Selección de cartas y poemas de la poetisa de Massachusetts que vivió entre 1830 y 1886.
Leyendo las cartas se diría que es mujer sociable, de formación religiosa, aunque no le gusta acudir a la iglesia a escuchar sermones; cordial, cariñosa. Corresponsal original, brillante, amable y amante. Escribe en una carta a su preceptor: “El marinero no puede ver el norte- pero sabe que la aguja sí.” En otra: “Los icebergs ponen el mar en cursiva.”
Lo cierto es que rehuyó el trato personal, llegando a la extravagancia y a la mala educación. ¿Quién está en la cabeza de nadie? Intentamos entrar en la suya, leer es cotillear, poemas mediante.
No se deja conocer del todo esta mujer en once poemas, claro. Vemos su preocupación religiosa, por el alma, la inmortalidad; no con pseudo filosofías ni misticismos presuntos, usa elementos humildes. La infancia, las flores, los pajarillos; utilizados sin cursilería, pedantería o falsa dulzura. Dice:
Winds of summer fields
Recollect the way-
Instinct picking up the key
Dropped by memory
En Dickinson la profundidad es la verdad o su búsqueda, no oscuridad o presunción.
Preciosa esta edición de Nórdica, de septiembre de 2018. Letras negras, números verdes, sobre claro papel blanco. Bellamente ilustrada por Elia Mervi. Selección y prólogo, breve y adecuado, de Juan Marqués. Traducción del poeta Abraham Grajera, sin que falten los poemas en su lengua inglesa original. Estos en lindas letras verdes, como hierbas contempladas por Emily una mañana soleada.
Libro hermoso que da ganas de leer más a esta mujer misteriosa, fría y cálida, devota e irreverente, amante y solitaria.
Comentario de Luis Miguel Sotillo castro.
martes, 26 de febrero de 2019
RECUERDOS DE UN ANCIANO. Antonio Alcalá Galiano
Antonio Alcalá Galiano (1789-1865), conde de Casa Valencia, era hijo del célebre almirante Dionisio Alcalá Galiano, muerto en la batalla de Trafalgar; sobrino de don Juan María de Villavicencio, capitán general de la Armada, regente del reino durante la estancia de Fernando VII en Bayona. Don Antonio fue tío del escritor Juan Valera. Excelente orador, fue diputado liberal en diez legislaturas, ministro de Marina en 1836 y de Fomento en 1865. Destacado ensayista y crítico literario, su prólogo a "El moro expósito" del Duque de Rivas está considerado el manifiesto del Romanticismo español.
RECUERDOS DE UN ANCIANO
Antonio Alcalá Galiano
Como de costumbre, el carruaje abandona el camino y ataja por la playa, aprovechando la marea baja. El muchacho, hombre, de dieciséis años mira por la ventanilla. Ve maderos rotos, cuerdas saladas, cadáveres empapados, como embolsados en lágrimas amargas, los galones de los uniformes sin brillo, como algas muertas. Los traen las olas de Trafalgar, es octubre de 1805. El joven viajero, autor de este recuerdo, de este libro, es Antonio Alcalá Galiano, gaditano de 1789, muere en 1865. Aún no sabe que uno de los muertos es su padre don Dionisio, ilustre marino, militar y científico que perece en el navío Bahama.
Estos recuerdos comienzan con una evocación amorosa de Cádiz a principios del XIX, se alargan hasta 1834, año del retorno de los exiliados tras la muerte del rey felón. Hablan, por lo tanto, de Trafalgar, las postrimerías vergonzosas de Carlos IV, la guerra contra el francés, el sitio de Cádiz, sostén de la patria, madre de la constitución, el repulsivo reinado de Fernando, el trienio liberal, la década ominosa.
