La dependencia de la luz. Sitúense en los últimos años del siglo XVI. Una pequeña población rodeada de naturaleza, en parte domeñada, nuestra, en parte salvaje, ajena. De día tenemos recursos, nuestra mirada nos hace fuertes, atacamos y nos defendemos. Distinguimos el trigo de la ortiga, la caza que llevamos al hogar del lobo y el jabalí. La noche ciega nos mete en casa, fuera de ella, la negrura vence. El anochecer nos pone a la defensiva. Desconfiamos de las personas que osan moverse en la oscuridad del bosque. De él parece surgir Agnes, madre de Hamnet, mujer nervio, raíz de mandrágora, de este libro.
Dicho esto, agradezco la claridad valiente. Lo primero que se nos dice es que el personaje que da nombre al libro es un hijo de Shakespeare que morirá poco después de empezar sus andanzas en la novela, a los once años. La tristeza no nos pilla por sorpresa. En realidad, la protagonista es la madre de Hamnet, la mujer de Shakespeare, un tipo que, huyendo de su padre, de su pueblo, del trabajo artesano y su comercialización, marcha a Londres; tiene imaginación, cierto talento y afición por la escritura. Probará a trabajar en el teatro.
En
fin, la novela es atractiva más por las correcciones mentales que le hacemos,
por lo que imaginamos nosotros, que por lo que cuenta; es mérito de O’Farrell
despabilarnos. No sé si recomendarla o no. Porque de William tengo los temores
y las dudas, no el talento.
344
páginas. Edita Libros del Asteroide, leo la segunda reimpresión, 2021, el
original es de 2020.
Luis
Miguel Sotillo Castro.