viernes, 26 de marzo de 2021

PARADERO DESCONOCIDO. Kressmann Taylor.

 

La literatura a posteriori sobre el Holocausto es abundantísima pero la que nació al ritmo de los horrores, cuando la mayoría de los países continuaban incrédulos ante las noticias espeluznantes que les llegaban extraoficialmente goza de un valor añadido que la hace aun más atractiva al lector que como esta que reseña, gusta del tema.

El libro de Kressmann Taylor reúne los requisitos para ser un testimonio fundamental, por las fechas y las condiciones en las que salió a la luz. Su autora, periodista, escribió este relato para la revista Story Magazine en 1938. Su publicación causó tal conmoción en la sociedad estadounidense que rápidamente se editó como libro y se tradujo a varios idiomas, convertido en una especie de manifiesto-denuncia-premonición.

“Paradero desconocido” es un relato breve, apenas 80 páginas, pero de una contundencia implacable. Detrás de él han venido otros, mejor escritos, más documentados, más emotivos, pero el conocimiento a posteriori de lo ocurrido lo convierten en una rara joya, en particular pro su aterrador final cuando aún no estaba declarada la guerra.

Lo que cuenta, algo tan viejo como el mundo si no fuera por las circunstancias en las que se da. Que una amistad se disuelva no es nuevo. Pero si los amigos son un judío de origen alemán y un alemán, residentes en EE. UU. y socios en una galería de arte, donde la religión y el origen nunca han tenido valor, la cosa cambia. En particular cuando Schulse, el alemán, decide volver a su país natal atraído por las buenas expectativas económicas que anuncia el ascenso al poder de Hitler en 1932.

El intercambio epistolar, pues el relato trascurre a través de este entrañable formato, muestra el paulatino cambio en las opiniones de Schulse hasta convertirse en un defensor del nazismo y renegar de su antigua amistad.

Es sobrecogedor ser espectador de la deriva hacia el mal en un escrito tan preciso, desprovisto de toda retórica, de cualquier imagen escandalosa, medido hasta el último sobre que nos deja sin aliento.

Considero que es una lectura necesaria, más que pertinente, en particular para nuestros jóvenes, para que no olviden la vigencia del Mal.

Yo he leído la edición de 2008 de RBA con una traducción irregular. Espero que hayan subsanado ese problema en la última de 2020.

Sybilalibros

 

miércoles, 24 de marzo de 2021

SIN RESPIRO. WILLIAM BOYD

Me chiflan las novelas de espías. Tengo a Graham Greene en un altarcito en mi biblioteca, que para eso era católico sospechoso como sus protagonistas. A Le Carré le perdono sus plagios descarados del maestro por los buenos momentos que me ha hecho pasar con Smiley; crecí intercambiando con los amigos novelas de Frederick Forsyth y las de Ludlum y Kerr me duran un suspiro. Hace poco descubrí a Adler y ahora me estreno con William Boyd.

La primera palabra que viene a la cabeza cuando se lee este libro es “clásico”. Pero no porque sea un “clásico”, sino porque su factura es clásica, directa, casi académica, algo que choca perteneciendo su autor a esa generación dorada británica de atletas de la palabra como Amis o Barnes. Que no espere el lector una narración plena de sobresaltos, de complicados giros argumentales o acción desenfrenada. De hecho, hay que darle cuartelillo porque tarda en arrancar y avanza a pasitos cortos pero inexorables que no hay que perder de vista, como los pálpitos que siente la escamada protagonista.

Ruth, profesora de inglés para extranjeros en Oxford, madre estresada de un niño curioso y amante ocasional de algún alumno, mantiene una contradictoria relación con su independiente madre. Durante la ya famosa y literaria ola de calor del verano del 76, en la que parece que las altas temperaturas fueron levadura propicia para desvelar secretos familiares (véase también la estupenda novela de Maggie O’Farrell), la descentrada protagonista asiste atónita a las confesiones de la madre sobre su verdadera identidad: tras Sally Gilmartin, la activa ancianita británica obsesionada por el jardín, “comme il faut”, se esconde Eva Delectroskaya, una espía rusa reclutada por el MI6 en 1939 para pasar información falsa a los norteamericanos sobre los derroteros de la II GM mediante un complicado sistema de noticias ficticias con el objeto de levar sus dudas e implicarlos de una vez por todas en el conflicto bélico en un momento en el que Inglaterra veía a los alemanes como los romanos a Aníbal, ad portas. Dicho así, puede parecer un argumento rocambolesco, pero fue real, tal y como demuestra documentadamente el autor en el relato.

A partir de este punto, la acción se desata. Eva viene notando que alguien la vigila. Sabe que dejó cabos sueltos en la lejana operación y que ha llegado el momento de ajustar cuentas. Ruth tendrá que ejercer de espía.