Leemos sobre los entresijos de la política, antes, durante y después de la guerra. Madrid bajo José Bonaparte y Fernando VII, el pueblo llano rebelde y manipulable, trágicamente esperanzado contra toda razón. La masonería en las elites, entre ridícula e influyente. Cádiz constituyente, la ilusión liberal; esa constitución que proclama la soberanía del pueblo español. Sevilla, luminosa ciudad en la que en cortes, el propio autor de este libro compone y lee el discurso para deponer a Fernando VII. El dolor del exilio, en Francia e Inglaterra.
Achaca el fracaso del trienio liberal, 1820 a 1823, a las sociedades secretas y la división entre liberales, pues facilitaron la traición del rey. Reconoce que la mayoría del pueblo, poco ilustrado, estaba con el monarca.
Leemos sobre las personas. Riego no le gusta por impulsivo, vanidoso; por ir a su aire dentro de la causa común del liberalismo. Tiene dudas sobre Mina, por su ambigüedad, su oscura manera de expresarse; don Antonio vacila en considerar al militar irresoluto o prudente. Admira sin reservas a Quintana, Argüelles e Istúriz. Para mi asombro, estima a María Cristina regente, la viuda del monstruo. Mendizábal le parece hombre vulgar en circunstancias corrientes, excepcional y lleno de recursos en las extraordinarias. No carga las tintas sobre Fernando VII, monarca al que incapacitó; supongo que por elegancia y por dar por sabidas su maldad y fealdad moral. Todos los retratos que hace de sus coetáneos están meditados y son compasivos, en la medida de lo posible. Galiano es crítico consigo mismo. En su vejez de liberal conservador cree que cometió errores en su época de exaltado.
Todo esto, excelentemente escrito (Hablamos de una época en la que había que saber hablar y escribir bien para hacer carrera, no como hoy.) en 429 páginas apasionantes, por un hombre desdichado en la vida personal, importante en la de España. Los capítulos de este libro se publicaron sueltos en prensa periódica, viviendo el autor. Los recopiló su hijo para darlos a la imprenta como libro en 1878. Leo la edición de Desván de Hanta, 2017; 18 euros en La Central, Madrid.
Comentario de Luis Miguel Sotillo Castro.
RECUERDOS DE UN ANCIANO
Antonio Alcalá Galiano
Como de costumbre, el carruaje abandona el camino y ataja por la playa, aprovechando la marea baja. El muchacho, hombre, de dieciséis años mira por la ventanilla. Ve maderos rotos, cuerdas saladas, cadáveres empapados, como embolsados en lágrimas amargas, los galones de los uniformes sin brillo, como algas muertas. Los traen las olas de Trafalgar, es octubre de 1805. El joven viajero, autor de este recuerdo, de este libro, es Antonio Alcalá Galiano, gaditano de 1789, muere en 1865. Aún no sabe que uno de los muertos es su padre don Dionisio, ilustre marino, militar y científico que perece en el navío Bahama.
Estos recuerdos comienzan con una evocación amorosa de Cádiz a principios del XIX, se alargan hasta 1834, año del retorno de los exiliados tras la muerte del rey felón. Hablan, por lo tanto, de Trafalgar, las postrimerías vergonzosas de Carlos IV, la guerra contra el francés, el sitio de Cádiz, sostén de la patria, madre de la constitución, el repulsivo reinado de Fernando, el trienio liberal, la década ominosa.
Leemos sobre los entresijos de la política, antes, durante y después de la guerra. Madrid bajo José Bonaparte y Fernando VII, el pueblo llano rebelde y manipulable, trágicamente esperanzado contra toda razón. La masonería en las elites, entre ridícula e influyente. Cádiz constituyente, la ilusión liberal; esa constitución que proclama la soberanía del pueblo español. Sevilla, luminosa ciudad en la que en cortes, el propio autor de este libro compone y lee el discurso para deponer a Fernando VII. El dolor del exilio, en Francia e Inglaterra.
Achaca el fracaso del trienio liberal, 1820 a 1823, a las sociedades secretas y la división entre liberales, pues facilitaron la traición del rey. Reconoce que la mayoría del pueblo, poco ilustrado, estaba con el monarca.
