miércoles, 23 de enero de 2019

LAS LUNAS DE JÚPITER. Alice Munro.

Hoy os traigo un regalo. 
Una autora maravillosa de relatos, que sorprendentemente consiguió el Nobel hace poco con ellos (lo cual es bastante inusual) y lo mejor de todo que, al contrario de lo que suele suceder con los que obtienen este premio, goza de una escritura clara, aparentemente sencilla pero de gran profundidad reflexiva, elegante y de tal habilidad en el manejo de las palabras que el premio es más que justo.
Sería un error definir a Munro sólo por este galardón porque posee una personalidad inconfundible que trasmite a sus relatos y que proviene de una manera de ver lo femenino al modo de las antiguas diosas madre.
Yo os muestro éste, pero hay varias selecciones de sus bellos relatos editados. Elegid cualquiera, que ninguna historia os defraudará.
Espero que lo disfrutéis tanto como yo
#nosvemosenloslibros

Munro era una autora que tenía apuntada entre las que “hay que leer” mucho antes de que le concedieran el Nobel. Cuando obtuvo el premio, la mayoría de las personas con las que comparto lecturas virtuales optaron por “La vida de las Mujeres”, obteniendo opiniones variopintas y una acogida tibia. Eso y la concesión del galardón (huyo de los autores con medallas) hizo que se me enfriara el deseo de leerla.
Una vez pasada la fiebre, volví a su encuentro con esta colección de relatos que no había sonado por ningún lado, afortunadamente. Y fue un flechazo.
Las Lunas de Júpiter es una vuelta de tuerca más al universo Munro cuyo sol es la Mujer: mujeres comunes, anodinas amas de casa rurales, profesoras sin estrella, jubiladas aburridas, hijas que devienen únicas ante la enfermedad del padre…Todas con un denominador común: intentar reconstruir sus vidas, solas.


Los caminos serán dispares, sin planificar, removiendo pasados para conjurar futuros inciertos; intrépidos unos, apocados otros, desde el recóndito y opresivo campo con rumbo a los distantes Eldorados canadienses, Toronto y Vancouver, a los que se aspira pero no se llega. 


Estos relatos, al igual que el resto de la exquisita obra de Munro, constituyen una auténtica lección de introspección femenina, un elogio de lo pequeño que, gracias a la maestría con las palabras de la autora, se hace enorme y adquiere dimensiones planetarias, porque el lector no puede más que sentirse plenamente identificado con estos anhelos aunque jamás haya visto un alce de Québec o no sea mujer.
Sería un craso error etiquetar a Munro de literatura femenina o feminista por escribir desde el alma de la mujer. Al contrario: su conocimiento del espíritu humano, la sensibilidad con la que caracteriza a sus personajes, la precisión y delicadeza de sus descripciones hacen que su estilo y temas sean universales.

No me canso de repetirlo: ¡Qué difícil es escribir con aparente y fluida sencillez! Y Munro es doctora en el tema, siguiendo la estela de la otra grande del relato americano Carson McCullers (que también aconsejo vivamente) de la que se confiesa eterna deudora. 

La recomiendo con todo mi corazón para los lectores con buen paladar, que huyen de éxitos fáciles y novelas pretenciosas; para los amantes de prosas elegantes y nada fatuas; para los que aún no se han iniciado en ese delicioso género que es el relato, es la autora idónea; para aquellos que quieren cambiar sus destinos, para los que les oprime el entorno, para gritar en el silencio de la lectura.


Sybila @YoLibro

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