viernes, 30 de julio de 2021

EL MÉRITO DE SER DETECTIVE Y NO FUMAR. PACO SANTOS

Habría que cambiar la letra de las sevillanas de El Pali: “Ya no pasan cigarreras por la calle s. Fernando” porque durante la lectura de este libro no sólo han pasado, sino que se han vuelto a torcer cigarros sobre los donosos muslos trianeros. 

Y esta vuestra humilde reseñadora, ex-fumadora hace más de 20 años, no ha deseado más un pitillo desde que saliera de un examen en la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla, convertida en Universidad Hispalense para que bajo sus bóvedas se siguiera leyendo en voz alta y se fumara en los descansos laborales, eso sí, nada de orgullosos Partagás: Ducados o Fortunas patrios que era lo que gastábamos los estudiantes.


¡Qué gozada de lectura! Qué bien me lo he pasado con ese dúo de catástrofes andantes, el apocado León Hormiga (hay nombres y nombres) y el librero ácrata Narcís, jugando a detectives; me he mordido las uñas cuando salían los malos y cogían la delantera; he aprendido un montón de cosas interesantes y curiosas sobre la historia del tabaco; he saboreado y apuntado cada referencia literaria (y son muchas) sobre autores y humo que Paco nos descubre y al final, cuando he leído la última página/dado la última calada, he buscado con desesperación una continuación para empalmar un libro con otro, como Bogart en Casablanca, pero estaba el estanco cerrado y el bar de la esquina sólo vende Winston de matute de La Línea, más palos que tabaco/literatura.


¿De qué va esta locura?

 “Esta historia ha sido escrita en el humo; una larga bocanada que comienza con la primera fuma tabaquera de un europeo, Rodrigo de Jerez, allá por noviembre de 1492, y que envuelve en sus círculos concéntricos a Francisco de Goya y a la Duquesa de Alba, al empresario don Jaime Partagás y Ravell, misteriosamente asesinado una noche de julio de 1868 en sus plantaciones de Vuelta Abajo (Cuba), a un clan de mafiosos neoyorquinos, y a los amigos León Hormiga y Narcís, nacidos ambos para perder, y que se verán inmersos en el humo de los habanos y de la pólvora, decididos a vivir una aventura digna de las mejores novelas de detectives” Contraportada bene dixit.


Adentrarse en la indisoluble hermandad entre tabaco y literatura, en particular desde el género policíaco, no tiene dificultad, es fumarse un habano mientras se calienta un coñac en la mano; pero hacerlo a partir de un protagonista que no fuma por problemas cardíacos, un alfeñique sin agallas, humillado de contínuo por su hermano-matón cuyo mejor amigo es un librero loco que se pasea desnudo por su negocio es tan osado como un Goya (cigarro) con una Fanta de limón y sin hielo, no sea que se le coja a la garganta. Paco no sólo lo consigue sino que sale a hombros de este relato subversivo, paso a paso, templando el ritmo narrativo, introduciendo pruebas y personajes cuando son necesarios, sin engañar al lector, hasta llegar a un clímax que te deja con el corazón encogido.


Es una novela que va a más, cada inicio de capítulo te pide una calada honda, inhalar humo hasta el último bronquio y no soltar hasta el punto y aparte mientras te dejas robar el corazón por unos personajes entrañables. Incluso los malos tienen su encanto, como los Celtas sin boquilla.


Doy gracias por tener amigos que escriben tan bien y encima, historias interesantes. Y a Paco en particular por regalarme un nuevo ídolo detectivesco. ¡Adiós,Spade! ¡Adiós, Marlowe! Bienvenido León Hormiga


Sybilalibros


jueves, 8 de julio de 2021

DESPUÉS DE LA CAÍDA. Dennis Lehane

La nómina de escritores de novela negra es abrumadora. ¿Cómo elegir entre tantos? Me llevó a leer a Lehane enterarme de que es autor de la novela “Mystic River”, en la que se basa una de las películas mejores y más dolorosas de siempre, del gran Clint Eastwood.  También Scorsese llevó al cine una obra de Lehane: “Shutter Island”, film discutible, en mi opinión.

 A veces no tengo cuidado y me pasan cosas como leer  la tercera parte de una trilogía sin conocer la existencia de las anteriores. Me pasó con “Ese mundo desaparecido”, de la serie con Joe Coughlin de protagonista, que me encantó. “Después de la caída” es mi segunda inmersión con este novelista bostoniano de 1965.

