Lumen nos regala
en esta bonita edición tres relatos de una autora tan querida por el público
italiano como injusta e incomprensiblemente desconocida por el español en su
mayoría, Natalia Ginzburg. Y el descuido resulta aún más inconcebible no sólo
por su calidad literaria sino por su trayectoria vital.
Se exacerba la
gente con las grandes represaliadas del nazismo, Ana Frank y Nemirovsky,
mientras olvida que la Italia fascista no fue precisamente un campo de rosas
para los judíos, perseguidos de igual manera, sobre todo en la etapa final de
la guerra, cuando los alemanes entraron a poner orden en casa de su calamitoso
aliado.
“El camino que va
a la ciudad” “Familia” y “Burguesía” son los tres relatos (aunque la autora
siempre consideró al primero como novela corta, coincido con el criterio
editorial al tratarlo de relato) que componen este volumen, escritos con una
diferencia de 30 años entre el primero y el último. El lazo que los une a
través de la distancia en el tiempo es la constante en la obra de Ginzburg: la familia,
la casa, la mujer y su desencanto ante la situación a la que se ve abocada, la
indecisión y finalmente el conformismo.
Sin embargo, sí
se aprecian algunas diferencias estilísticas y de paisaje entre “El camino” y
los dos siguientes, visibles en la rabia y la rebeldía que anima los personajes
rurales de la historia más temprana, muestra de la juventud de la autora, cuya
máxima aspiración es salir de un campo dejado de la mano de Dios y de una
familia que se odia, y alcanzar el sueño dorado de burgués acomodado de ciudad,
momento en que ya no importarán los enconos porque las posesiones los
amortiguarán.
En los relatos
siguientes, el paisaje y las familias se mudan del campo de chicharras a las
monótonas calles de la periferia de cualquier ciudad en los años 70, el tono se
hace más condescendiente y la autora nos hace pasar al salón de sus personajes,
nos habla de sus anhelos e infortunios, de sus intentos por salir de unas
existencias que no les conducen a la felicidad pero que se quedan en rutinarias huidas hacia adelante, de
relaciones construidas sobre silencios, sin dejar regusto amargo en el lector, al contrario.
Consigue que lo veamos de manera natural porque ella es la “mamma” que te
cuenta la vida de sus “hijos” pero no entra en juicios de valor. Entre ellos,
la absoluta protagonista es la mujer, quedando los hombres como seres incómodos
con el papel que les asignó la sociedad pero entregados a ese sino. Serán ellas
las que no cejen en la búsqueda de la felicidad, se embarquen en matrimonios
equivocados, vivan al filo de existencias grises y salten al precipicio de la
infidelidad o terminen convencidas de que un gato es el mejor depositario de su
amor.
En estos cuadros
tan domésticos, aparentemente anodinos habita la escritura fina, delicada y
sensible de N. Ginzburg con la que teje relatos, uno al derecho, dos al revés,
de los que salen personajes estrechos, inconformistas, holgados, comodones,
volubles, a los que se les salta un punto y se le hace un agujero de soledad,
mientras un gato juguetón devana el ovillo de las historias de un mundo a la
vez íntimo y universal, reconocible para cualquier lector, sea cual sea su
familia.
Sybilalibros@siyofueralibro