Construida la mayor parte sobre una estructura paralela, con capítulos alternativos que nos cuentan las vidas de madre e hija en el pasado y el presente, la delirante confesión unifica la narración para conducirnos a un desenlace con pocas sorpresas para mí (una está ya muy picardeada) pero perfectamente ensamblado.

Muy bien escrita, con unos personajes cercanos y bien delineados, entre los que destaco a Lucas Romer, el elegante instructor de espías, paciente, emotivamente distante, que proporciona uno de los mejores momentos durante el período de instrucción de Eva como agente.

Novela entretenida a la que hay que acercarse con el espíritu relajado y no pedir celeridad, más bien disfrutar de una composición fina y precisa. Me ha gustado el estilo de Boyd, así que volveré a él para ver si me convence del todo con otro libro.

Sybilalibros

lunes, 22 de marzo de 2021

MIS MEMORIAS Nicolás Estévanez

 


MIS MEMORIAS

Nicolás Estévanez

 

Estévanez es uno de tantos españoles vehementes, activísimos, hombres de fe, laica o religiosa, furiosos y feroces a veces, honrados a carta cabal que protagonizan nuestra tragicomedia del siglo XIX. Desde Trafalgar y la Guerra de la Independencia hasta la Guerra de Cuba, pasando por las guerras de Marruecos, el Caribe, varias civiles y pronunciamientos militares. Generales que pueblan el callejero madrileño, que para muchos sólo son hoy paradas de Metro; esos neo romanos, que en su cursus honorum  un tanto paródico fueron militares y gobernantes,  monárquicos y republicanos, golpistas y constitucionales, federalistas y centralistas, moderados y exaltados, carlistas y liberales. Todos, con sus aciertos, errores y horrores, se creyeron buenos españoles y abominarían de los ladrones que nos mandan hoy.

 

Del prólogo: “ ¡Qué gran tipo éste don Nicolás Estévanez y Murphy, de ascendencia irlandesa, hombre de acción, laureado militar, diputado, conspirador nato, periodista, gobernador, ministro de la primera República, poeta y exiliado voluntario en Francia durante el nada corto período de cuarenta años, en donde malvivió como traductor de la casa Garnier, rechazando, orgulloso, la pensión de ex ministro!”

 

 Nació en las Palmas en 1838, se crió en Tenerife, murió en París en 1914. Fue amigo fiel de sus amigos y combatió noblemente a los enemigos, no conoció el ensañamiento. Escribe estas memorias a principio del siglo XX, abarcan sucesos personales y políticos desde su nacimiento hasta 1878; prometió una segunda parte inexistente, por desgracia.

La vida en la academia militar de Toledo, preparándose para la milicia con una edad en la que los chicos hoy no saben hacerse la cama, la guerra en África, Tetuán. Viajero incansable, por razones militares, políticas, familiares, de placer.  Se mueve rápido por España, incluyendo todavía Cuba y Puerto Rico, la República Dominicana, que voluntariamente vuelve a ser española brevemente y al poco se rebela espantada; Nueva York, París, Portugal, Inglaterra. Gobernador civil de Madrid, ministro de la primera República. Lo primero que hace al llegar al ministerio es poner un cartel en su puerta: “No se aceptan recomendaciones”; duró diecisiete días. Republicano federalista revolucionario, es capaz de volar un puente en Despeñaperros haciendo explotar un tren y de portarse caballerosamente con el enemigo, ahorró vidas y balas cuando pudo.

 

 En una trinchera, de noche, cerca de Tetuán. Un soldado advierte a su oficial, nuestro Estévanez, de que están llegando moros. Don Nicolás no oye nada. Ante la insistencia del soldado, llama a un superior, este interroga al soldado que aclara: ¿oyen croar a las ranas? Sí. Esperen. Ahora se callan. Esperen. Ahora vuelven a croar. Cada vez que las ranas callan, es que pasa junto a la charca  hacia aquí un grupo de moros.

 

 Libro lleno de anécdotas, airado y bienhumorado según los asuntos tratados, bien escrito. Lo encontré en una librería de viejo, hallazgo feliz. Ediciones Giner, Madrid, 1975. 328 páginas aventureras, humanas, políticas, exaltadas.

 

 

jueves, 18 de marzo de 2021

LA MUJER DE BLANCO. Wilkie Collins

Alguna vez he dicho que las clases sociales ya no existen y me lo han reprochado. “Hay ricos y pobres, ¿cómo dices eso?”. Porque no tiene nada que ver. A un pobre le toca la primitiva o encuentra un padrino en la política y su pobreza se acabó, también su marginación; es admitido en todos los clubes. Clases sociales había en la sociedad victoriana en la que se desarrolla esta novela, publicada en la Inglaterra de 1861. Llama la atención, o no, depende de lecturas previas, que los personajes de la novela den por hecho que el que nace sirviente morirá sirviente, su máxima aspiración es que sus hijos encuentren una colocación similar, sin tener que descender a las negruras sociales dickensianas. Naturalmente, un aristócrata considera justo, además alarde de bonhomía, tratar bien a los inferiores, pero manteniendo las distancias duras como el diamante. Otra cosa que me llama la atención es el número inmenso, es decir, no medido, de terratenientes en un país tan pequeño como Inglaterra.

