miércoles, 6 de febrero de 2019

EL VESTIDO AZUL. Michèle Desbordes.

Sensación de la pasada temporada librera gracias a la poética, delicada y sensible escritura de su autora para narrar una de las vidas más desgraciadas del mundo artístico: la de la escultora Camille Claudel, amante de Rodin, ingresada por su familia en un psiquiátrico por sus repetidos brotes psicóticos, del que ya no saldrá aunque halle la curación por decisión de sus allegados, en particular de su famoso hermano, Paul Claudel, cónsul de Francia en innumerables países y reconocido poeta.

De Camille Claudel hay bastante información biográfica que ha cuajado en varias ocasiones en novelas o películas, con menor o mayor fortuna, aparte de biografías especializadas del ámbito de la Historia del Arte. Pero el acercamiento de Desbordes a su trágica vida poco tiene que ver con una reconstrucción biográfica al uso ya que opta por un relato fragmentado, imitando a la torturada mente de Camille, en el que la misma escena se repite una y otra vez para traer distintos retazos del pasado. Así, nos muestra a una Camille envejeciendo en el sanatorio de Montdeverges, sentada en una silla esperando al hombre que subirá la colina con la esperanza de la libertad, mientras apunta compulsivamente en una libreta fechas recurrentes que intentan atrapar un tiempo que se le escapa, se le derrite entre las manos como el barro que moldeaba con furia.

De su mirada empañada y anhelante extrae Desbordes imágenes de un pasado bohemio y contrario a los convencionalismos pequeño-burgueses de su familia; el ingreso en la academia; la pasión creadora, que se desborda en el amor “fou” entre el maduro maestro y la casi niña de 19 años, los rabiosos celos plasmados en sus esculturas, el insoportable dolor de la separación y los primeros acechos de la locura.

Michèle Desbordes ha escrito una paráfrasis poética, una elegía de la desesperación, la soledad y la consciencia del abandono en la que el lenguaje está al servicio del alma, ofreciéndole las alas que le cortaron a Camille al ingresar en el manicomio.

La recomiendo no sólo para los amantes del Arte o de la poesía, que no tengan miedo a los libros distintos, sino también y especialmente, para aquellos que se sienten incomprendidos, encerrados, y necesitan de una voz que grite al mundo que están vivos.
Sibyla @YoLibro

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