viernes, 21 de febrero de 2020

AGUA SALADA. Charles Simmons


“En el verano de 1963 yo me enamoré y mi padre se ahogó”

Uno de los mejores comienzos que he leído nunca para una novela extraordinaria que perdurará siempre en mi corazón, entre otras razones porque cumple esa máxima casi extinguida hoy en día en el mundo literario de “Lo bueno, si breve, dos veces bueno” para en apenas 168 páginas crear el relato perfecto con un tema, además, eterno y mil veces recreado.

Podría definirse “Agua salada” como una novela de iniciación (que sin duda lo es) pero sería una apreciación torpe, simplista y propia de reseñador taylorista, que dejaría fuera la esencia de la condición humana, esencia que Simmons ha conseguido embotellar en este relato, lanzándolo al Océano de lectores, no para que socorramos al náufrago, sino para invitarnos a hundirnos con él, algo que haré todas las veces que pueda releerlo.

Inspirado en un relato de Turguéniev y en notas autobiográficas según nos apunta Errata, “Agua salada” nos narra el paso de la adolescencia a la madurez de la manera más edípica y por tanto dramática en un paisaje de robinsones, una isla solitaria del Atlántico frente a las costas norteamericanas donde veranea el joven de quince años Michael con sus padres. Mientras su madre supone la belleza y la dulzura, su padre es su modelo de vida: comparte con él la pasión por la pesca y la navegación a vela, el espíritu aventurero y está encaminado a seguir sus pasos como “self made man”. Este bien equilibrado mundo se va a ver agitado con la aparición en escena de otro tipo de familia: mundana, viajada, artista, la de una madre divorciada y su rebelde hija de veinte años, Zina. La osada, independiente, irreflexiva y deliciosamente bonita Zina será el céfiro que despierte el deseo en Michael y lo haga caer en las engañosas redes del juego del amor. Inocente en esta singladura, conocerá en el mismo instante el dolor del amor y el de la pérdida del padre.

Que las islas son el paisaje del mito ya nos lo contó Homero y ésta tampoco escapa a los caprichos de los dioses que se divierten desatando pasiones, coquetean con mujeres solitarias, exaltan cuerpos jóvenes y derraman alcohol para crear un teatro de tragedia.

Algo tan reconocible  podría suponer un rechazo a priori para cualquier lector, pero en manos de un autor tan delicado, elegante y sobrio se convierte en una pequeña (por brevedad que no por calidad) obra maestra. Simmons goza de una rara habilidad entre los escritores y es que con pocas palabras dice mucho. Prefiere insinuar a relatar, sumergirse en el alma de los personajes y apenas mostrárnosla en dos pinceladas, describir escenas a través de un detalle nimio, como fotografías tomadas desde un ángulo intrascendente que al ampliar el encuadre resultan el hilo conductor de la historia. Eso es maestría, es magia.

“Agua salada” me ha supuesto no sólo un gozoso descubrimiento (no me canso de dar las gracias a Errata Naturae por esa magnífica colección El pasaje de los panoramas que tan buenos ratos lectores me está dando) sino el tremendo placer de una lectura que perdura, bella como el mar, estilísticamente impecable, turbadora como el lánguido cuerpo adolescente al sol, amarga como el matrimonio.

Recomendación especial para paladares exquisitos a la búsqueda de sabores únicos.

Sybilalibros


miércoles, 19 de febrero de 2020

TODO. Kevin Canty


Me gusta cuando encuentro por sorpresa, sin opiniones previas, a un autor que me trastoca el lenguaje sin ser un pedante, que me habla de temas de siempre pero con palabras disparadas a quemarropa.

Ambientada en un pueblecito de Montana, dominado por las Rocosas, los ríos trucheros y los infinitos lagos alrededor de los cuales se han aposentado millonarias mansiones que vulgarizan el paisaje y desplazan a los lugareños a carreteras de neón, Todo nos narra un momento en la vida de cuatro personajes, apoltronados en la deriva, a los que les salta una chispa circunstancial que les hace plantearse un cambio de rumbo:
RL,  prototipo del cincuentón mal divorciado, que aplica el “laissez faire” hogareño y con las amistades,  al que sólo preocupan las truchas y su hija, por este orden, retoma una vieja aventura de juventud al acoger en su casa a Betsy, enferma de cáncer, que vive en medio de las montañas en una utopía naturista. Sin preguntas, sin esperar nada a cambio, sólo sentirse bien el uno con el otro, ambos intentarán una relación que no les conduzca de nuevo al fracaso. 

