Antonio Alcalá Galiano (1789-1865), conde de Casa Valencia, era hijo del célebre almirante Dionisio Alcalá Galiano, muerto en la batalla de Trafalgar; sobrino de don Juan María de Villavicencio, capitán general de la Armada, regente del reino durante la estancia de Fernando VII en Bayona. Don Antonio fue tío del escritor Juan Valera. Excelente orador, fue diputado liberal en diez legislaturas, ministro de Marina en 1836 y de Fomento en 1865. Destacado ensayista y crítico literario, su prólogo a "El moro expósito" del Duque de Rivas está considerado el manifiesto del Romanticismo español.
RECUERDOS DE UN ANCIANO
Antonio Alcalá Galiano
Como de costumbre, el carruaje abandona el camino y ataja por la playa, aprovechando la marea baja. El muchacho, hombre, de dieciséis años mira por la ventanilla. Ve maderos rotos, cuerdas saladas, cadáveres empapados, como embolsados en lágrimas amargas, los galones de los uniformes sin brillo, como algas muertas. Los traen las olas de Trafalgar, es octubre de 1805. El joven viajero, autor de este recuerdo, de este libro, es Antonio Alcalá Galiano, gaditano de 1789, muere en 1865. Aún no sabe que uno de los muertos es su padre don Dionisio, ilustre marino, militar y científico que perece en el navío Bahama.
Estos recuerdos comienzan con una evocación amorosa de Cádiz a principios del XIX, se alargan hasta 1834, año del retorno de los exiliados tras la muerte del rey felón. Hablan, por lo tanto, de Trafalgar, las postrimerías vergonzosas de Carlos IV, la guerra contra el francés, el sitio de Cádiz, sostén de la patria, madre de la constitución, el repulsivo reinado de Fernando, el trienio liberal, la década ominosa.
Leemos sobre los entresijos de la política, antes, durante y después de la guerra. Madrid bajo José Bonaparte y Fernando VII, el pueblo llano rebelde y manipulable, trágicamente esperanzado contra toda razón. La masonería en las elites, entre ridícula e influyente. Cádiz constituyente, la ilusión liberal; esa constitución que proclama la soberanía del pueblo español. Sevilla, luminosa ciudad en la que en cortes, el propio autor de este libro compone y lee el discurso para deponer a Fernando VII. El dolor del exilio, en Francia e Inglaterra.
Achaca el fracaso del trienio liberal, 1820 a 1823, a las sociedades secretas y la división entre liberales, pues facilitaron la traición del rey. Reconoce que la mayoría del pueblo, poco ilustrado, estaba con el monarca.
Leemos sobre las personas. Riego no le gusta por impulsivo, vanidoso; por ir a su aire dentro de la causa común del liberalismo. Tiene dudas sobre Mina, por su ambigüedad, su oscura manera de expresarse; don Antonio vacila en considerar al militar irresoluto o prudente. Admira sin reservas a Quintana, Argüelles e Istúriz. Para mi asombro, estima a María Cristina regente, la viuda del monstruo. Mendizábal le parece hombre vulgar en circunstancias corrientes, excepcional y lleno de recursos en las extraordinarias. No carga las tintas sobre Fernando VII, monarca al que incapacitó; supongo que por elegancia y por dar por sabidas su maldad y fealdad moral. Todos los retratos que hace de sus coetáneos están meditados y son compasivos, en la medida de lo posible. Galiano es crítico consigo mismo. En su vejez de liberal conservador cree que cometió errores en su época de exaltado.
Todo esto, excelentemente escrito (Hablamos de una época en la que había que saber hablar y escribir bien para hacer carrera, no como hoy.) en 429 páginas apasionantes, por un hombre desdichado en la vida personal, importante en la de España. Los capítulos de este libro se publicaron sueltos en prensa periódica, viviendo el autor. Los recopiló su hijo para darlos a la imprenta como libro en 1878. Leo la edición de Desván de Hanta, 2017; 18 euros en La Central, Madrid.
Comentario de Luis Miguel Sotillo Castro.
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