 Lectores con los que he tenido el gusto de hablar no valoran tan bien “Después de la caída”,  como sus policiales con Kenzie y Gennaro  o las novelas de mafia con el citado Joe Coughlin.

 Rachel huye de su madre dominante y busca a su padre desaparecido. En ambos propósitos fracasa, en cierto modo. Sin embargo, conseguirá una vida estable como profesional del periodismo televisivo, bien casada, además.

 Trabajando en un Haití apocalíptico tras el terremoto de 2010, sucumbirá psicológica, íntimamente, ante las cámaras de televisión en directo. Si un tanto vana y vanidosamente, creemos que cada persona es un mundo, pagamos el peaje de que cada uno podemos sufrir terremotos internos, como la Tierra. Rachel se rompe. Adiós empleo, fin del matrimonio.

Se recuperará con la ayuda de Brian. Una vida nueva parece curar las heridas, hasta que…

 El retrato psicológico de Rachel me convence e interesa. Otra cosa es la acción. Permanece inexplicado el motivo profundo de los actos ocultos de Brian, esencia de la peripecia. Uno piensa: es emocionante seguir los hechos, todo acaba cuadrando, pero, el montaje de Brian, su engaño a Rachel no tiene razón de ser. A pesar de esto, no me arrepiento de haber leído la novela. Es entretenida y está bien escrita y explicada. Advierto que sigue la costumbre moderna de engañar al lector con pistas falsas, con hechos rotundos, incontestables, que acaban por no serlo. En la línea aprovechada por  Pierre Lemaitre en “Alex” y otros. Si no le molesta esto, disfrutará usted con esta novela.

Edita bien Salamandra. Leo la primera de octubre de 2018, la original americana es de 2017. 459 páginas.

 Luis Miguel Sotillo Castro.

 

 

 

martes, 6 de julio de 2021

AGNÈS. Catherine Pozzi

Una rareza exquisita, fuera de lo común, entre relato, autobiografía, pensamientos sueltos a modo de diario, confesiones azoradas de pérdida de fe, pasión desenfrenada, decepción… 40 paginitas que te hacen reflexionar, sentir y sonreír al reconocerte en esta alma inquieta.

Memorias sin orden cronológico, revelan la crisis personal de una joven enamorada, amante de Paul Valèry, que el poeta francés mantuvo en fase crisálida sin dejar que volara como mariposa. Agnès/Catherine se derrama en forma de diálogo con un Tú, que bien podrían ser Dios o Valèry, como si de  una santa Teresa tocada con la gracia parisina se tratase, en el que intenta reconstruirse como persona, a la par que presenta como valedores a autores y pensadores de principios del s. XX que denotan una erudición poco corriente, dejando al lector en paños socráticos, es decir, reconociendo que por mucho que lea, no sabe nada después de conocer a Pozzi.

Admirable en su prosa erudita, elegante y pasional, esta hija de la alta burguesía francesa de obra brevísima, amiga de Colette y de André Gide, con “Agnès” ha intrigado durante generaciones a estudiosos que discutían si  estaba escrita en realidad por Valèry. ¡Qué típico arrebatar la palabra a la mujer inteligente detrás del gran hombre! 

La recomiendo, mucho, “follement”, en particular a lectores leídos a los que les sigan estimulando las posibilidades.

Sybilalibros

jueves, 1 de julio de 2021

CASTIGO. Ferdinand von Schirach

 Paseo en Berlín, por la agradable, ancha,  Avenida de los tilos. Un tipo en patinete, circulando fuera del carril que le corresponde, atropella a una señora. Un español que vive allí me asegura que al sujeto se le va a caer el pelo. En Alemania la ley es rigurosa y se aplica. Esa creencia, supersticiosa, en la eficacia alemana. Alemania se recuperó de la Segunda Guerra Mundial por las ingentes ayudas que recibió. Ni terminó de pagar su deuda por provocar la Gran guerra, ni fue penalizada por empezar la segunda.  Creo que los vagos y los subvencionados somos los europeos del sur.

 Este libro, como el excelente Crímenes, del mismo autor, nos cuenta que en todos lados cuecen habas, o codillo germano. Nos habla de la administración de justicia alemana. En principio, esta es razonable, pero el hombre, en Múnich y en Puerto Hurraco, es indomable en su egoísmo, tan a menudo criminal.

