martes, 2 de junio de 2020

SIN NOTICIAS DE GURB. Eduardo Mendoza


Nos pasamos la vida temiendo, intentando olvidar que tememos, sorpresas desagradables; respecto a la salud, el dinero, las relaciones sociales y sexuales  -digo, amorosas, seré bueno-  ¿Qué es el humor? Una sorpresa agradable, liberadora, ancha como una risa llena de dientes blancos e iguales. Un buen libro humorístico es pura felicidad. A Mendoza le debemos varios.

 El humor es extravagante. De lo primero que se ríe es de la capacidad severa de razonar que, seria, recia, rectamente nos lleva a puertos seguros, creemos. Estamos sentados en tierra firme. Una niña, el pelo negro mojado brillante de sal, viene desde el horizonte, delimitado como con regla entre el mar y el cielo; se nos acerca, caminando sobre el agua esmeralda, hasta la playa que nos aburre. La chiquilla sonriente es el humor.

 Sin noticias de Gurb se publicó por entregas en un diario, antes de ser libro en 1990. Esto ya parece una broma  a finales del siglo veinte. El señor Samuel Pickwick, mientras se rasca la barriga con la izquierda, levanta la mano derecha y pregunta ¿pero esto es serio? No.
 Dos extraterrestres, Gurb y su innominado jefe aterrizan en la Barcelona de las zanjas preolímpicas. Ustedes disfrutarán sus peripecias, de las que no contaré nada, se ríen por sí solas. El recurso a una pareja protagonista dispar se usa mucho en cine, literatura y tebeo. Encuentro ésta a la altura de los enormes  Mortadelo y Filemón y Laurel y Hardy. Cómo no recordar a don Quijote y Sancho.

Una de las muchas virtudes de Mendoza es que explica como nadie sus libros, claramente y sin darse aires. La breve introducción que nos regala en este me libera de seguir escribiendo. Queda recomendado encarecidamente como texto singular, sencillo y feliz, en estos tiempos en los que la risa sincera es un tesoro.

Leo la decimosegunda edición, octubre de 2002, siendo la primera de marzo de 1991, Seix Barral, 143 páginas.


Luis Miguel Sotillo Castro

PEQUEÑOS ENSAYOS. Ramón Pérez de Ayala


Ramón Pérez de Ayala y Fernández del Portal, ovetense, vivió entre 1880 y 1962. Eso es un nombre. La agenda del teléfono móvil  te dejaría meter un cuarto, el DNI debería ser tipo carpetilla, como los permisos de conducir antiguos.

 Olvidado hoy, fue intelectual importante, premiado con galardones y altos cargos, tanto en la Monarquía de Alfonso XIII el escapista como durante la República. Amigo de Clarín y Azorín, trató a Valle Inclán, Juan Ramón Jiménez y otras lumbreras. Tiene obra lírica, narrativa, periodística y ensayística. Celebró el advenimiento de la República, firmó un manifiesto memorable a su favor  junto a Ortega y Gasset y Gregorio Marañón. Obsérvese que, entonces, los manifiestos los firmaban verdaderos intelectuales. Los tres se espantarían luego de la deriva del régimen. Pérez de Ayala es muy duro con Azaña.

Este libro reúne 100 ensayos breves, publicados en la prensa de su día, entre 1909 y 1928. El tema más recurrente es la Gran Guerra del 14, en la que fue corresponsal. Deja a un lado la neutralidad del Gobierno español para asegurar que los españoles, como individuos, no deben ser neutrales, Pérez de Ayala es aliadófilo sin reservas. Hay más.  Hallamos un artículo sobre los gitanos a los que en 1783 concede Carlos III estado civil y prohíbe llamarlos por su nombre de gitanos, como si fuese un insulto. Curiosidad del Rey que no dejó palo sin tocar.  Son los gitanos los primeros comedores de caracoles en España, plato hoy tradicional en varias regiones. Con un machismo rechinante en la actualidad, elogia mucho  a Emilia Pardo Bazán; la alaba por sus cualidades… masculinas. Le gustan Balzac, Galdós, Tolstoi; le molesta el éxito de Blasco Ibáñez.  Ataca a Cánovas y se ríe de él, más por dárselas de intelectual que por político conservador. Admira a Cristina de Suecia. 

