Una de las novelas más conocidas y reseñadas de Zweig, por
la intensidad de las emociones narradas en espacio tan breve, por la exquisita
manera de plasmarlas en el texto, por la brillante descripción de la Riviera
francesa de principios del s. XX y, por supuesto, por su intrigante protagonista
femenina, Mistress C, una mujer viuda que durante un día decide olvidar familia,
estatus y normas sociales para dejarse arrastrar por la locura de la pasión hacia
un joven diplomático polaco encantador pero con una inclinación perversa hacia
el juego, que la hace caer así en el estigma femenino de su tiempo.
Pero al leerla (y releerla, porque me dejó tan conmovida que
volví a empezarla de nuevo nada más terminarla) me di cuenta de que no sólo era
la novela del secreto inconfesable de una mujer, no sólo era la novela sobre la
destructiva pasión del juego, era la novela de las manos. Zweig, el alquimista
de los detalles elocuentes entiende que, en un entorno de casinos, las manos son
las que hablan, miran, pecan, odian, aman, lloran, hacen daño, perdonan, luchan
y acaban rindiéndose. Por eso las eleva a la categoría de protagonistas, tan
culpables como los deseos refrenados.
Así describe a las manos del protagonista tal y como las ve
Mistress C:
“dos manos convulsas que, como animales furiosos, se acometían una a otra, dándose zarpazos y luchando entre sí de tal modo que las articulaciones de los dedos crujían con el ruido seco de una nuez cascada”
Ya está presentado el personaje, no necesita más.
Haciendo uso de su habitual recurso de historia desvelada
por un desconocido al autor, Zweig, cosmopolita como pocos, nos sitúa en la
Riviera francesa para hablarnos del paraíso de los jugadores, el decadente
ambiente de los casinos, bellas damas en busca de fortunas, matrimonios
aburridos que coinciden sólo en mesas de hotel, locuras pasajeras que empiezan
y terminan en Montecarlo, y de la soledad que reúne a extraños compañeros de
viaje.
Los acontecimientos giran enloquecidos al ritmo de la ruleta,
en las descripciones de los estados de ánimo manda la luna y los protagonistas
se juegan su alma en una mesa de bacarrá. El lector apenas puede respirar en
esta insensata carrera contra la banca del Amor.
¿Qué más se puede pedir?
Sólo poder seguir leyendo a Zweig.
NOTA CINÉFILA: Se han hecho varias adaptaciones al cine de
esta novela, pero sólo he visto una francesa de 1968 que sinceramente no le
hacía justicia. Tampoco he podido ver la adaptación teatral de hace un par de años, pero creo que mucho mejor el libro.
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