jueves, 18 de octubre de 2018

APEGOS FEROCES. Vivian Gornick


Uno de los libros estrella de este año en las redes sociales y un gran empujón para su editorial, Sexto Piso, que ha visto como la etiqueta “feminismo” del que es líder indiscutible la autora, ha multiplicado exponencialmente el número de lectoras en una época que está siendo realmente decisiva para las mujeres.
Bajo un título extraordinario fluye un libro de memorias noveladas  en el que la autora y su madre, ya mayores ambas, caminan por las calles de Nueva York como una zona neutral donde poder conversar sin mutilarse mutuamente. Durante esos paseos afloran preguntas que nunca se atrevieron a hacer antes o respuestas a las que la edad ha despojado de la mentira incrustada. Con ellas vienen también los recuerdos de su vida en el Bronx, de su convivencia familiar con las vecinas; de la garantía que suponía ser una mujer casada aunque el matrimonio fuera un infierno; de la hecatombe que supuso la pérdida del padre; de la lucha por el barrio y las ayudas a los vecinos por parte de la asociación comunista de la que la madre de Gornick fue miembro activo durante la Depresión; de la división del inmenso distrito neoyorkino según las nacionalidades de inmigrantes, siendo la comunidad judía una de las más extendidas y a la par menos abierta a la relación con otros grupos. En fin, un afilado ajuste de cuentas dulcificado por la evocación costumbrista de la infancia y juventud en el Bronx de postguerra.
Entre estos dos tiempos complementarios nos desvela la autora su identidad inestable, el peso decisivo que supone para el desarrollo su personalidad y de su carrera ser judía y sufrir uno de los prototipos de madre judía más posesivo y egoísta que circulan en toda la abundante literatura sobre el tema, así como la aparentemente imposible conciliación de las milenarias costumbres y supersticiones del judaísmo con el comunismo militante de su familia.
A la hora de su lectura me he topado con dos problemas serios: el primero, ignorar que se trataba de un relato de memorias puesto que en las redes sociales te lo venden como una novela, algo que no sería grave si no fuera (y aquí viene el segundo) porque desconocía absolutamente la existencia, trayectoria, obra y milagros de Vivian Gornick, al igual que el 90% de los que se han lanzado a devorar el libro de moda.
Cuando uno lee unas memorias, algo tan íntimo y dotado de un hálito literario especial, para que sean satisfactorias y provechosas, se debe de tener referencias y un grado de empatía con el que las suscribe. En mi caso, tras leer la introducción y primeras páginas, bastante chocantes, decidí ser consecuente con mis principios lectores y busqué información sobre la autora, lo que me condujo a una entrevista reciente en el programa de libros de la 2TV, Pagina2. No me agradaron mucho la personalidad de la entrevistada ni algunas de sus opiniones sobre la mujer en la actualidad, pero seguí con la lectura para poder valorar el libro con fundamentos.
Y heme aquí, reseñando una autobiografía que apenas me ha aportado nada ni me ha emocionado en lo que respecta a su contenido porque la empatía con los personajes ha brillado por su ausencia. Además, está tan trillado ya el tema del enfrentamiento de madre asfixiante-hija sometida obligadas a convivir (sobre todo para los que hemos leído literatura judía en abundancia) que debería ofrecer “algo más” para enganchar a los lectores.
No obstante, formalmente me ha sorprendido tanto que he de recomendarlo, sobre todo a escritores y aficionados a emborronar folios porque Vivian Gornick goza de una técnica narrativa extraordinaria, forjada en su amplia carrera periodística, que le permite jugar con una estructura aparentemente desordenada pero coherente, construida a base de los impulsos y sosiegos que promueven los escasos intercambios de palabras entre madre e hija, confiriendo al texto un ritmo único y personal, y un nuevo ángulo de visión para el formato de memorias. Asimismo posee una gran soltura en la transmisión de emociones a través de la luz y el paisaje neoyorkino de forma que se lee con el placer de tener entre manos a alguien que sabe del oficio de escribir.
En definitiva, más que unas memorias, yo hablaría de un ensayo literario sobre el desahogo, entre el psicoanálisis, el periodismo de revista femenina y el costumbrismo judío.
Encantará a aquellas lectoras que busquen sentirse identificados con el eterno conflicto madre-hija, pero yo les aconsejaría que antes leyeran artículos escritos por Vivian Gornick. Disfrutarán más de estos Apegos feroces.

Sybila

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