sábado, 29 de febrero de 2020

EL MAR DE CORAL. Patti Smith


1976 o 77, andamos por los quince años. Lillo llega a mi casa entusiasmado, con dos vinilos en la mano. “Una noche en la ópera” o “Un día en las carreras”, de Queen; no recuerdo, pues ya conocía esa banda. El otro era Horses, de Patti Smith, fotografiada en la portada en blanco y negro por Robert Mapplethorpe. Conmoción, marca indeleble, tatuaje en mi borrascosa personalidad.  Empieza:
          Jesus died for somebody’s  sins but not mine

En un concierto, alguien chilla desde la primera fila: Patti, enséñanos las tetas. Responde ella: enséñame las tuyas, honey.
Una foto suya muerta de risa con fans. Pelos alborotados.

 Más de cuarenta años después, me recuerdo  personaje de Moebius, mochila a la espalda, pequeño en una viñeta enorme y silenciosa, sin bocadillos, caminando hacia el horizonte lejano y seco. He sorteado a mi manera los espacios del tiempo, ese terreno duro o enlodado, plano o empinado, despejado o arbolado, con agujeros tramposos o abismos llamativos a la vista. Tropezar y levantarme o trastabillar y hundirme. Algunos de los de entonces no han llegado hasta aquí. Lillo no, yo sí y puedo escribir irrelevancias. En mi vieja mochila siempre he guardado la voz y las palabras escritas de Patti Smith. Recomiendo sus libros “M Train” y  “Devoción”.

“El mar de Coral” es homenaje, lamento y alegrías añoradas por un amigo muerto, el fotógrafo Robert Mapplethorpe. Todos tenemos muertos, si hemos crecido y amado. Conocemos esa oscilación, al recordarlos, entre la pena rotunda y la nostalgia casi feliz, almíbar sobre yogur amargo. Este libro habla de ello, inteligente y sentimentalmente. Smith define su escritura aquí como poemas en prosa. Trata del amor de Robert por la vida y por ella, fielmente correspondido.
 Una muestra: “El viento le hinchó las mangas de la camisa blanca. Se dirigió a la espuma. La pureza, en brazos de un niño, es un cordero ahogado, una alegría hecha pedazos.”
 Contiene fotos tomadas por Patti y Robert, en blanco y negro. Bien editado por Lumen, 94 páginas. Leo la primera reimpresión de junio de 2019, el original es de 1996.

Luis Miguel Sotillo Castro

miércoles, 26 de febrero de 2020

UNA NOCHE CON SABRINA LOVE. Pedro Mairal.


       
Llegué a esta novela porque me atrajo el título, me sugería tantas cosas que me lancé sin conocer nada del autor ni del argumento. Luego, cuando leí el prólogo escrito por el propio Mairal a esta edición de Asteroide (2014), supe de la historia que había detrás de este dulce de leche argentino, de las peripecias que vinieron con la concesión del premio Clarín de novela, del papel jugado por Bioy Casares y Roa Bastos, y de la impotencia de Mairal ante su adaptación cinematográfica. Y eso la hizo aún más apetecible.

“Una noche con Sabrina Love” es novela de iniciación tanto para el protagonista como para el autor que debutó con ella en la larga distancia narrativa. Algunos la califican también de “road movie” cayendo en la obviedad, como si cualquier rito de paso no fuera un camino lleno de pruebas y extraños encuentros.

Sabrina Love es una actriz porno que se ofrece a pasar una noche de lujuria y desenfreno con el ganador del sorteo de su programa de televisión. Daniel, nuestro joven Odiseo, pobre, huérfano, cuya única experiencia con el sexo ha sido el onanismo de tele por cable pirateada, jugarretas del destino, resulta ganador.
Se inicia así un accidentado periplo contra las zancadillas de los dioses, sin dinero en el bolsillo, viajando a dedo, pero con la determinación que otorgan los sueños adolescentes, desde la anegada provincia de Entrerríos hasta Buenos Aires.

Lo imposible de la empresa a priori, el aroma a derrota que se respira durante las noches a la intemperie mientras la mochila de Daniel sueña con las sábanas de seda de Sabrina Love, hacen que el lector quede atrapado en la aventura como si con nuestra lectura ahuyentáramos la soledad del protagonista en la ruta hacia la madurez, madurez que forjan los desconocidos del camino, buenos algunos, perversos otros, maestros en engañar a la vida en suma, hasta llegar a su edén que es el cuerpo de la “porno star”.
Queda uno prendido en las redes de la inocencia y la picardía que administra Mairal con maestría, entre juegos de palabras insinuantes y metáforas de la vida, en una prosa limpia, fluida, alejada del frecuente barroquismo de los autores argentinos.

