viernes, 8 de mayo de 2020

VEINTICUATRO HORAS EN LA VIDA DE UNA MUJER. Stefan Zweig


Una de las novelas más conocidas y reseñadas de Zweig, por la intensidad de las emociones narradas en espacio tan breve, por la exquisita manera de plasmarlas en el texto, por la brillante descripción de la Riviera francesa de principios del s. XX y, por supuesto, por su intrigante protagonista femenina, Mistress C, una mujer viuda que durante un día decide olvidar familia, estatus y normas sociales  para  dejarse arrastrar por la locura de la pasión hacia un joven diplomático polaco encantador pero con una inclinación perversa hacia el juego, que la hace caer así en el estigma femenino de su tiempo.

Pero al leerla (y releerla, porque me dejó tan conmovida que volví a empezarla de nuevo nada más terminarla) me di cuenta de que no sólo era la novela del secreto inconfesable de una mujer, no sólo era la novela sobre la destructiva pasión del juego, era la novela de las manos. Zweig, el alquimista de los detalles elocuentes entiende que, en un entorno de casinos, las manos son las que hablan, miran, pecan, odian, aman, lloran, hacen daño, perdonan, luchan y acaban rindiéndose. Por eso las eleva a la categoría de protagonistas, tan culpables como los deseos refrenados.

Así describe a las manos del protagonista tal y como las ve Mistress C:
“dos manos convulsas que, como animales furiosos, se acometían una a otra, dándose zarpazos y luchando entre sí de tal modo que las articulaciones de los dedos crujían con el ruido seco de una nuez cascada”
Ya está presentado el personaje, no necesita más.

Haciendo uso de su habitual recurso de historia desvelada por un desconocido al autor, Zweig, cosmopolita como pocos, nos sitúa en la Riviera francesa para hablarnos del paraíso de los jugadores, el decadente ambiente de los casinos, bellas damas en busca de fortunas, matrimonios aburridos que coinciden sólo en mesas de hotel, locuras pasajeras que empiezan y terminan en Montecarlo, y de la soledad que reúne a extraños compañeros de viaje.
Los acontecimientos giran enloquecidos al ritmo de la ruleta, en las descripciones de los estados de ánimo manda la luna y los protagonistas se juegan su alma en una mesa de bacarrá. El lector apenas puede respirar en esta insensata carrera contra la banca del Amor.
¿Qué más se puede pedir?
Sólo poder seguir leyendo a Zweig.

NOTA CINÉFILA: Se han hecho varias adaptaciones al cine de esta novela, pero sólo he visto una francesa de 1968 que sinceramente no le hacía justicia. Tampoco he podido ver la adaptación teatral de hace un par de años, pero creo que mucho mejor el libro.

 Sybilalibros

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