Leemos sobre las personas. Riego no le gusta por impulsivo, vanidoso; por ir a su aire dentro de la causa común del liberalismo. Tiene dudas sobre Mina, por su ambigüedad, su oscura manera de expresarse; don Antonio vacila en considerar al militar irresoluto o prudente. Admira sin reservas a Quintana, Argüelles e Istúriz. Para mi asombro, estima a María Cristina regente, la viuda del monstruo. Mendizábal le parece hombre vulgar en circunstancias corrientes, excepcional y lleno de recursos en las extraordinarias. No carga las tintas sobre Fernando VII, monarca al que incapacitó; supongo que por elegancia y por dar por sabidas su maldad y fealdad moral. Todos los retratos que hace de sus coetáneos están meditados y son compasivos, en la medida de lo posible. Galiano es crítico consigo mismo. En su vejez de liberal conservador cree que cometió errores en su época de exaltado.
Todo esto, excelentemente escrito (Hablamos de una época en la que había que saber hablar y escribir bien para hacer carrera, no como hoy.) en 429 páginas apasionantes, por un hombre desdichado en la vida personal, importante en la de España. Los capítulos de este libro se publicaron sueltos en prensa periódica, viviendo el autor. Los recopiló su hijo para darlos a la imprenta como libro en 1878. Leo la edición de Desván de Hanta, 2017; 18 euros en La Central, Madrid.
Comentario de Luis Miguel Sotillo Castro.
miércoles, 6 de febrero de 2019
EL VESTIDO AZUL. Michèle Desbordes.
Sensación de la pasada temporada librera gracias a la poética, delicada y sensible escritura de su autora para narrar una de las vidas más desgraciadas del mundo artístico: la de la escultora Camille Claudel, amante de Rodin, ingresada por su familia en un psiquiátrico por sus repetidos brotes psicóticos, del que ya no saldrá aunque halle la curación por decisión de sus allegados, en particular de su famoso hermano, Paul Claudel, cónsul de Francia en innumerables países y reconocido poeta.
De Camille Claudel hay bastante información biográfica que ha cuajado en varias ocasiones en novelas o películas, con menor o mayor fortuna, aparte de biografías especializadas del ámbito de la Historia del Arte. Pero el acercamiento de Desbordes a su trágica vida poco tiene que ver con una reconstrucción biográfica al uso ya que opta por un relato fragmentado, imitando a la torturada mente de Camille, en el que la misma escena se repite una y otra vez para traer distintos retazos del pasado. Así, nos muestra a una Camille envejeciendo en el sanatorio de Montdeverges, sentada en una silla esperando al hombre que subirá la colina con la esperanza de la libertad, mientras apunta compulsivamente en una libreta fechas recurrentes que intentan atrapar un tiempo que se le escapa, se le derrite entre las manos como el barro que moldeaba con furia.
De su mirada empañada y anhelante extrae Desbordes imágenes de un pasado bohemio y contrario a los convencionalismos pequeño-burgueses de su familia; el ingreso en la academia; la pasión creadora, que se desborda en el amor “fou” entre el maduro maestro y la casi niña de 19 años, los rabiosos celos plasmados en sus esculturas, el insoportable dolor de la separación y los primeros acechos de la locura.
Michèle Desbordes ha escrito una paráfrasis poética, una elegía de la desesperación, la soledad y la consciencia del abandono en la que el lenguaje está al servicio del alma, ofreciéndole las alas que le cortaron a Camille al ingresar en el manicomio.
La recomiendo no sólo para los amantes del Arte o de la poesía, que no tengan miedo a los libros distintos, sino también y especialmente, para aquellos que se sienten incomprendidos, encerrados, y necesitan de una voz que grite al mundo que están vivos.