Se hace uno compadre de sus personajes honestos, genuinos, lanzados a la crueldad del día a día sin más escudo que el instinto de supervivencia para terminar hablando con la familiaridad del argentino llano y chistoso en el que está narrada esta historia.

Tanto he disfrutado de su lectura que ya tengo en mente otra suya editada hace muy poco también por Asteroide, “La Uruguaya”, muy bien recomendada por amigos lectores.

Sybilalibros


viernes, 21 de febrero de 2020

AGUA SALADA. Charles Simmons


“En el verano de 1963 yo me enamoré y mi padre se ahogó”

Uno de los mejores comienzos que he leído nunca para una novela extraordinaria que perdurará siempre en mi corazón, entre otras razones porque cumple esa máxima casi extinguida hoy en día en el mundo literario de “Lo bueno, si breve, dos veces bueno” para en apenas 168 páginas crear el relato perfecto con un tema, además, eterno y mil veces recreado.

Podría definirse “Agua salada” como una novela de iniciación (que sin duda lo es) pero sería una apreciación torpe, simplista y propia de reseñador taylorista, que dejaría fuera la esencia de la condición humana, esencia que Simmons ha conseguido embotellar en este relato, lanzándolo al Océano de lectores, no para que socorramos al náufrago, sino para invitarnos a hundirnos con él, algo que haré todas las veces que pueda releerlo.

Inspirado en un relato de Turguéniev y en notas autobiográficas según nos apunta Errata, “Agua salada” nos narra el paso de la adolescencia a la madurez de la manera más edípica y por tanto dramática en un paisaje de robinsones, una isla solitaria del Atlántico frente a las costas norteamericanas donde veranea el joven de quince años Michael con sus padres. Mientras su madre supone la belleza y la dulzura, su padre es su modelo de vida: comparte con él la pasión por la pesca y la navegación a vela, el espíritu aventurero y está encaminado a seguir sus pasos como “self made man”. Este bien equilibrado mundo se va a ver agitado con la aparición en escena de otro tipo de familia: mundana, viajada, artista, la de una madre divorciada y su rebelde hija de veinte años, Zina. La osada, independiente, irreflexiva y deliciosamente bonita Zina será el céfiro que despierte el deseo en Michael y lo haga caer en las engañosas redes del juego del amor. Inocente en esta singladura, conocerá en el mismo instante el dolor del amor y el de la pérdida del padre.

Que las islas son el paisaje del mito ya nos lo contó Homero y ésta tampoco escapa a los caprichos de los dioses que se divierten desatando pasiones, coquetean con mujeres solitarias, exaltan cuerpos jóvenes y derraman alcohol para crear un teatro de tragedia.

Algo tan reconocible  podría suponer un rechazo a priori para cualquier lector, pero en manos de un autor tan delicado, elegante y sobrio se convierte en una pequeña (por brevedad que no por calidad) obra maestra. Simmons goza de una rara habilidad entre los escritores y es que con pocas palabras dice mucho. Prefiere insinuar a relatar, sumergirse en el alma de los personajes y apenas mostrárnosla en dos pinceladas, describir escenas a través de un detalle nimio, como fotografías tomadas desde un ángulo intrascendente que al ampliar el encuadre resultan el hilo conductor de la historia. Eso es maestría, es magia.

“Agua salada” me ha supuesto no sólo un gozoso descubrimiento (no me canso de dar las gracias a Errata Naturae por esa magnífica colección El pasaje de los panoramas que tan buenos ratos lectores me está dando) sino el tremendo placer de una lectura que perdura, bella como el mar, estilísticamente impecable, turbadora como el lánguido cuerpo adolescente al sol, amarga como el matrimonio.

Recomendación especial para paladares exquisitos a la búsqueda de sabores únicos.

Sybilalibros


miércoles, 19 de febrero de 2020

TODO. Kevin Canty


Me gusta cuando encuentro por sorpresa, sin opiniones previas, a un autor que me trastoca el lenguaje sin ser un pedante, que me habla de temas de siempre pero con palabras disparadas a quemarropa.

