viernes, 30 de noviembre de 2018

MIRKHEIM. Poul Anderson



Novela con batallas espaciales, naves volando y disparando entre estrellas y  planetas. Me apetecía. Es de 1977, sabor antiguo de la ciencia ficción anterior a la revolución informática de finales del siglo XX. Como  en 2001 o en Alien, aquí tenemos una computadora inteligente, parlanchina, capaz de gobernar un navío estelar. El nombre que elige Anderson para este súper cerebro es  Atontado, curiosa y significativamente.

Es una novela de guerra, con sus motivos comerciales ypolíticos. Humanos contra otros humanos en alianza con extraterrestres.  Hay un buen muestrario de estos últimos, sin abusar. Uno de ellos recuerda al “mapache” que aparece en la peli “Guardianes de la galaxia”. 

Leemos: “…ese enorme porcentaje de humanidad que, en realidad, nunca había querido ser libre. La mayoría de esta gente anhelaba la seguridad que los candidatos políticos le prometían. Una minoría más activa deseaba solidarizarse con alguna causa excitante y pensaba que todos los demás debían desear lo mismo.”  
Leemos: “No podemos volver a casa y encontrar lo que dejamos atrás en nuestra juventud, quizá esté aún allí, pero nosotros no somos los mismos, ni nosotros ni el resto del cosmos.” 

Algo más sobre Poul Anderson, nacido en Pensilvania. El tema del tiempo, cómo pasa y nos destruye; jugar con él, combatirlo, es muy querido parél. Lo demuestra en “La nave de un millón de años” y en “La patrulla del espacio”. De la primera diré que me gustó mucho, aunque las pocas críticas que leo sobre ella son negativas en general. Decir que la idea central de “La patrulla del tiempo” es copiada, no sé si con pago de derechos, por una serie famosa de la televisión pública española. 
Leo la edición de EDAF de 1980, 313 páginas.
Luis Miguel Sotillo Castro

domingo, 25 de noviembre de 2018

LA SOLITARIA PASIÓN DE JUDITH HEARNE. Brian Moore.


Tristeza, soledad infinita, sueños rotos, locura, alcohol, religión: Un tranvía llamado deseo en Belfast podría titularse esta maravillosa novela en la que Moore describe prodigiosamente la tortura de un alma solitaria, sus interiores y recovecos, la pugna interna contra los prejuicios adquiridos que minan su ser.

“La solitaria pasión de Judith Hearne” es la historia de una de las marginaciones más dolorosa y a la par más inspiradora para la literatura como es la de la solterona: estigmatizadas por la sociedad por no darle hijos, culpables de que haya hombres solos, monjas sin anillo al cuidado de familiares enfermos que les pagan su vocación muriéndose en la ruina, la solterona se convierte en una carga para la familia y sus escasas relaciones.

En un sombrío y encogido Belfast de posguerra, Judith Hearne, fea y en esa edad indeterminada en la que la mujer si no es oronda matrona es escuálida mística, pobre pero respetable, fiel cumplidora de unos preceptos católicos que no la consuelan y una carga lastimosa para sus únicos amigos que la sufren cada té de domingo, intenta sobrevivir a su destino en casas de huéspedes de paredes alcahuetas donde sueña, entre suspiros ahogados en la botella de whisky, con el brillante caballero que la rescate del dragón de la soltería.

Cuando menos se lo espera, su Dios amenazador se apiada de ella y trae a su pensión a un expansivo comerciante norteamericano sin pensar que su aparición desatará las más bajas pasiones entre los moradores de esa cueva de leprosos del amor.

Extraordinaria tanto en el sentido literario como el humano, “La solitaria pasión de Judith Hearne”, que podría haber sido una cargante novela de dramas desmandados, es una obra magistral gracias a la pluma fina, inteligente y elegante de B. Moore que trata a su protagonista con exquisita dulzura, incluso con toques de humor, pero sin ahorrarnos la vileza de su adicción a la par que  nos muestra  los perfiles de los restantes personajes en pequeños pero definitorios gestos, componiendo un cuadro del que es difícil apartar la mirada.