Adoro a Collins desde que leí “La piedra lunar”, prologada admirativamente por Borges; también disfruté con  “Basil “ y “Armadale”. “La mujer de blanco” es su novela más famosa.

 La historia transcurre en Londres y en dos de esas mansiones que tanto nos suenan de novelas, series y filmes, una al sur y otra al norte de la capital. La cuentan en primera persona siete individuos, desde amas de llaves a nobles, pasando por jóvenes ingenuos, a instancias del protagonista principal, el profesor de dibujo Walter Hartright, de veintiocho años. Jóvenes valerosos, de ambos sexos, frente a mayores astutos e inmorales. Amor, miedo, hipocresía, ingenuidad; una violencia terrible, moral, intelectual y física. Un misterio que se resolverá tras algún giro inesperado con, en mi pobre opinión, un error casi al final que, sin impedir el disfrute de la historia, preocupa algo, como si en un reloj de maquinaria perfecta uno encontrase un arañazo en la esfera. Muchas novelas de hoy, mecanismos complejos, artificiosos y resultones, a lo Pierre Lemaitre o John Katzenbach están aquí, pero sin el sadismo exhibicionista del siglo XXI.

He disfrutado mucho estas, ojo, setecientas páginas. Edita Navona en julio de 2018.

  Luis Miguel Sotillo Castro


lunes, 15 de marzo de 2021

LOS VISIGODOS Hijos de un Dios furioso José Soto Chica

 


LOS VISIGODOS

Hijos de un Dios furioso

José Soto Chica

 

Estudié de pequeño que la Hispania romana fue invadida por los bárbaros suevos, vándalos, alanos y visigodos. Estos últimos eran bárbaros pero, también, reyes de España. ¿Cómo se come eso? Pues algunos seguimos sentados a la mesa para descubrirlo.

 

 Mis lecturas sobre godos son los libros de Jordanes, Procopio  y otros bajo imperiales y bizantinos; san Isidoro, Braulio y otros medievales; Enrique Bradley, Orlandis, Santiago Castellanos y alguno más.

¿Por qué insistir con este de Soto Chica, militar e historiador granadino de 1971? Porque en Historia las preguntas son pertinaces y las respuestas esquivas. Nunca se lee lo suficiente.

 

Las preguntas que este libro contesta: ¿A partir de qué momento los visigodos pasan de ser bárbaros a dirigir un Estado complejo, de población mixta, con cultura y Derecho avanzados? ¿Cúanto debe este Estado a la herencia romana, qué innova el pueblo visigodo? ¿La conversión de los godos arrianos al catolicismo fue decisiva en la formación de España, inevitable? ¿Hasta qué punto fue un lastre la Monarquía electiva, no heredada? ¿Por qué la desgracia de 711 parece un barrido musulmán sin resistencia apenas? ¿Ese Estado derrumbado a sangre, fuego y acuerdos intimidatorios era ya España?

Este no es libro para impacientes que quieren respuestas rápidas. Hasta la página 183, inicio del cuarto capítulo, no entramos en Hispania. Antes, los antecedentes, el origen de los godos, su subdivisión visigoda y sus relaciones con el Imperio Romano. Sé que hay lectores que se cansan de tanta guerra y batalla, de los casi innumerables nombres de pueblos bárbaros que confunden, pero lo encuentro necesario y bien explicado.

 

A mí no me obligaron a aprender la lista de los reyes godos en la escuela, pues lo siento, hubiera estado bien. Memorizar es ir al gimnasio de la inteligencia. Hoy me siento fascinado por algunos de esos nombres, protagonistas aquí, desde Alarico a Rodrigo. Leovigildo y Recaredo, Sisebuto y Suintila no pueden ser más interesantes. Pero no sólo reyes. La complejidad y grandeza del reino se personifica en Isidoro, hispano romano cuya familia pasa de la Cartagena bizantina a la Bética visigoda; amigo de reyes godos, obispo adorable, presidente de concilios, escritor enciclopedista maravilloso. Por cierto, la historia de los Concilios, la documentación que se conserva de ellos, es apasionante.

 

 Libro excelente, usa provechosamente las fuentes y no especula, cuando arriesga opiniones discutibles lo advierte; desde luego, no inventa. Ilustraciones y mapas abundantes y pertinentes, bibliografía amplia y tabla cronológica clara. 562 páginas. Si las notas estuviesen a pie de página y no al final de cada capítulo, me hubiera parecido perfecto. Leo la segunda edición, noviembre de 2020, de Desperta Ferro Ediciones.

 

Comentario de Luis Miguel Sotillo Castro.

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