lunes, 2 de septiembre de 2019

LA MADONNA DE LOS COCHES CAMA. Maurice DeKobra

Cuando una se encuentra ante una obra maestra del género que yo he bautizado “Felices años 20” todos los calificativos para definirla no son más que pálidos reflejos en platónica caverna: chispeante, elegante, intrigante, erótica, despreocupada y a la vez aguda en el affaire político, personajes cosmopolitas como sólo podían ser los de viajeros del Orient Express, un discurso inteligentísimo sin perder  “le charme” y una ambientación tan sensual que parece envuelta en una vaporosa “negligée”.
Rotundamente perfecta.

Pero algo único como esta novela no sería posible sin un autor tan singular como Maurice Dekobra. Si el autor no hubiera sido quien fue ni vivido como vivió, esta historia no hubiera existido: francés bon vivant, reportero aguerrido, escritor, aventurero, amigo de Chaplin, amante de Rita Hayworth y, por encima de todo, viajero al viejo modo europeo de tal forma que se dice que su figura inspiró al Tintin de Hergé (despojándole del toque erótico que emanaba, claro).

La trama, con apariencia de vodevil, encierra una curiosa historia de espías y una dura crítica contra el recién nacido bolchevismo que la hace aún más deliciosa: Lady Diana Wynham es una noble viuda escocesa de rancio abolengo, excéntrica y osada sin perder un ápice de su glamour. Es conocida en la sociedad londinense por sus romances indiscretos y por sus lujosos viajes que le han valido el sobrenombre de Madonna de los coches-cama. Servida por devoción que no por dinero por su fiel valet Gèrard Séliman, conde y perfecto gentleman  que jamás traspasa el biombo chino de la relación señora-sirviente, se ve abocada a la ruina por el continuo derroche.
Lo único que puede salvarla de la ordinariez de la pobreza son unos terrenos petrolíferos en el Mar Negro, herencia de su último marido, que ahora están bajo control soviético, con lo que ya está servida la aventura para el impecable Séliman contra la vulgaridad, la violencia gratuita y el mal gusto de los arribistas bolcheviques. El despiporre: espías, comisarios políticos degenerados, el mítico Orient Express, yates de lujo en el Mar Negro, apasionadas aventuras amorosas con el enemigo, caviar en lóbregas prisiones…¡¡EXTRAORDINARIA!!

Estupendamente escrita,  he disfrutado enormemente de la ironía británica, de la acción trepidante, de la candela que larga contra los soviéticos y del Buen Gusto, algo harto difícil de hallar en la novela actual. Vamos, que acabo de terminarla y ya estoy deseando de releerla.

Recomendación con mayúsculas para pasar un rato delicioso y viajar en el tiempo, cuando Europa aún era “chic” y divertida.

Sybilalibros@YoLibro

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