Leyendo libros como este, una entiende por qué B. Moore es considerado un maestro de las letras británicas, genio que hizo extensivo a los guiones cinematográficos como el de “Cortina rasgada”  rodado por Hitchcock al emigrar a los EEUU y es admirado por otro maestro como Graham Greene.

Más que recomendable, lectura obligada. Máxime cuando la edición de Impedimenta y la traducción de Amelia Pérez de Villar son impecables.

NOTA CINÉFILA: Existe película de 1987 protagonizada por los inmensos Maggie Smith y Bob Hoskins, pero desgraciadamente no he tenido ocasión de verla, así que no puedo dar opinión. Pero me da el pálpito que a pesar de contar con tan buenos actores, difícilmente habrán conseguido plasmar el hálito que se respira en las páginas de Moore.



Sybila @YoLibro

jueves, 22 de noviembre de 2018

LOS CRISTALES SOÑADORES. Theodore Sturgeon


Contemporáneo de los célebres Asimov, Clarke y Bradbury (Homenajea al tercero en este libro, citando sus crónicas marcianas) Sturgeon es un autor notable, aunque agazapado en las estanterías, entre el lomo duro de los libros abundantes de los grandes. Un tipo que dijo: El 90% de la ciencia ficción es basura, pero el 90% de todo es basura. Recomiendo, además de esta, sus novelas Más que humano y Venus Plus X.

En Los cristales soñadores las peripecias son originales, los personajes están tratados sutilmente. Por ejemplo, hay uno que tiene memoria eidética, mas no es muy inteligente. Novela sobre el amor, el odio, sus poderes. Vemos monstruos circenses entre Freaks, la película de 1932 y BladeRunner, de 1982; la novela es de 1950. 

La existencia de los cristales misteriosos, tal vez extraterrestres, no importa tanto. Sí que nos hace pensar sobre la humanidad y la marginalidad; hasta que punto somos irrepetibles y relevantes. Qué es un ser humano, quién lo es, cuanto importa.
Se lee rápido, 206 páginas. Leo la edición de bolsillo, 2004,  de la imprescindible editorial Minotauro.

Luis Miguel Sotillo Castro 

LA BALADA DE IZA. Magda Szabó


Me encanta tropezarme con autores desconocidos por el gran público, sobre todo los que provienen de países que estuvieron tantos años tras el telón de acero porque tienen tantas historias que contar y de una manera tan diferente a la acostumbrada europea occidental que siempre me sorprenden. O será que los leo con los ojos y el corazón de una niña: sin prejuicios, simplemente dejándome llevar.

Es el caso de esta sensible e inteligente autora, compatriota húngara del mediático Márai pero menos promocionada, a saber por qué (algo que, por otro lado, me alegra. El estar alejada de la tendencia dominante le da cierto caché que también pasa a sus lectores de alguna manera).

“La balada de Iza” es una historia de incomprensiones y silencios, de egoísmos encubiertos de generosidad, de vacíos dejados por los seres queridos que pretenden llenarse con material prefabricado, de choque entre las tradiciones del pueblo y las asépticas relaciones impuestas desde el Partido en la capital.

Iza es una reputada doctora cuya madre, que vive en una casucha de un poblado atrapado en tiempos pasados, acaba de enviudar. Con la más racional de las intenciones se la lleva a vivir con ella a su funcional pero inanimado apartamento de Budapest. Las continuas ausencias de Iza por su entregado trabajo, su estricto carácter, que ya la alejó desde niña de la ternura de su madre y la falta de contacto humano de la gran ciudad provocan en la anciana un desamparo tal que enferma de melancolía, lo que empuja a las protagonistas a tomar decisiones que las enfrenta a todo lo callado durante años.