Ambientada en un pueblecito de Montana, dominado por las Rocosas, los ríos trucheros y los infinitos lagos alrededor de los cuales se han aposentado millonarias mansiones que vulgarizan el paisaje y desplazan a los lugareños a carreteras de neón, Todo nos narra un momento en la vida de cuatro personajes, apoltronados en la deriva, a los que les salta una chispa circunstancial que les hace plantearse un cambio de rumbo:
RL,  prototipo del cincuentón mal divorciado, que aplica el “laissez faire” hogareño y con las amistades,  al que sólo preocupan las truchas y su hija, por este orden, retoma una vieja aventura de juventud al acoger en su casa a Betsy, enferma de cáncer, que vive en medio de las montañas en una utopía naturista. Sin preguntas, sin esperar nada a cambio, sólo sentirse bien el uno con el otro, ambos intentarán una relación que no les conduzca de nuevo al fracaso. 

Layla, la hija de RL de 19 años, lucha contra su alma dividida entre  la llamada de la naturaleza salvaje en la que se ha criado o la universidad en Seattle donde la espera un novio intelectualoide y progresista, amigo de las relaciones abiertas.
Y la que hasta entonces era una referencia de estabilidad para padre e hija, June, amiga de la familia, decide librarse del ancla de viuda inconsolable y vender la casa que la ata a su difunto marido.

A ellos habría que añadir un quinto protagonista, majestuoso, potente, rebelde, tan relacionado con los estados de ánimo de los personajes que una nevada o un extraviado viento cálido en marzo cambian la dirección de la novela: el paisaje. Su descripción, evocadora y brillante, me ha recordado a Stegner o MacLean. Puro goce.

Presentada como la novela de las segundas oportunidades, creo que es más que eso, que es el relato de la fuerza regeneradora de las mujeres, de su capacidad para reinventarse, mientras los hombres que aparecen no hacen más que dejarse llevar por la corriente de sus compañeras, incapaces a veces de comprender los cambios que pululan en sus cabezas.
Áspera, ruda en sus diálogos, emotiva en los sentimientos no expresados, desconcertante en las fugas desesperadas (¿qué fuga no lo es?), exultante en la naturaleza, Canty disfruta con los juegos de palabras, las reflexiones contradictorias y dejando que sus criaturas actúen y hablen por impulso.
Hay una frase de June en el libro que define perfectamente el sentido de éste: “Ni siquiera sé joder mi vida de la manera correcta”.
Voy a darle una vuelta a esto a ver si por lo menos jodo mi vida bien, nos viene a decir.

Me ha gustado bastante, he disfrutado mientras leía y lo recomiendo porque siempre es bueno abrir las ventanas y respirar otros aires literarios, sobre todo si son tan frescos como este.

Sybilalibros

lunes, 10 de febrero de 2020

BOWIE. Una biografía. María Hesse, Fran Ruiz

Tendría yo unos trece años cuando descubrí a Bowie. Su imagen
impactante en revistas como Popular 1, sus canciones en emisoras
de radio minoritarias, las portadas de sus discos. Una buena
distracción de entonces era ir a las tiendas de discos a ver
portadas, raramente podía comprar. Conservo desde entonces el Lp
Aladine sane. Han pasado cuarenta y cinco años. Él nunca supo
que yo lo consideraba mi amigo íntimo, que seguía su carrera, sus
publicaciones, ilusionado.
Cuando una mañana invernal de 2016, apenas despierto, me
enteré de su muerte -el día anterior había comprado Blackstar, su
última obra de arte-, volví a la cama. Esperaba despertar más tarde
y que hubiese sido una pesadilla. Los días siguientes quedó claro
que se había ido, porque los medios españoles le dieron tratamiento
de estrella, lo que nunca habían hecho. Necrofilia con vestimentas
teñidas de hipocresía chillona.
Es este libro amoroso por el texto de Fran Ruiz, bello por las
ilustraciones de María Hesse. Nos cuenta la vida de Bowie a
grandes rasgos, de manera poética; va dirigido al corazón, no a las
vísceras del cotilleo. Se agradecen el cariño, el respeto, la alegría
nostálgica y la emoción. Imprescindible para los fans de Bowie,
interesante para los que sientan admiración o curiosidad por él
desde la lejanía.
Leo y miro la segunda reimpresión de LUMEN, noviembre de 2018;
167 páginas enamoradas y bienhumoradas.

Luis Miguel Sotillo Castro

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