Sibyla @YoLibro
De Camille Claudel hay bastante información biográfica que ha cuajado en varias ocasiones en novelas o películas, con menor o mayor fortuna, aparte de biografías especializadas del ámbito de la Historia del Arte. Pero el acercamiento de Desbordes a su trágica vida poco tiene que ver con una reconstrucción biográfica al uso ya que opta por un relato fragmentado, imitando a la torturada mente de Camille, en el que la misma escena se repite una y otra vez para traer distintos retazos del pasado. Así, nos muestra a una Camille envejeciendo en el sanatorio de Montdeverges, sentada en una silla esperando al hombre que subirá la colina con la esperanza de la libertad, mientras apunta compulsivamente en una libreta fechas recurrentes que intentan atrapar un tiempo que se le escapa, se le derrite entre las manos como el barro que moldeaba con furia.
De su mirada empañada y anhelante extrae Desbordes imágenes de un pasado bohemio y contrario a los convencionalismos pequeño-burgueses de su familia; el ingreso en la academia; la pasión creadora, que se desborda en el amor “fou” entre el maduro maestro y la casi niña de 19 años, los rabiosos celos plasmados en sus esculturas, el insoportable dolor de la separación y los primeros acechos de la locura.
Michèle Desbordes ha escrito una paráfrasis poética, una elegía de la desesperación, la soledad y la consciencia del abandono en la que el lenguaje está al servicio del alma, ofreciéndole las alas que le cortaron a Camille al ingresar en el manicomio.
La recomiendo no sólo para los amantes del Arte o de la poesía, que no tengan miedo a los libros distintos, sino también y especialmente, para aquellos que se sienten incomprendidos, encerrados, y necesitan de una voz que grite al mundo que están vivos.
Sibyla @YoLibro
miércoles, 23 de enero de 2019
LAS LUNAS DE JÚPITER. Alice Munro.
Hoy os traigo un regalo.
Una autora maravillosa de relatos, que sorprendentemente consiguió el Nobel hace poco con ellos (lo cual es bastante inusual) y lo mejor de todo que, al contrario de lo que suele suceder con los que obtienen este premio, goza de una escritura clara, aparentemente sencilla pero de gran profundidad reflexiva, elegante y de tal habilidad en el manejo de las palabras que el premio es más que justo.
Sería un error definir a Munro sólo por este galardón porque posee una personalidad inconfundible que trasmite a sus relatos y que proviene de una manera de ver lo femenino al modo de las antiguas diosas madre.
Yo os muestro éste, pero hay varias selecciones de sus bellos relatos editados. Elegid cualquiera, que ninguna historia os defraudará.
Espero que lo disfrutéis tanto como yo
#nosvemosenloslibros
Munro era una autora que tenía apuntada entre las que “hay que leer” mucho antes de que le concedieran el Nobel. Cuando obtuvo el premio, la mayoría de las personas con las que comparto lecturas virtuales optaron por “La vida de las Mujeres”, obteniendo opiniones variopintas y una acogida tibia. Eso y la concesión del galardón (huyo de los autores con medallas) hizo que se me enfriara el deseo de leerla.
Una vez pasada la fiebre, volví a su encuentro con esta colección de relatos que no había sonado por ningún lado, afortunadamente. Y fue un flechazo.
Las Lunas de Júpiter es una vuelta de tuerca más al universo Munro cuyo sol es la Mujer: mujeres comunes, anodinas amas de casa rurales, profesoras sin estrella, jubiladas aburridas, hijas que devienen únicas ante la enfermedad del padre…Todas con un denominador común: intentar reconstruir sus vidas, solas.
Los caminos serán dispares, sin planificar, removiendo pasados para conjurar futuros inciertos; intrépidos unos, apocados otros, desde el recóndito y opresivo campo con rumbo a los distantes Eldorados canadienses, Toronto y Vancouver, a los que se aspira pero no se llega.
Estos relatos, al igual que el resto de la exquisita obra de Munro, constituyen una auténtica lección de introspección femenina, un elogio de lo pequeño que, gracias a la maestría con las palabras de la autora, se hace enorme y adquiere dimensiones planetarias, porque el lector no puede más que sentirse plenamente identificado con estos anhelos aunque jamás haya visto un alce de Québec o no sea mujer.
