Quince
relatos breves, unos apuntes de un viaje en tren y algunos aforismos. Mujica se
divierte. Hace alarde de su vasta cultura; aprovecha ejemplarmente su condición
de argentino, es decir, de hombre de dos mundos. Es como el Inca Garcilaso, de
quien trata uno de los cuentos: europeo y americano a la vez, ancestral y
moderno, honra a su padre y a su madre, no presume ni reniega de nada. Leemos
sobre los dioses andinos y el niño Jesús en el pesebre. Inti, el Dios Sol inca,
ilumina a la Sagrada familia en el amanecer de Belén; el dudoso Sol parisino
dora los viejos postes del telégrafo bonaerense.
En esta colección de relatos, algunos poco más
que anécdotas, ensayos para obras mayores, se diría, Mujica hace gimnasia
mental, desplegando gran riqueza de
vocabulario. Disfrutamos su admiración y conocimiento sobre la Edad media y el
Renacimiento.
Además de este libro, recomiendo de este
bonaerense, vivió entre 1910 y 1984, sus novelas “Los ídolos”, “Bomarzo”, “El
gran teatro” y sus dos libros felizmente inclasificables: “Misteriosa Buenos
Aires” y “Un novelista en el museo del Prado”.
Leo la edición de Ollero & Ramos,
distribuida por Plaza & Janés, de 1994, 157 páginas.
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