Layla, la hija de RL de 19 años, lucha contra su alma dividida entre  la llamada de la naturaleza salvaje en la que se ha criado o la universidad en Seattle donde la espera un novio intelectualoide y progresista, amigo de las relaciones abiertas.
Y la que hasta entonces era una referencia de estabilidad para padre e hija, June, amiga de la familia, decide librarse del ancla de viuda inconsolable y vender la casa que la ata a su difunto marido.

A ellos habría que añadir un quinto protagonista, majestuoso, potente, rebelde, tan relacionado con los estados de ánimo de los personajes que una nevada o un extraviado viento cálido en marzo cambian la dirección de la novela: el paisaje. Su descripción, evocadora y brillante, me ha recordado a Stegner o MacLean. Puro goce.

Presentada como la novela de las segundas oportunidades, creo que es más que eso, que es el relato de la fuerza regeneradora de las mujeres, de su capacidad para reinventarse, mientras los hombres que aparecen no hacen más que dejarse llevar por la corriente de sus compañeras, incapaces a veces de comprender los cambios que pululan en sus cabezas.
Áspera, ruda en sus diálogos, emotiva en los sentimientos no expresados, desconcertante en las fugas desesperadas (¿qué fuga no lo es?), exultante en la naturaleza, Canty disfruta con los juegos de palabras, las reflexiones contradictorias y dejando que sus criaturas actúen y hablen por impulso.
Hay una frase de June en el libro que define perfectamente el sentido de éste: “Ni siquiera sé joder mi vida de la manera correcta”.
Voy a darle una vuelta a esto a ver si por lo menos jodo mi vida bien, nos viene a decir.

Me ha gustado bastante, he disfrutado mientras leía y lo recomiendo porque siempre es bueno abrir las ventanas y respirar otros aires literarios, sobre todo si son tan frescos como este.

Sybilalibros

lunes, 10 de febrero de 2020

BOWIE. Una biografía. María Hesse, Fran Ruiz

Tendría yo unos trece años cuando descubrí a Bowie. Su imagen
impactante en revistas como Popular 1, sus canciones en emisoras
de radio minoritarias, las portadas de sus discos. Una buena
distracción de entonces era ir a las tiendas de discos a ver
portadas, raramente podía comprar. Conservo desde entonces el Lp
Aladine sane. Han pasado cuarenta y cinco años. Él nunca supo
que yo lo consideraba mi amigo íntimo, que seguía su carrera, sus
publicaciones, ilusionado.
Cuando una mañana invernal de 2016, apenas despierto, me
enteré de su muerte -el día anterior había comprado Blackstar, su
última obra de arte-, volví a la cama. Esperaba despertar más tarde
y que hubiese sido una pesadilla. Los días siguientes quedó claro
que se había ido, porque los medios españoles le dieron tratamiento
de estrella, lo que nunca habían hecho. Necrofilia con vestimentas
teñidas de hipocresía chillona.
Es este libro amoroso por el texto de Fran Ruiz, bello por las
ilustraciones de María Hesse. Nos cuenta la vida de Bowie a
grandes rasgos, de manera poética; va dirigido al corazón, no a las
vísceras del cotilleo. Se agradecen el cariño, el respeto, la alegría
nostálgica y la emoción. Imprescindible para los fans de Bowie,
interesante para los que sientan admiración o curiosidad por él
desde la lejanía.
Leo y miro la segunda reimpresión de LUMEN, noviembre de 2018;
167 páginas enamoradas y bienhumoradas.