Sería un craso error etiquetar a Munro de literatura femenina o feminista por escribir desde el alma de la mujer. Al contrario: su conocimiento del espíritu humano, la sensibilidad con la que caracteriza a sus personajes, la precisión y delicadeza de sus descripciones hacen que su estilo y temas sean universales.
No me canso de repetirlo: ¡Qué difícil es escribir con aparente y fluida sencillez! Y Munro es doctora en el tema, siguiendo la estela de la otra grande del relato americano Carson McCullers (que también aconsejo vivamente) de la que se confiesa eterna deudora.
La recomiendo con todo mi corazón para los lectores con buen paladar, que huyen de éxitos fáciles y novelas pretenciosas; para los amantes de prosas elegantes y nada fatuas; para los que aún no se han iniciado en ese delicioso género que es el relato, es la autora idónea; para aquellos que quieren cambiar sus destinos, para los que les oprime el entorno, para gritar en el silencio de la lectura.
Sybila @YoLibro
Una autora maravillosa de relatos, que sorprendentemente consiguió el Nobel hace poco con ellos (lo cual es bastante inusual) y lo mejor de todo que, al contrario de lo que suele suceder con los que obtienen este premio, goza de una escritura clara, aparentemente sencilla pero de gran profundidad reflexiva, elegante y de tal habilidad en el manejo de las palabras que el premio es más que justo.
Sería un error definir a Munro sólo por este galardón porque posee una personalidad inconfundible que trasmite a sus relatos y que proviene de una manera de ver lo femenino al modo de las antiguas diosas madre.
Yo os muestro éste, pero hay varias selecciones de sus bellos relatos editados. Elegid cualquiera, que ninguna historia os defraudará.
Espero que lo disfrutéis tanto como yo
#nosvemosenloslibros
Munro era una autora que tenía apuntada entre las que “hay que leer” mucho antes de que le concedieran el Nobel. Cuando obtuvo el premio, la mayoría de las personas con las que comparto lecturas virtuales optaron por “La vida de las Mujeres”, obteniendo opiniones variopintas y una acogida tibia. Eso y la concesión del galardón (huyo de los autores con medallas) hizo que se me enfriara el deseo de leerla.
Una vez pasada la fiebre, volví a su encuentro con esta colección de relatos que no había sonado por ningún lado, afortunadamente. Y fue un flechazo.
Las Lunas de Júpiter es una vuelta de tuerca más al universo Munro cuyo sol es la Mujer: mujeres comunes, anodinas amas de casa rurales, profesoras sin estrella, jubiladas aburridas, hijas que devienen únicas ante la enfermedad del padre…Todas con un denominador común: intentar reconstruir sus vidas, solas.
Los caminos serán dispares, sin planificar, removiendo pasados para conjurar futuros inciertos; intrépidos unos, apocados otros, desde el recóndito y opresivo campo con rumbo a los distantes Eldorados canadienses, Toronto y Vancouver, a los que se aspira pero no se llega.
Estos relatos, al igual que el resto de la exquisita obra de Munro, constituyen una auténtica lección de introspección femenina, un elogio de lo pequeño que, gracias a la maestría con las palabras de la autora, se hace enorme y adquiere dimensiones planetarias, porque el lector no puede más que sentirse plenamente identificado con estos anhelos aunque jamás haya visto un alce de Québec o no sea mujer.
Sería un craso error etiquetar a Munro de literatura femenina o feminista por escribir desde el alma de la mujer. Al contrario: su conocimiento del espíritu humano, la sensibilidad con la que caracteriza a sus personajes, la precisión y delicadeza de sus descripciones hacen que su estilo y temas sean universales.
No me canso de repetirlo: ¡Qué difícil es escribir con aparente y fluida sencillez! Y Munro es doctora en el tema, siguiendo la estela de la otra grande del relato americano Carson McCullers (que también aconsejo vivamente) de la que se confiesa eterna deudora.