Con esta trama tan sencilla como universal compone Szabó, más que una novela, una lección de humildad y humanidad, con unos personajes tan sinceros, tan de andar por casa que te atrapan al primer renglón y no puedes dejar de leer una vez empezada.
Contribuye considerablemente a esta conexión la fluida, natural y delicada escritura de la autora, gran observadora de caracteres, que entiende que una taza desportillada o una funda de almohada hecha de remiendos dicen más que seis páginas de elaboradas descripciones psicológicas. Sus palabras se deslizan por los personajes y el paisaje con un ritmo pausado, íntimo, casi secreto hasta que, abruptamente, se precipitan en la parte final del relato, en una cascada imparable de angustia reprimida y reproches liberados del terror.

Enlazado con lo anterior, no quería dejar de mencionar dos cuestiones cuando menos sorprendentes de esta novela.

Una se refiere a su título original, Pilátus, es decir, el Pilatos de la tradición cristiana como símbolo de la cobardía e inhibición de responsabilidad. Cuando leáis el libro, lo entenderéis. ¿El porqué de un título en castellano tan distinto? Lo ignoro, probablemente se deba a estrategia editorial.

Y la otra es la llamativa ausencia (casi total) de cualquier referencia política, teniendo en cuenta que fue escrita en 1963, bajo la dictadura comunista o quizás por ello: durante la época de opresión estalinista sobre Hungría, desde el 1949 al 56, el gobierno prohibió la publicación de las obras de Szabó por su libre pensamiento y porque su marido estaba estigmatizado por el régimen. Cuando lean a Szabó, lean entre líneas, porque los personajes y la historia representan mucho más que un conflicto madre-hija.

Recomendable no sólo por lo que representa de conocimiento de otras literaturas largamente silenciadas sino por la extraordinaria sensibilidad de la autora: si no sufren en silencio con Etelka es que no tienen sangre en las venas.

Finalmente, dar las gracias a Mondadori por traducir a esta autora y darla a conocer en España.
Sybila @YoLibro

martes, 20 de noviembre de 2018

LA GUERRA QUE MATÓ A AQUILES. Caroline Alexander


Los libros clásicos lo son porque, como los dioses inmortales, viven, se mueven, cambian y no perecen. Todo está en La Ilíada, y lo que no, fluye de ella. Ya, es más antiguo Gilgamesh, pero son incomparables en influencia y complejidad. El verdadero diluvio lento, imparable, es el que nos empapa desde Homero.
Tiene guasa que la autora de este libro se apellide Alexander, pues recordamos que Paris se llama Alejandro. La gracia se acaba ahí.

"La guerra que mató a Aquiles" nos dice que la guerra es inútil y carece de motivo lógico (discutible, y ella misma reconoce la importancia estratégica de Troya como llave del Helesponto, causa verosímil del conflicto.) Demuestra, eso sí, que en la guerra todos pierden. Al cabo, los héroes lo son a su pesar: Aquiles quiere volver a casa y Héctor mimar a su hijo. Pero los hombres son juguetes en manos de dioses aburridos, con lo que la libertad es un sarcasmo.
 La autora nos hace notar que Zeus puede cambiar los dictados del Hado, así de todopoderoso es, a diferencia de los dioses nórdicos. Mas no lo hace: quiere a algunos hombres, pero no tanto.

Se pronuncia Alexander por la heterosexualidad de Aquiles convincentemente. Y por la existencia de Homero. Recoge el poeta tradiciones orales de las Edades del Bronce y del Hierro, pero también innova. Da un modelo para la poesía escrita, anticipa la Tragedia y el realismo. Estremece ver, mediante ejemplos de las guerras del siglo XX, cómo las reacciones de los soldados en la batalla, sea de la Gran Guerra, Vietnam o la guerra de Irak, están escritas ya en La Ilíada: la codicia e impericia de Agamenón, la furia pre- berserker de Aquiles sobre quien me extendería si no temiese ser pesado, el valor y el miedo de Héctor. Pienso ahora que algo tiene en común las relaciones entre Aquiles y Agamenón con las de Mío Cid y Alfonso VI... pero lo dejo, que otra característica de los clásicos es que nos hacen hablar y hablar hasta a los más callados.

Edita bien Acantilado, como siempre. Leo la primera edición de marzo de 2015. Suficientes las notas, moderada la bibliografía, atinados los dos mapas. 349 páginas, 27 euros.


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