Luis Miguel Sotillo Castro

martes, 21 de enero de 2020

UN ESPÍRITU REBELDE. Herbjorg Wassmo


Wassmo es una novelista noruega nacida en 1942. “La casa del mirador ciego”, “La habitación muda” y “El cielo desnudo” forman la trilogía sobre la muchacha Tora, editada en español por Nórdica. Me encantó, desde entonces busco algo más suyo. Encontré esta novela en el Rastro madrileño, inopinadamente; momento mágico de lector compulsivo.

“Dinas bok” es el título original. Lo de “un espíritu rebelde” es tan apropiado como vestir a un potro con smoking, que además le quede corto y estrecho. Cosas de Círculo de Lectores, editorial cuya lápida debería rezar: Con mis libros llené de maravillas vuestros hogares grises.
 Ante Dina, la protagonista,  Lucrecia  Borgia  es una simple, Escarlata O’Hara una muchacha discreta y sensata. A Robert Graves, masoquista de género, en cuyas obras los varones son peleles a merced de las mujeres, le habría encantado esta novela.
Dina es el Norte, duro y ártico. Monta a pelo un caballo negro, tan poderosa como infeliz. Pasa resuelta del aislamiento temeroso al dominio misántropo sobre los otros. Si se relaciona, manda. Mandar es destruir la libertad ajena, siempre.
 La muerte terrible de la madre durante su niñez marca a Dina. El Destino, frío como la Biblia luterana cuyas citas encabezan los capítulos, graba su marca al rojo vivo, entre nieves, sobre la piel infantil; quiebra su alma con el peso gélido del sentimiento de culpa. Huye del remordimiento hacia delante, tocando quieta el violonchelo entre sus piernas  o galopando temerariamente por caminos invernales imposibles; acumulando culpas nuevas, como nieves recientes sobre el paisaje helado.

 ¿Por qué leer novela tan tremenda? Por lo bien que nos hace vivir el norte de Noruega en el siglo XIX, mucho antes de la prosperidad petrolífera. Por unos quince personajes perfectamente creados, con verosimilitud y claridad. Porque a menudo he leído el mismo párrafo varias veces, por puro placer lector.

 Leo la edición de Círculo de lectores de 1994, la original es de 1989.

Luis Miguel Sotillo Castro

ASTRONAUTAS. Stanislaw Lem


Stanislaw Lem es fenómeno curioso, como un planeta errante; una estrella mundial de la ciencia ficción sin ser anglosajón. Lean su obra más significativa: “Diarios de las estrellas”, con el viajero estelar Ijon Tichy  a los mandos de la nave.

Uno mira con simpatía los teléfonos fijos con cordón, las grandes radios pegadas a la pared sobre una repisa de madera. Sin ellos, hoy no pasearíamos con toda la información inútil del mundo dentro de un gusano en la oreja.
 Uno mira con simpatía a los pioneros de la ciencia ficción, pasados de moda, ingenuos, pero cimientos del fantástico edificio que vino después. Lem tiene la peculiaridad de ser polaco, algo casi exótico en un género de triunfadores mayoritariamente estadounidenses. En una Polonia bajo la bota soviética, las aventuras en Marte y el humor podían eludir la censura y sus arenas movedizas.

Lem intentaba publicar una novela contemporánea, pero las autoridades le ponían reparos, como que no resaltaba suficientemente el papel positivo del Partido Comunista en la Historia. Harto, necesitado, se pasó a la ciencia ficción, género en el que ya tenía alguna experiencia. “Astronautas” resultó un éxito inesperado, también en el extranjero, hablamos de 1951. Su carrera se encaminaba hacia el futuro.

 Salvo la densa “Solaris”, sus novelas se caracterizan por el humor, a menudo sarcástico. El éxito de “Astronautas” en Polonia se debe al contraste con el realismo socialista en boga; en el extranjero, tal vez a su apariencia científica, pero no enrevesada. Lem imagina en “Astronautas” un origen marciano del famoso meteorito siberiano de 1908, sabios cercanos  y un Marte civilizado y agresivo.
 Debo decir que la novela queda hoy anticuada. La leerán con simpatía los aficionados al género.
 Leo la Edición de Impedimenta, marzo de 2016. 373 páginas.

 Luis Miguel Sotillo Castro

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