La recomiendo con todo mi corazón para los lectores con buen paladar, que huyen de éxitos fáciles y novelas pretenciosas; para los amantes de prosas elegantes y nada fatuas; para los que aún no se han iniciado en ese delicioso género que es el relato, es la autora idónea; para aquellos que quieren cambiar sus destinos, para los que les oprime el entorno, para gritar en el silencio de la lectura.
Sybila @YoLibro
lunes, 21 de enero de 2019
EL RUIDO DEL TIEMPO. JULIAN BARNES
Extraordinario título para un libro extraordinario sobre un músico extraordinario en un momento histórico extraordinario por un autor extraordinario.
(Creo que queda constancia de que me ha impactado en gran manera esta lectura)
Hacía tiempo que quería leer a Barnes. Su nombre entre los lectores y la crítica es impecable pero no sabía por cuál de sus obras empezar, teniendo en cuenta que la primera impresión es decisiva para amar u odiar un autor. Un buen amigo y exquisito lector me recomendó comenzar por éste y ha dado en la diana de mi corazón para toda la vida, pues es un libro de los que te dejan marcada.
"El ruido del tiempo" es la reconstrucción novelada de la discordante y sin embargo fructífera biografía del músico formalista ruso Shostakovich, que pasó de ser el niño mimado en los inicios del régimen soviético a proscrito con el advenimiento de Stalin por su forma de entender el lenguaje musical, lejos de la tradición eslava y el "servicio al pueblo".
Perseguido y a la par requerido en múltiples ocasiones por las autoridades soviéticas, Shostakovich aparece en la Historia de la música como el compositor que no huyó del paraíso socialista siguiendo el ejemplo de otros compatriotas como Stravinsky, dando lugar a una imagen de colaboracionista que Barnes desmonta en este libro basándose en las memorias del propio músico así como en las entrevistas que mantuvo con sus hijos, tal y como nos cuenta en el epílogo.
El Shostakovich que nos muestra Barnes es el de una personalidad torturada por la obtusa censura a su incontenible genio creativo, que cree que la música es el único lenguaje universal capaz de llegar a todos los pueblos, sin importar el color político del auditorio.
Su biografía sirve para plasmar con exquisita habilidad el terrorífico paisaje del estalinismo: la vida pendiente del caprichoso hilo tejido por delatores y funcionarios ávidos de escalar en el politburó a base de capturar a enemigos del pueblo; los interrogatorios en sótanos sin causa justificada; la reeducación aniquiladora de personalidad, los premios y cargos públicos envenenados.
Con todo, en las fases más leves de su persecución, el músico disponía de más libertad y dinero que el resto de sus compatriotas, lo que alimentó su imagen de afecto al partido y privilegiado en el país de la supuesta igualdad. Esta indefinición hace que el lector sienta decepción y a la vez compasión por el personaje, como ocurre en la memorable narración de su viaje a los Estados Unidos como embajador de paz de la URSS y su desagradable encuentro allí con otro ruso disidente famoso, Nabokov.
Si bien es verdad que el material biográfico es jugoso, con la cuidada composición narrativa de Barnes, como si se tratara de los contrapuntos de la música de Shostakovich, el relato alcanza cotas de perfección estilística. Es un placer para el lector deslizarse por una prosa tan elocuente, tan bella, ni un desliz hacia la sensibilidad afectada o el rencor político fácil, para encontrarse con una inteligente reflexión sobre la condición humana, el genio creador, la libertad y el miedo.
A todas estas virtudes hay que añadirle la de extensión ideal: 200 páginas que encierran pensamientos que abren un abismo a tus pies, dejando un poso de reflexión difícil de olvidar.
Recomendación desde lo más profundo de mi corazón, no sólo por su calidad literaria sino por ser una historia necesaria.
Ni qué decir tiene que para los amantes de la música, lectura obligada.
