesinados en Milán por las Brigadas Rojas, según reconoce el propio autor, y que sigue la máxima que le transmitió un sabio juez: “Nosotros no debemos ser los de la ira” ante los casos más sangrantes.

Durante la investigación del asesinato de un político democristiano por un grupo terrorista de izquierdas, Colnaghi, un hombre sencillo, introvertido, hecho a sí mismo desde la orfandad de un partisano de la II Guerra Mundial, con una profunda fe católica que le impide albergar cualquier sentimiento de venganza y un no menos arraigado sentido de la justicia, se ve empujado a  practicar un difícil ejercicio de autocontrol en este caso inhumano que clama el ojo por ojo y lo que es aún más complicado, trasmitirlo a sus compañeros de tribunales, contaminados por las luchas políticas y la endémica corrupción estatal que roe Italia desde sus cimientos históricos, para los que es más fácil ceder a la demanda rencorosa de la sociedad y la familia del difunto antes que hacer Justicia.

Pero el autor no sólo quiere que nos cuestionemos sobre el sentido de la Justicia. Quiere reivindicar a la par a esos obreros de la Lombardía que, apaleados por el fascismo, se unieron de forma clandestina a las filas comunistas al final de la guerra, muchos sin entender la teoría, sólo aferrándose a la promesa de un mundo mejor para sus hambrientas familias, en la figura del padre de Colnaghi, asesinado por los últimos fascistas de la República de Salò.

Así, el libro se construye sobre dos historias paralelas que confluyen en una no por más universal menos conmovedora: el amor paterno-filial.

Y sin darte cuenta, Giorgio Fontana te ha puesto contra la pared, te ha removido la conciencia, te ha llegado al corazón, te ha vuelto a recordar que lo realmente importante en la vida, lo que te separa de la barbarie vengativa, son las cosas sencillas: la familia, los amigos, el amor que das y el que recibes.

Admirablemente escrito, con gran pulso narrativo, ágil de pluma, pausado en los pensamientos, con el manejo justo de los tempos entre ambas historias y evocadoras descripciones de las calles de la gran metrópoli Milán que contrastan con la rudeza sincera de la aldea lombarda, es tan hábil en mostrar la humanidad de los personajes que confieso que se me han saltado las lágrimas en más de un párrafo. No me extraña que le concedieran el prestigioso premio Campiello.

Muerte de un hombre feliz es un libro que  hay que leer.

Sybila


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