Polemista, osa titular un artículo “Apología de la Inquisición”, aclarando que apología significa estrictamente “excusa razonada o justificación”.

 Libro variado, como se acaba de leer. Nos da una buena idea de la sociedad española en tiempos  del último rey Alfonso. Leo la edición de BIBLIOTECA NUEVA, 1963, 100 pesetas, 311 páginas. A mí me costó diez euros en una librería de viejo.

Luis Miguel Sotillo Castro

RIÑA DE GATOS.Madrid 1936. Eduardo Mendoza


He hablado con seis o siete fans rendidos de Mendoza sobre esta novela, sólo a dos le gusta mucho, los demás ponen reparos. Este libro tiene dos dificultades. Hay que conocer la España prebélica para comprenderla bien, de este conocimiento es difícil apartar los prejuicios partidistas. Esta primera dificultad trae cosida la segunda: a mucha gente le desasosiega, incomoda, ver a personajes como Primo de Rivera tratados como personas, no monstruos. Por otra parte, se le reprocha al autor que sea una novela de encargo para obtener el Planeta. Es cierto. Hacienda porque sí, Mendoza porque se lo curreló, se llevaron un buen dinero, pero eso a mí no me molesta.

Un inglés llega a Madrid en la primavera de 1936, con el encargo de autentificar un posible Velázquez de una colección privada. El amor por la pintura, la reflexión sobre ella, especialmente la del sevillano, es un aliciente poderoso durante la lectura. Pensar en el Siglo de Oro en la España republicana que se tira por el precipicio. Otro atractivo, el contacto del inglés, pez fuera del agua, tanto con la gente más humilde como con los ricos; con falangistas y comunistas, putas y señoritas, policías y matones.
 “Los falangistas andan a tiros con los socialistas; los socialistas, con los falangistas, con los anarquistas y, de vez en cuando, entre sí. Y mientras tanto, todos hablan de hacer la revolución.”
 Desde Franco hasta una vieja pobre medio ida, todos los personajes son creíbles, sin abusar Mendoza de psicologismos ni probar nuestra paciencia con falsas profundidades. Tenemos también amoríos, risas y suspenso; termina la novela antes de la guerra.

 La recomiendo sinceramente. Leo la 7ª edición de Planeta, claro, de 2011, el premio lo obtuvo en 2010. 427 páginas amenas e intrigantes, pese a que sepamos cómo fueron las cosas en ese verano del 36.

Luis Miguel Sotillo Castro

SI TE DICEN QUE CAÍ. Juan Marsé


“Si te dicen que caí” es un verso del himno de la Falange, Cara al Sol. Muchas veces lo canté de niño, en el colegio, en los campamentos de verano. Falange, con sus leves cambios posteriores en el nombre, es una organización fascista fundada por José Antonio Primo de Rivera en 1933. Se hizo muy poderosa en la postguerra, bajo el mando de Franco.

 Esta es una novela dolorosa, se lee con desasosiego, sobre los años 40 en Barcelona. Marsé la publicó en Méjico en 1973, el año del asesinato de Carrero Blanco, Presidente del Gobierno, penúltima mano derecha de Franco. En España salió con gran éxito en 1976, año del referendo sobre la Ley para la Reforma Política, que daría paso a la democracia.

 Niños. La infancia de arrabal pobre siempre tiene algo terrible. Buscarse la vida, atracar o ser atracado, chapotear por los descampados; también  hallar magia en las ruinas, misterios en las oscuridades, miedos y tesoros en las trincheras abandonadas, niños al fin. Pero a esto hay que añadir en esta novela la miseria en la postguerra, la orfandad o los padres encarcelados, la represión, la tópica grisura de la época.

