Nos
pasamos la vida temiendo, intentando olvidar que tememos, sorpresas
desagradables; respecto a la salud, el dinero, las relaciones sociales y
sexuales -digo, amorosas, seré bueno- ¿Qué es el humor? Una sorpresa agradable,
liberadora, ancha como una risa llena de dientes blancos e iguales. Un buen
libro humorístico es pura felicidad. A Mendoza le debemos varios.
El humor es extravagante. De lo primero que se
ríe es de la capacidad severa de razonar que, seria, recia, rectamente nos
lleva a puertos seguros, creemos. Estamos sentados en tierra firme. Una niña,
el pelo negro mojado brillante de sal, viene desde el horizonte, delimitado
como con regla entre el mar y el cielo; se nos acerca, caminando sobre el agua
esmeralda, hasta la playa que nos aburre. La chiquilla sonriente es el humor.
Sin noticias de Gurb se publicó por entregas
en un diario, antes de ser libro en 1990. Esto ya parece una broma a finales del siglo veinte. El señor Samuel
Pickwick, mientras se rasca la barriga con la izquierda, levanta la mano
derecha y pregunta ¿pero esto es serio? No.
Dos extraterrestres, Gurb y su innominado jefe
aterrizan en la Barcelona de las zanjas preolímpicas. Ustedes disfrutarán sus
peripecias, de las que no contaré nada, se ríen por sí solas. El recurso a una
pareja protagonista dispar se usa mucho en cine, literatura y tebeo. Encuentro
ésta a la altura de los enormes Mortadelo y Filemón y Laurel y Hardy. Cómo no
recordar a don Quijote y Sancho.
Una
de las muchas virtudes de Mendoza es que explica como nadie sus libros,
claramente y sin darse aires. La breve introducción que nos regala en este me
libera de seguir escribiendo. Queda recomendado encarecidamente como texto singular,
sencillo y feliz, en estos tiempos en los que la risa sincera es un tesoro.
Leo
la decimosegunda edición, octubre de 2002, siendo la primera de marzo de 1991,
Seix Barral, 143 páginas.