miércoles, 10 de octubre de 2018

LOS AMIGOS DE EDDIE COYLE. George V. Higgins

Extraordinariamente armado, inteligentemente conducido, no apto para mentes acomodaticias. Así se nos presenta el que fue primer relato de uno de los autores de novela negra incomprensiblemente menos conocidos en España pero auténtico responsable de la revolución del género en EEUU.
Gracias a su formación en Derecho y al desempeño de tareas como fiscal, policía y periodista, Higgins encontraría en su trabajo un filón de personajes y argumentos para plasmarlos en una serie de novelas en las que se abandonaba el cliché antiguo de polis buenos, delincuentes malos, a la par que renunciaba a la construcción narrativa clásica y tiraba casi exclusivamente de diálogos para conformar la acción. El resultado es tan sensacional como chocante, pues obliga al lector a prestar una atención especial a todas las idas y venidas de los personajes que deambulan  por el libro si no quiere perderse por este Boston de barrios bajos setentero (por cierto que uno sabe que está en esta ciudad por la contraportada del libro porque no se la cita en ningún momento, salvo nombres de calles y locales conocidos sólo para los nativos).
El eje alrededor del que pivotan estos “amigos” es Eddie “Dedos” Coyle, un ladrón de poca monta que ha estado entrando y saliendo de prisión durante toda su vida y sobre el que pesa otra posible condena por la que ya no tiene ni fuerzas ni ganas de volver a pasar. Una opción sería delatar a sus compinches del último palo, lo que supondría una muerte segura; la otra, ser leal y chupar trena. Mientras se decide, topa con un negocio muy lucrativo manejado por Jackie Brown (les suena el nombre ¿verdad? Sobre todo si se es fan de Tarantino) un traficante de armas tan temerario como imprudente. Pero que Eddie Dedos empiece a mover “Benjamins” (billetes de 100$) con cierta alegría levanta la liebre y los galgos del policía Doyle se lanzan a la carrera, ayudados por uno de los soplones más despreciables de la historia del género. Y empieza una caza en la que todos acaban embarrados.
Muy, muy entretenida, con un ritmo endiablado gracias a los continuos y cortantes diálogos sobre los que el autor deposita su potencia narrativa convirtiéndose en marca de la casa, en Los amigos de Eddie Coyle, al contrario que en otras obras del género, no hay sangre ni sexo desesperado: la violencia la ponen las palabras. Porque los personajes no hablan, sino espetan, sueltan, desembuchan, cantan, soplan, provocan y amenazan en la jerga del lumpen bostoniano, desde el quinqui más desgraciado hasta el madero más templado, lo que confiere una gran veracidad y frescura al relato. Y que podemos disfrutar gracias a la gran traducción de Montserrat Gurguí y H. Sabaté. En inglés debe de ser alucinante.
No terminan ahí las innovaciones. Higgins juega con el lector y no le dice quiénes son delincuentes y quiénes polis. Hay que adivinarlo a través de los abruptos diálogos en donde deja entrever un fino hilo que delimitaría la legalidad de la ilegalidad.
Considerado como uno de los padres de la nueva novela negra norteamericana (así lo reconoce en el prólogo otro grande bostoniano, Denis Lehane) su obra supuso un salto cualitativo en este género desde R. Chandler al dar validez a la frase de Marco Anneo Lucano que nos regala Asteroide al final de la novela: “El crimen hace iguales todos los contaminados por él”.
Su genialidad es tal que el cine no pudo evitar imitarle descaradamente: Infiltrados de Scorsese o The Town de Affleck le deben mucho, por no hablar de Tarantino que escogió el nombre de uno de los personajes principales para dar nombre a su película.
Sin embargo, la adaptación de la novela al cine de Peter Yates no estuvo a la altura, a pesar de contar con Robert Mitchum como Eddie “Dedos” y Peter Boyle. Ello sin contar con que la traducción del título al español reventaba el argumento.
Absolutamente recomendable para cualquier amante de la novela negra bien escrita y con clase que por algo estamos en Boston.  

Sybila


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