 Adultos. Las reacciones de la gente bajo el primer franquismo, en Barcelona en este caso, van desde la cabeza baja buscando los garbanzos para la familia hasta el intento de prolongar la guerra mediante el terrorismo, sin otro resultado que matar y morir en vano, dar excusa para el empeño gubernamental en no relajar la represión inmisericorde.
 Marsé elude la monotonía del realismo social literario con un lenguaje rico y creíble, con una estructura y un manejo del paso del  tiempo muy buenos, más una caracterización de los personajes cruda, detallada  y verosímil.

 Leo una edición de 2001 fácil de encontrar en las librerías de viejo, muy barata. Correcta, con prólogo reverente y breve de Alicia Giménez Bartlett. Editó BIBLIOTEX para el diario El Mundo.


Luis Miguel Sotillo Castro

jueves, 14 de mayo de 2020

ROMANCE EN PARÍS. Franz Hessel


“Romance en París” es el diario de un esteta, de aquella especie de antes de la Gran Guerra nacido al calor de la Belle Époque, ciudadanos del mundo que (re) fundaron París como su capital, una ciudad donde no importaban ni credos ni ideologías ni lugar de procedencia porque la única nacionalidad era el Arte.

Es también el diario de la nostalgia de la ciudad amada escrito por un alemán que vivió en ella como extranjero siempre para no perder la admiración por su belleza ni el contacto con el verdadero pueblo parisino, el de los salones de madamas, teatros de varietés y dulces cocottes versadas en el arte de las pipas de opio.
Esta Arcadia feliz termina cuando estalla la guerra y las olvidadas fronteras surgieron de la nube de gas mostaza como notarios con sus pesadas firmas declarando enemigos a los en otro tiempo amigos.

En la soledad de la trinchera, Wätcher siente la necesidad de abrir su dolorido corazón y escribe cartas a su amigo Claude en las que añora los alegres momentos vividos juntos y se atreve por fin a desvelar su loca pasión por una deliciosa colegiala alemana, Lotte, enviada a París para perfeccionar el francés. Wätcher, dueño de los secretos del Sena, será profesor y guía de la joven en un fascinante paseo iniciático por la Ciudad de la Luz que arrastra desde las primeras líneas al lector y no lo suelta hasta que finaliza el libro.

Siguiendo el formato epistolar, al más puro estilo Zweig, con una prosa cuidadísima, exquisita, que mima cada palabra como a la encantadora Lotte, Hessel nos atrapa en ese momento mágico suspendido entre las hojas caídas en el parque Monceau y el sonido de un coche esperado sobre los adoquines mojados para enseñarnos el arte del “flâneur”, el paseante ocioso y solitario que callejea sin rumbo para aprehender los rincones de la ciudad y que ensalzara Baudelaire, mientras nos cuenta una historia de amor insensato, desprejuiciado como sólo podría ocurrir antes de la guerra, entre el “bon vivant” arruinado y la ninfa incostante, que diría Cabrera Infante.

Leeréis en la contraportada de la maravillosa edición de Errata Naturae que esta novelita es el germen de la famosa película de Truffaut “Jules et Jim”, interpretación libre del triángulo amoroso entre los escritores Hessel, Henri-Pierre Roché y Lotte. Pero yo os pediría que olvidarais el film, disfrutarais de este libro y si no podéis despegaros de estos personajes adorables, que leyerais la novela de Roché “Jules y Jim” editada en Debate.

Creo que no hace falta decir que me he enamorado apasionada, inconsciente e instintivamente de esta novela y de su autor. La cantidad de cosas que se puede decir de ella es interminable, tal es el despliegue de temas, sentimientos, arte, metaliteratura, filosofía que encierra que la reseña se haría extremadamente larga. Sólo me queda animaros vivamente a su lectura porque es literatura con mayúsculas. Pocas veces se encuentra uno con tantas novelas dentro de una. 

Sybilalibros






Destacado

El jardín de los Finzi-Contini. Giorgio Bassani

 " Yo, igual que ella, carecía de ese gusto instintivo que caracteriza a la gente corriente [...] más que el presente, contaba el pasad...