martes, 20 de noviembre de 2018

LA GUERRA QUE MATÓ A AQUILES. Caroline Alexander


Los libros clásicos lo son porque, como los dioses inmortales, viven, se mueven, cambian y no perecen. Todo está en La Ilíada, y lo que no, fluye de ella. Ya, es más antiguo Gilgamesh, pero son incomparables en influencia y complejidad. El verdadero diluvio lento, imparable, es el que nos empapa desde Homero.
Tiene guasa que la autora de este libro se apellide Alexander, pues recordamos que Paris se llama Alejandro. La gracia se acaba ahí.

"La guerra que mató a Aquiles" nos dice que la guerra es inútil y carece de motivo lógico (discutible, y ella misma reconoce la importancia estratégica de Troya como llave del Helesponto, causa verosímil del conflicto.) Demuestra, eso sí, que en la guerra todos pierden. Al cabo, los héroes lo son a su pesar: Aquiles quiere volver a casa y Héctor mimar a su hijo. Pero los hombres son juguetes en manos de dioses aburridos, con lo que la libertad es un sarcasmo.
 La autora nos hace notar que Zeus puede cambiar los dictados del Hado, así de todopoderoso es, a diferencia de los dioses nórdicos. Mas no lo hace: quiere a algunos hombres, pero no tanto.

Se pronuncia Alexander por la heterosexualidad de Aquiles convincentemente. Y por la existencia de Homero. Recoge el poeta tradiciones orales de las Edades del Bronce y del Hierro, pero también innova. Da un modelo para la poesía escrita, anticipa la Tragedia y el realismo. Estremece ver, mediante ejemplos de las guerras del siglo XX, cómo las reacciones de los soldados en la batalla, sea de la Gran Guerra, Vietnam o la guerra de Irak, están escritas ya en La Ilíada: la codicia e impericia de Agamenón, la furia pre- berserker de Aquiles sobre quien me extendería si no temiese ser pesado, el valor y el miedo de Héctor. Pienso ahora que algo tiene en común las relaciones entre Aquiles y Agamenón con las de Mío Cid y Alfonso VI... pero lo dejo, que otra característica de los clásicos es que nos hacen hablar y hablar hasta a los más callados.

Edita bien Acantilado, como siempre. Leo la primera edición de marzo de 2015. Suficientes las notas, moderada la bibliografía, atinados los dos mapas. 349 páginas, 27 euros.


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