En Alemania te pueden nombrar escabino por cinco años. Significa que te pueden llamar a participar en juicios penales como “juez” asesor. Me parece una locura, como la institución del jurado. Cosas que se hacen para dar la impresión de una Justicia del pueblo, democrática. En el primero de estos relatos vemos lo funesta que puede ser esta idea, bienintencionada, claro.

 Tenemos doce relatos, basados en la experiencia del autor, muniqués de 1964, abogado penalista. El atractivo de su escritura radica, más que en el conocimiento del sistema judicial, en su capacidad de profundizar en los motivos de nuestros actos. A menudo, mejor que la anécdota criminal que leemos, es la biografía íntima que von Schirach es capaz de ofrecernos de varones y mujeres obstinados, desamparados, en lucha consigo y la sociedad.

Edición correcta de Salamandra de 2019, de un año antes es el original en alemán. 167 páginas de grano sin paja.

 

Luis Miguel Sotillo Castro.

 

martes, 22 de junio de 2021

CRÍMENES EJEMPLARES. Max Aub

Hablan dos tipos paseando por Madrid. Pregunta uno: ¿Crees que tendremos una guerra? Responde el otro: No hombre, no; la cosa está mal, pero, ¿una guerra? ¡Estamos en pleno siglo XX!

 La acción transcurre en julio de 1936. La novela es Las buenas intenciones (1954), de Max Aub. También me gusta mucho su La calle de Valverde (1961). Sé que su obra más prestigiosa es la serie de seis novelas llamada El Laberinto Mágico; no la he leído, sí me interesa.

 Aunque Max Aub tiene nombre como de personaje de tebeo, es actor dramático en el desgraciado siglo XX. Actor, sí, obligado a representar un papel que escriben otros. Hombre zarandeado por guerras y emigraciones. El siglo XX fue una función dirigida por egoístas desmadrados, pastores que odiaron a los rebaños, propios y ajenos. Sobre las tablas Aub olió la sangre derramada por los hombres. Debió huir de Francia y de España. Como español hijo de alemán y francesa, no se libró de ninguna desgracia colectiva. Nacido en 1903, hubo de sufrir las dos guerras mundiales y la española. Encontró por fin la tranquilidad en el exilio mejicano. No necesito aclarar que tranquilidad y felicidad no son o mismo.

Para situarlo políticamente, porque la anécdota es importante además, diré que para la Exposición Internacional de 1937, como agregado cultural en la embajada española republicana en París, Aub encargó a Picasso una obra; sería el Guernica.

 Crímenes ejemplares es una colección de desahogos, creo yo, con un formato de greguería o aforismo que hoy triunfaría en Twitter. Piezas breves de humor negro. En pocas líneas, un asesino describe y justifica un asesinato, cargado y sobrado de razón, a su entender. Por ejemplo:

 -De mí no se ríe nadie. Por lo menos ese ya no.

 Uno piensa que estas ocurrencias mínimas y contundentes desnudan la maldad del siglo. Tanto discurso florido e ideológico que desemboca al fin en la destrucción del contrario. Aub nos dice que, ya que los dirigentes, apoyados en los malos instintos de las personas, terminan por matarnos o esclavizarnos, al menos podrían ahorrarnos la cháchara. No me aburras, ya que vas a acabar conmigo.

Leer de un tirón estos relatos mínimos no es aconsejable. Se cansa uno de la repetición. Debemos descansar de todo, también del ingenio.

Más que estas greguerías siniestras, me gusta el trabajo de Pedro Tejada Tello. No deja aspecto de la vida y obra de Aub sin tratar. De hecho, de las 453 páginas del libro, sólo 165 son los crímenes ejemplares, el resto es un estudio imprescindible para los seguidores de Max Aub.

El libro es precioso, por el tipo de letra, la numeración en rojo y las ilustraciones de Pedro Arjona. Edita Reino de Cordelia, en 2020.

Termino este comentario ya,  porque no hay que ser pesado:

“Lo maté porque me propuso un ciclo de conferencias en Madrid. Lo enterré en el jardín”.

 

Luis Miguel Sotillo Castro.

 

 

 

 

 

Destacado

El jardín de los Finzi-Contini. Giorgio Bassani

 " Yo, igual que ella, carecía de ese gusto instintivo que caracteriza a la gente corriente [...] más que el presente, contaba el pasad...