Sybila @YoLibro
(Creo que queda constancia de que me ha impactado en gran manera esta lectura)
Hacía tiempo que quería leer a Barnes. Su nombre entre los lectores y la crítica es impecable pero no sabía por cuál de sus obras empezar, teniendo en cuenta que la primera impresión es decisiva para amar u odiar un autor. Un buen amigo y exquisito lector me recomendó comenzar por éste y ha dado en la diana de mi corazón para toda la vida, pues es un libro de los que te dejan marcada.
"El ruido del tiempo" es la reconstrucción novelada de la discordante y sin embargo fructífera biografía del músico formalista ruso Shostakovich, que pasó de ser el niño mimado en los inicios del régimen soviético a proscrito con el advenimiento de Stalin por su forma de entender el lenguaje musical, lejos de la tradición eslava y el "servicio al pueblo".
Perseguido y a la par requerido en múltiples ocasiones por las autoridades soviéticas, Shostakovich aparece en la Historia de la música como el compositor que no huyó del paraíso socialista siguiendo el ejemplo de otros compatriotas como Stravinsky, dando lugar a una imagen de colaboracionista que Barnes desmonta en este libro basándose en las memorias del propio músico así como en las entrevistas que mantuvo con sus hijos, tal y como nos cuenta en el epílogo.
El Shostakovich que nos muestra Barnes es el de una personalidad torturada por la obtusa censura a su incontenible genio creativo, que cree que la música es el único lenguaje universal capaz de llegar a todos los pueblos, sin importar el color político del auditorio.
Su biografía sirve para plasmar con exquisita habilidad el terrorífico paisaje del estalinismo: la vida pendiente del caprichoso hilo tejido por delatores y funcionarios ávidos de escalar en el politburó a base de capturar a enemigos del pueblo; los interrogatorios en sótanos sin causa justificada; la reeducación aniquiladora de personalidad, los premios y cargos públicos envenenados.
Con todo, en las fases más leves de su persecución, el músico disponía de más libertad y dinero que el resto de sus compatriotas, lo que alimentó su imagen de afecto al partido y privilegiado en el país de la supuesta igualdad. Esta indefinición hace que el lector sienta decepción y a la vez compasión por el personaje, como ocurre en la memorable narración de su viaje a los Estados Unidos como embajador de paz de la URSS y su desagradable encuentro allí con otro ruso disidente famoso, Nabokov.
Si bien es verdad que el material biográfico es jugoso, con la cuidada composición narrativa de Barnes, como si se tratara de los contrapuntos de la música de Shostakovich, el relato alcanza cotas de perfección estilística. Es un placer para el lector deslizarse por una prosa tan elocuente, tan bella, ni un desliz hacia la sensibilidad afectada o el rencor político fácil, para encontrarse con una inteligente reflexión sobre la condición humana, el genio creador, la libertad y el miedo.
A todas estas virtudes hay que añadirle la de extensión ideal: 200 páginas que encierran pensamientos que abren un abismo a tus pies, dejando un poso de reflexión difícil de olvidar.
Recomendación desde lo más profundo de mi corazón, no sólo por su calidad literaria sino por ser una historia necesaria.
Ni qué decir tiene que para los amantes de la música, lectura obligada.
Sybila @YoLibro
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Destacado
El jardín de los Finzi-Contini. Giorgio Bassani
" Yo, igual que ella, carecía de ese gusto instintivo que caracteriza a la gente corriente [...] más que el presente, contaba el pasad...
-
No se me ocurre mejor presentación para este libro que la de festín de buen rollo, con lo que ya valdría para apuntarlo rápidamente en l...
-
Menos cáustica que sus otras obras, “Las señoritas de escasos medios” es una muestra más del fino, inteligente y mordaz genio literario ...
-
Me acerqué a Malvaldi por la serie de televisión «Los asesinatos del bar Lume» porque me hacían mucha gracia los personajes y el dialecto ...